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Read Ebook: Relación historica de los sucesos de la rebelión de José Gabriel Tupac-Amaru en las provincias del Peru el año de 1780 by Anonymous

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Ebook has 195 lines and 55864 words, and 4 pages

Cuando estaba para celebrarse en casa del Comandante, D. Ignacio Flores, con un banquete, el buen ?xito que tuvo la accion de la Punilla, se recibi? la infausta noticia del horroroso hecho acaecido en la villa de Oruro, con lo que se consternaron los ?nimos de todos los convidados, y se llenaron de amargura, convirti?ndose en pesar el placer que tenian prevenido. Y como es uno de los acaecimientos mas notables de esta general sublevacion, no podr? ser desagradable se refiera con extension, y con todas las circunstancias que requiere un hecho de esta naturaleza.

El Corregidor, cuidadoso con estas p?blicas amenazas, ? insolentes pretensiones: obraba vigilante en la averiguacion y pesquiza de los autores, pero por mas exactas diligencias, as? judiciales como extrajudiciales que practic?, nunca pudo saber la verdad para castigar ? los delincuentes, ? fin de mantener ? todos con la quietud y buena armonia, ? que siempre propendi? desde el ingreso ? su corregimiento.

Llegado el dia de la eleccion, para el a?o de 1781, propuso ? los vocales nombrasen ? sugetos ben?meritos y honrados, de buenas costumbres y amantes de la justicia, para que as? pudiesen desempe?ar con acierto los cargos, con la madurez y juicio que previenen las leyes, y requerian las cr?ticas circunstancias, en que se hallaba el reino. Para este efecto les propuso ? D. Jos? Miguel Llano y Valdez, patricio, ? D. Joaquin Rubis de Celis, y D. Manuel de Mugrusa, europeos, con la mira de que saliese la vara de la casa de los Rodriguez, que pretendia hacerla hereditaria, y que ni ellos ni ninguno de sus parciales y dom?sticos, fuese elegido, pues hacian 18 a?os que estos sugetos estaban posesionados de aquellos empleos, sin permitir jamas que fuesen nombrados otros, por la desmedida ambicion de gobernar que los dominaba: y tambien para evitar las injusticias, estorsiones y violencias, que con t?tulo de jueces egecutaban con toda clase de gentes, validos del depotismo sin l?mite que habian adquirido, con el cual protegian todo g?nero de vicios, de que adolecian sus dependientes y criados.

Trascendida por los Rodriguez esta idea, previnieron algunas alteraciones y diferencias para el dia de la eleccion: no obstante prevalecieron los votos ? favor de la justicia, y salieron electos los propuestos por el Corregidor, que aborrecian cruelmente los Rodriguez, por la desemejanza de costumbres y nacimiento: y no podiendo ocultar la ponzo?a que encerraban sus corazones, al ver se les habia quitado el mando, que tantos a?os tenian como usurpado, se quitaron la m?scara, para dejarse ver ? todas luces sentidos contra ?l. D. Jacinto estuvo para morirse con lo v?mitos que le ocasion? la c?lera del desaire, y D. Juan sali? de la villa para su ingenio ? toda prisa, dejando prevenido en su casa, que ninguno de sus clientes saliese ? las corridas de toros, que regularmente celebran los nuevos Alcaldes para festejar al p?blico, ni que ? estos se les prestase cosa alguna que pidiesen para los refrescos acostumbrados. En este mismo dia empez? ? descubrirse la liga que habia formado con ellos el cura de la iglesia matriz. Sucedi? pues, que siendo costumbre de tiempo inmemorial, que acabadas las elecciones, y confirmadas por el corregidor en la casa capitular, pasaba todo el Cabildo ? la iglesia mayor ? oir la misa de gracias, se dirigieron los Cabildantes ? esta pia demostracion, pero estando ya ? las puertas de la iglesia, sali? al encuentro el sacristan para decirles que no habia misa, porque ninguno habia dado la limosna.

Estaban las cosas en este cr?tico estado, cuando lleg? la noticia de la muerte de Tomas Catari; y creyendo el corregidor de P?ria, D. Manuel Bodega, que quitado este sedicioso perturbador de la quietud p?blica, le seria f?cil sugetar la provincia, cobrar los reales tributos y su reparto, determin? ir ? ella con armas y gente. Pidi? para esto ? Urrutia le auxiliase con soldados, que le neg?, previniendo no podian resultar buenas consecuencias: pero Bodega mal aconsejado, junt? 50 hombres, pagados ? su costa, y emprendi? la marcha al pueblo de Challapata, donde ?l y los mas que le acompa?aban, pagaron con la vida su lijera determinacion.

Con este hecho, persuadidos quedaron los indios de Challapata, Condo, Pop? y demas pueblos inmediatos, que el corregidor de Oruro habia auxiliado al de P?ria con armas y gente para castigarlos, desde aquel dia amenazaban la villa y el corregidor, protestando asolarla, y dar muerte ? todos sus habitantes. Agreg?se ? esto, que un religioso franciscano, llamado Fray Bernardino Gallegos, que ? la sazon se hallaba de capellan en los ingenios de D. Juan de Dios Rodriguez, solapando su malicioso designio, decia habia oido, que los indios de Challapata estaban prevenidos para invadir ? Oruro, y que el principal motivo que los impelia, era saber que se hacia diariamente egercicio, por lo que consideraba conveniente se suspendiese; pues sin mas diligencia que esta, se sosegarian los ?nimos de aquellos rebeldes, porque su resentimiento nacia unicamente de aquella disposicion. El corregidor, ya fu? que no di? asenso ? los avisos de aquel religioso, ? porque penetrase su interior, no alter? sus providencias, de que nacieron continuos sobresaltos y cuidados: porque, resentido de esto, no ces? de esparcir en adelante funestas noticias, que amenazaban por instantes el insulto ofrecido por los indios circunvecinos. En este conflicto se dudaba el medio que debia elegirse: no habia armas, ni pertrechos; hac?anse cabildos p?blicos y secretos; nada se resolvia por falta de dinero en la caja de propios, ? por decirlo con mas propiedad, por no haber tal caja, porque hacia muchos a?os se habia apoderado de su fondo D. Jacinto Rodriguez. Tampoco podia acudirse ? las cajas reales, porque lo resistian sus oficiales, alegando no serles facultativo extraer cantidad alguna, sin ?rden espresa de la superioridad; y por ?ltimo recurso, se pens? en que los vecinos contribuyesen con algun donativo, que tampoco tuvo efecto, por la suma pobreza en que se hallaban. En estos apuros se manifest? el celo del tesorero D. Salvador Parrilla, dando de contado 2.000 pesos de sus propios intereses, para que se acuartelasen las milicias, y se previniesen municiones de guerra, entre tanto se daba parte ? la Audiencia, para que deliberase lo que tuviese por conveniente. Con esta cantidad se di? principio ? los preparativos; pusi?ronse ? sueldo 300 hombres: se nombraron capitanes y demas oficiales, para hacer el servicio: D. Manuel Serrano, form? una compa?ia de la mas infame chusma del pueblo, y nombr? por su teniente ? D. Nicolas de Herrera, de g?nio caviloso, que despues fu? uno de los que mas sobresalieron en esta tr?gica escena.

Acuartelada as? la tropa, se suscitaron muchas disenciones por la poca subordinacion de los soldados, la ninguna legalidad en los oficiales para la suministracion del prest se?alado, y otros motivos, que se originaban, mas por la disposicion de los ?nimos, que por, las fundadas quejas.

El dia 9, ? las diez de la noche, salieron del cuartel algunos soldados de la compa?ia de Serrano, pidiendo ? gritos socorro ? los demas; y preguntada la causa, respondi? en voz alta Sebastian Pagador:--"Amigos, paisanos y compa?eros, estad ciertos que se intenta la mas aleve traicion contra nosotros por los chapetones: esta noticia acaba de comunic?rseme por mi hija; en ninguna ocasion podemos mejor dar evidentes pruebas de nuestro amor ? la patria, sino en esta: no estimemos en nada nuestras vidas, sacrifiqu?moslas gustosos en defensa de la libertad, convirtiendo toda la humildad y rendimiento, que hemos tenido con los espa?oles europeos, en ira y furor, y acabemos de una vez con esta maldita raza." Se esparci? inmediatamente por todo el pueblo este razonamiento, y la mocion en que estaban las compa?ias milicianas, no descuid?ndose D. Nicolas Herrera en atizar el fuego, contando en todas partes con los colores mas vivos, que su malicioso intento pudo sugerirle, la conjuracion de los europeos.

Sebastian Pagador habia sido muchos a?os sirviente en las minas de ambos Rodriguez, y en aquella actualidad concurria ? ellas por las tardes con D. Jacinto, donde este se ponia ?brio, mal de que adolecia comunmente. Entre otras producciones de la borrachera, sali? con el disparate que el corregidor le queria ahorcar, juntamente con sus hermanos, ? D. Manuel Herrera y otros vecinos. El calor de la chicha, que tenia alterado ? Pagador, le hizo facilitar el asesinato que despues egecutaron, trat?ndolo con D. Nicolas de Herrera, sugeto muchas veces procesado por ladr?n p?blico y salteador de caminos. A este no sola le constaba que muchos de los europeos estaban acaudalados, sino que ?l y algunos de sus inicuos compa?eros vieron depositar muchas barras y zurrones de plata sellada en cara de D. Jos? Endeiza, ? quien se le consideraba mas de 50,000 pesos efectivos. Como este sugeto era tan amable, concurrian ? su mesa muchos de sus amigos, tambien acaudalados, y acordaron que en tanto se les proporcionaba trasladarse ? Potos?, se juntasen todos con sus caudales ? vivir en la casa donde se hallaba hospedado. La presa de tan crecido caudal fu? el principal or?gen de este desgraciado suceso. D. Nicolas Herrera, que deseaba mas que todos llegase el caso de egecutar el saqueo, publicaba en todas partes el razonamiento de Pagador, y continuando sus diligencias, entr? en casa de D. Casimiro Delgado, que ? la sazon estaba jugando con D. Manuel Amezaga, cura de Challacollo, y con Fray Antonio Lazo, del Orden de San Agustin. Alborot?ronse todos con la novedad, y resolvieron ir ? avisar ? los milicianos la desgracia que los amenazaba: determinacion, ? la verdad, impropia de aquellos sugetos, y que tiene muchos visos de sediciosa; porque sin reflexionar en consecuencias pasaron al cuartel, llamaron al capitan D. Bartolom? Menacho y ? otros, y les dieron noticia de lo que sabian, haci?ndoles la prevencion de que se guardasen. Con esto, y la voz de traicion de parte de los europeos que Herrera habia esparcido por toda la villa, acudian en crecidas tropas al cuartel, las madres, mugeres y hermanas de los que estaban acuartelados: unas llevaban armas para que se defendiesen, y otras con las mas tiernas voces, pedian con l?grimas dejasen aquel recinto. A esto a?adian los soldados, incitados por Pagador, se persuadiesen era cierta la conjuracion: los unos afirmaban que el corregidor tenia prevenida una mina para volarlos repentinamente, otros gritaban que no habia que dudar, porque tenia arrimadas escaleras para asaltarlos de improviso por el corral de su casa. Todo era confusion, des?rden y alboroto, sin el menor fundamento; porque la malicia de los seductores inventaba estas y otras especias sediciosas para conmover los ?nimos. De esta conformidad pasaron aquella noche en continuo sobresalto, y luego que aclar? el dia 10, desampararon el cuartel: unos se dirigieron ? sus casas, y otros reunidos por Pagador, se presentaron ? D. Jacinto Rodriguez, protestando que como ? su Teniente Coronel debian comunicarle lo que se premeditaba contra ellos; que estaban prontos ? obedecerle ciegamente, con lo que daban unas pruebas nada equ?vocas de la subordinacion que le tenian: quien, al oir las quejas, les dijo que no volviesen al cuartel, y qued?ndose con algunos de mayor confianza, les previno sigilosamente se amotinasen aquella noche, y les advirti? el modo con que lo habian de practicar.

Habia marchado dias antes al pueblo de Challapata Fray Bernardino Gallegos, del Orden de San Francisco, con el pretesto de libertar algunos soldados que llev? D. Manuel de la Bodega, los que se hallaban escondidos en casa del cura; pero su verdadero designio fu? el de convocar ? los indios para aquel dia. En el mismo distribuy? D. Jacinto ? sus negros, y algunos de sus criados por las estancias y pueblos inmediatos, para con la ayuda de estos, doblar sus fuerzas y lograr su intento; mont? ? caballo, se dirigi? al Cerro de las Minas, donde junt? ? todos los indios, mulatos y mestizos, que trabajaban en ellas, y les di? la ?rden de que precisamente bajasen por el Cerro de Conchopata ? la villa, luego que anocheciese. Todo se egecut? como estaba prevenido, empezando la bulla de los peones mineros en aquel lugar, ? la hora se?alada. Para asegurar mejor la accion premeditada, andaba por las calles y plazas un oficial de la compa?ia de Menacho, llamado D. Jos? Asurdui, publicando era cierta la traicion del corregidor y europeos, con tanto descaro, que, oblig? ? uno de ellos ? reconvenirle, dici?ndoles: "Solamente un hombre de poco entendimiento podria proferir este disparate: Vd. se persuade que el corregidor, acompa?ado unicamente de 30 ? 40 europeos, se consideren capaces de resistir y matar ? mas de 5,000 hombres que tiene la villa; esto fuera lo mismo que intentar una hormiga hacer frente ? un leon." Pero como eran otros los principios de aquel motin, de nada sirvieron estas s?lidas razones para contenerle, antes bien se aumentaron los corrillos en las esquinas de las calles y plaza p?blica, creciendo el cuidado, por haber encontrado un pedazo de carta de Fray Bernardino Gallego, en que avisaba ? su hermano, Fray Feliciano, que indefectiblemente la noche del 10 seria invadida la villa por los indios Challapatas, pero que no tuviesen cuidado, que el fin era quitar la vida al corregidor y oficiales reales. Tales indios no parecieron aquella noche, y averiguada la verdad, muchos dias despues se supo no pensaron en venir por entonces, y que solo habia sido ardid para aumentar el temor y la confusion.

A las 4 de la tarde mand? el corregidor tocar llamada, para que las milicias se juntasen; en efecto obedecieron, siendo muy pocos los que hicieron falta; pero con la circunstancia de no querer entrar en el cuartel, y si mantenerse divididos en trozos por las esquinas de la plaza, hablando entre ellos de la supuesta traicion, y lo que habian de practicar; y no descuid?ndose Pagador en su comision, record? los hechos de Jos? Gabriel Tupac-Amaru, apoyando su conducta contra el Soberano, las vejaciones que sufrian por el mal gobierno de sus ministros, los insoportables pechos, que con motivo de la guerra con los ingleses, imponian ? los pueblos, y otras razones eficaces para conducir los ?nimos al fin que se habia propuesto. El corregidor, procuraba reducirlos, ya con suavidad, ya con amenazas; pero nada bastaba, y, solo pudo conseguir le ofreciesen, se mantendrian en la plaza, esperando ? los indios que amenazaban invadir la villa aquella noche: y para que no quedase medio que emplear, se convid? ? dormir con ellos, y que cuando se verificase la conjuracion de los europeos, sacrificarian primero su vida antes que permitir pereciese ninguno de los soldados. Pero como faltaba ya la razon, y empezaban ? descubrir su mala intencion, lejos de producir los buenos efectos que se prometia de esta sumisa oferta, solo sirvi? para que se insolentasen mas. Rog?bales humildemente, y procuraba disuadirlos de las supuestas quejas con los europeos: dec?ales que todo era falso ? inventado por la malicia de los que les persuadian lo contrario; pero mas irritados con estos medios de suavidad, empezaron ? manejar sus hondas, ensayando el modo con que habian de usar de ellas.

Estas son las causas de donde se origin? tan cruel rebelion contra la Magestad y los europeos; pero a?adir? otra que ? mi ver es el principal fundamento de este sangriento suceso. Hacian 10 a?os, que se esperimentaba un total atraso en las labores de minas; de modo que en la actualidad no habia una sola que llevase formal trabajo, ni pudiese rendir ? su due?o lo necesario para su conservacion y giro, siendo lo ?nico que sostenia el vecindario: cuya total decadencia puso ? sus mineros en tan lamentable constitucion, que los que se contaban por principales, y en otros tiempos poseian agigantados caudales, como eran los Rodriguez, Herrera, Galleguillos y otros, se hallaban en un estado de inopia, descubiertos en muchos miles, as? al Rey, como con otros particulares, sin poderlos pagar, ni seguir el trabajo de sus labores, por falta de medios. Los europeos, que eran los ?nicos habilitadores, ya no querian suplirles cantidad alguna, y desesperados por no hallar remedio para socorrerse, y chancelar sus deudas, maquinaron esta rebelion, que se har? dudosa ? los tiempos venideros, por el conjunto de muertes, robos, sacrilegios, profanaciones y demas crueldades que se egecutaron.

Obligados los milicianos, de las muchas s?plicas y persuasiones que se emplearon por varios sugetos, entraron en el cuartel, despues de la oracion del citado dia 10 de Febrero, no para permanecer en ?l como otras noches, sino solo para enga?ar ? sus capitanes con aquella aparente obediencia, y con la mira de que se les diese el prest que se les tenia asignado. Mientras se les pagaba, se oyeron por las calles y plazas, muchas voces y alaridos de muchachos y demas chusma, quienes despidiendo piedras con las hondas, pusieron al pueblo en bastante consternacion. A este tiempo tocaron entredicho con la campana de la matriz, segun se habia prevenido, para que todos se juntasen al puesto se?alado. Practic?ronlo as?, pero sin poder averiguar quien hubiese tocado, ni con que ?rden, lo que oblig? al corregidor mandase apostar una compa?ia en cada esquina de la plaza, por si hubiese algun inopinado asalto. Cuando se estaban tomando estas y otras disposiciones para precaverse, se oy? el sonido de diferentes cornetas, que de uno ? otro ? estremo se correspondian, para confirmar la entrada de los indios; por lo que se dispuso que algunos saliesen para hacer un reconocimiento, quienes volvieron con la noticia, de que no habia nadie en aquellas inmediaciones, y averiguado el caso, se hall? que los que tocaban las cornetas, eran dos negros de D. Jacinto Rodriguez, D. Nicolas de Herrera, ? Isidoro Quevedo, para que reunidos con esta novedad los europeos, les fuese mas f?cil conseguir su desesperado intento. Asegurados estos, que nada habia que recelar de parte de los indios, se tranquilizaron algo, y entraron ? cenar juntos en casa de Endeiza. Pero al primer plato que se puso en la mesa, entr? D. Jos? Cayetano de Casas, derramando mucha sangre, de una peligrosa estocada, que le habian dado los criollos, por haber resistido que entrasen por la esquina de la matriz, que estaba guardando con su compa?ia, y al tiempo que referia su desgracia y aseguraba era cierta la conjuracion de los criollos contra ellos, oyeron que despedian desde la plaza millares de piedras h?cia la casa y balcones, y determinados ? defenderse hasta el ?ltimo estremo, tomaron las armas de fuego que tenian, para dispararlas contra los amotinados, y resistir su insulto: pero det?volos el mismo due?o, D. Jos? de Endeiza, sugeto de vida ejemplar, quien conociendo era inevitable la muerte de todos, les hizo el siguiente razonamiento, lleno del celo cristiano que le animaba. "Ea, amigos y compa?eros, no hay remedio, todos morimos, pues se ha verificado ser la sedicion contra nosotros: no tenemos mas delito que el ser europeos, y haber juntado nuestros caudales, para asegurarlos, ? vista de los criollos. C?mplase en todo la voluntad de Dios, no nos falte la confianza de su misericordia, y en ella esperemos el perdon de nuestras culpas: y pues vamos ? dar cuenta ? tan justo tribunal, no hagamos ninguna muerte, ni llevemos este delito ? la presencia de Dios, y as? procuren Uds. disparar sus escopetas al aire, y sin pensar en herir ? ninguno: quiz? conseguiremos con solo el estruendo atemorizarlos, y hacer que huyan." De esta suerte con l?grimas en los ojos, tiraban de la conformidad prevenida, lo que comprueba no haber herido ? ninguno de los criollos con mas 200 tiros que dispararon, y aunque despues se quizo asegurar lo contrario, fu? una invencion de los autores del motin.

Enfurecidos los tumultuantes, y llenos de rabiosa c?lera, unos despedian hondazos contra los balcones, y otros procuraban incendiar la casa. Las mugeres se empleaban en acarrear piedras las mas s?lidas y fuertes que encontraban en las minas, cuidando no faltase ? los hombres esta provision. Pasaban ya de 4,000 los amotinados, crecia el peligro de los europeos, encerrados en la casa de Endeiza, y se aguardaba por instantes fuesen v?ctima del populacho. Para evitarlo, sali? de la iglesia de la Merced el Se?or Sacramentado, cuya diligencia no sirvi? de otra cosa que ? aumentar el delito de aquellos b?rbaros con el mayor sacrilegio: porque desprendidos de toda humanidad, faltaron tambien ? la veneracion y respeto debido al Dios de los cielos y tierra, pues no hicieron caso de su presencia real, y continuaron el asalto de la casa. El corregidor, antes que oyese tiro alguno, pas? ? casa de D. Manuel de Herrera, y le rog? encarecidamente saliese con ?l por las calles ? apaciguar el tumulto, para ver si con su respeto conseguia lo que no habia podido lograr despues de haber empleado muchos medios; ? que le respondi? no era ya tiempo, y sigui? jugando tranquilamente con el cura de Sorasora, D. Isidoro Velasco, y otros, ? quienes interesaba poco la consternacion en que estaba el pueblo. Vi?ndose el corregidor desenga?ado, y cerciorado que procuraban quitarle la vida, se vi? precisado ? emprender la fuga para salvarla, y desde la misma casa de Herrera sali? al campo, sin llevar prevencion alguna para el camino, y tomando el de Cochabamba, logr? asilarse en la villa, capital de aquella provincia.

A las doce del dia empezaron ? entrar algunos trozos de indios, tocando sus ruidosas cornetas, y armados de hondas y palos. Con horror de la naturaleza se veia, que despues de rendir la obediencia ? D. Jacinto, para asegurarle con sus acostumbradas demostraciones de rendimiento, que eran venidos ? defender su vida, cuyas expresiones gratificaba con generosidad, salian corriendo unidos con los criollos ? ver los muertos, encarniz?ndose de modo que descargaban nuevamente su furia contra los cad?veres despedazados, d?ndoles palos, procurando todos ensangrentar sus manos, y ba?arlas en aquella sangre inocente. De all? pasaron ? las casas de D. Manuel Herrera, del capitan Menacho, y de su cu?ado D. Antonio Quiros, ? quienes distinguian con iguales honores. El resto de la tarde lo emplearon en examinar las casas donde presumian habia algun caudal para saquearlas, y en reconocer los lugares mas ocultos, donde sospechaban se hubiese escondido algun europeo, de los que se habian libertado la noche antecedente. Continuaban entrando en tropas los indios, que estaban convocados en las inmediaciones. Venian con banderas blancas, y salian los criollos ? recibirlos, d?ndoles muchos abrazos, y les instaban para que entrasen ? la iglesia matriz en busca de los europeos fugitivos, y cuando no pudiesen haberlos ? las manos, ? lo menos se hiciesen entregar las armas que habian escondido en ella. Consiguieron esto, porque el cura, ? fin de que no violasen el sagrado, les entreg? varias pistolas y sables; mas no contentos con ellas, pedian otras con insolencia, y no teniendo el cura modo de contentarles, determin? subirse ? la cima del rollo ? predicar, y darse una disciplina en p?blico: cuyo acto, lejos de enternecerlos, les provoc? la risa, ? insolent?ndose mas, le despidieron algunos hondazos, con cuya eficaz insinuacion le hicieron bajar bien ? prisa. A este tiempo habia sacado en procesion el Prior de San Agustin, acompa?ado de las comunidades de San Francisco y de la Merced, la devota efigie del Santo-Cristo de Burgos, llev?ndole en procesion por las calles, plazas y extramuros de la villa, pero solo le acompa?aban las viejas: y sin hacer aprecio ni respetar tan sagrada imagen, se ocupaban los criollos, unidos con los indios, en saquear la casa del corregidor. Y habi?ndole suplicada al Padre Prior se dirigiese por la calle del Tambo de Jerusalem, por ver si contenia ? los indios que estaban derribando la puerta de la tienda de D. Francisco Resa, lo egecut?, pero nada pudo conseguir, antes si ocasion? que los indios empezasen ? declarar su apostasia ? la religion cat?lica, que hasta entonces se juzgaba habian profesado: pues dijeron en alta voz, que dicha imagen no suponia mas que cualquiera pedazo de maguey ? pasta, y que como de estos y otros enga?os padecian por los pintores.

Cebados ya los indios en profanar los templos y matar europeos, entraron en la iglesia y convento de San Agustin, encontraron en la calle con D. Agustin Arregui, criollo, y queriendolo matar, porque les pareci? europeo, ? fin de escapar, les dijo: "Yo no soy chapeton, sino criollo: entrad al convento, donde est?n cinco chapetones con sus armas." Pero para asegurarse, le llevaron con ellos, y despues de haber buscado los lugares mas ocultos, le dieron cruel muerte, porque no habi?ndolos encontrado, se persuadieron queria escaparse con este enga?o. No falt? quien poco despues les avisase el lugar donde se escondian los que buscaban, y volviendo ? entrar con doblada furia, hallaron ? D. Ventura Ayarra, D. Pedro Martinez, D. Francisco Antonio Cacho y ? un franc?s, que una hora antes habia tomado el h?bito de religioso: los que perecieron tambien ? mano de aquellos b?rbaros.

El dia 14 amaneci? cercado de una multitud de indios el convento de la Merced, y para asegurar la presa se subieron ? los techos, y entrando con el mayor desacato en la iglesia, la reconocieron toda, y hallando debajo del manto de Nuestra Se?ora de Dolores, ? D. Jos? Bullain, lo sacaron ? empellones, y le dieron muerte. Volvieron en tropel ? la iglesia, y hallaron que los que habian quedado sacaban ? D. Jos? Ibarguen, vestido de muger, trage que tom? para confundirse con el sexo, y estando rezando con las demas, lo acus? un criollo. Acometi?ronle furiosos, conocido por los zapatos, y arranc?ndole de los brazos de su propia consorte, ? quien el dolor oblig? ? salir en seguimiento de su marido, y ? quien consolaban los homicidas, con decirle: "no ll?res, que nosotros no tenemos la culpa, porque esto lo egecutamos por ?rden de D. Jacinto Rodriguez." Corri? en busca del indulto, pero cuando volvi?, hall? ? su marido desnudo, despedazado. En aquel instante encontraron debajo de una anda ? un negro esclavo de D. Diego Azero, y le dieron la misma muerte. Siguieron estas y otras crueldades, que se aumentaron con la venida de 6,000 indios de la parte de Sorasora, quienes unidos ? los demas, buscaban con igual furor y cuidado ? los europeos: hallaron en un desvan ? D. Pedro Lagraba, que habia libertado su vida la primera noche del tumulto, y le condujeron ? la plaza, donde acab? de la misma suerte que los demas. De este modo se vi? atropellada por la ambicion y codicia de cuatro ? seis sugetos, la grandeza del Todo-Poderoso, profanados sus templos, despreciadas sus sagradas im?genes, usurpada la inmunidad de las iglesias por las casas de los Rodriguez, pues estas eran el mejor asilo para escapar de la muerte; como lo consiguieron varios europeos, ya fuese por las alianzas de una antigua amistad, ? ya para cohonestar sus atroces delitos, con algunos hechos piadosos: pero la casa del Se?or, sus altares y tabern?culos se vieron polutos, despreciados y ultrajados por esta vil canalla.

Llegada la noche, desamparan los indios el convento de la Merced, se libraron en ?l D. Jos? Caballero, D. Jos? Lorzano, y D. Manuel Puch, por la diligencia de un religioso: pero creyendo el comendador que los sediciosos incendiarian la iglesia, por esta causa les oblig? ? salir ? una casa que les tenia destinada, disfrazados en traje ordinario. El desgraciado D. Jos? Caballero con la confusion se separ? de los demas, y se vi? precisado ? mantenerse entre los tumultuados, hasta la media noche, que siendo descubierto le llevaron ? D. Jacinto Rodriguez, quien habi?ndoles dicho no lo conocia, acab? ? manos de los traidores, con la mas cruel muerte que puede idear la impiedad. Tambien fueron v?ctimas de su furor 14 negros de los europeos, sin mas delito que ser sus esclavos. Siguieron saquando consecutivamente 20 casas, y segun una prudente regulacion, ascendjeron los robos hasta dos millones de pesos, habiendo perecido no solo los europeos que contenia la villa, sino tambien los de todas las inmediaciones, cuyas cabezas traian los indios, para presentarlas al nuevo Justicia Mayor, quien las hacia enterrar clandestinamente.

Se emplearon en aquella distribucion 25,000 pesos, que se extrageron del erario, previniendo D. Jacinto ? los indios que el restante se reservaba en cajas, para cuando se verificase la venida de su Rey, Jos? Gabriel Tupac-Amaru, ? quien se le aguardaba por instantes. Cuando se estaba practicando esta inicua diligencia, lleg? un indio que venia de la provincia de Tinta, y dirigi?ndose ? D. Jacinto, le dijo, era enviado por el Inca Tupac-Amaru, y que este encargaba mirasen con mucho respeto y veneracion ? los templos y sacerdote; que no hiciesen da?o alguno ? los criollos, y que solo persiguiesen y acabasen ? los chapetones. Y habi?ndole preguntado por las cartas, respondi? que el dia antes habia llegado su compa?ero con un pliego para D. Jacinto: de que resultaron repetidas aclamaciones del infame nombre del tirano, que se oia repetir en las plazas y calles p?blicas por toda clase de gente; con el mayor regocijo, corriendo todos con banderas y otras demostraciones de j?bilo, que imit? D. Manuel de Herrera desde el balcon de su casa, tremolando un pa?uelo blanco, y acompa?ando esta accion con las mismas palabras que los demas, que eran decir: "viva Tupac-Amaru;" las que volvia ? pronunciar el pueblo, lleno de alegria. La chusma de criollos, que oia estas noticias tan favorables ? sus ideas, manifestaba el gozo que le causaban, y algunos intentaron salir ? encontrarle, porque aseguraba el indio, que muy breve se hallaria en la ciudad de la Paz.

Satisfecha ya la tirania de los c?mplices, con tantos y tan tr?gicos sucesos, procuraban cohonestar sus maldades con algun espec?fico pretesto, por si quedaban sometidos ? la obediencia del Rey. Suponian era efectiva la mina, construida por el corregidor desde su casa al cuartel: formaron autos, cuyos testigos fueron los mismos asesinos y algunos muchachos, ? quienes de propia autoridad dispensaba las edades el Justicia Mayor, D. Jacinto Rodriguez, haci?ndoles firmar declaraciones, que con anticipacion tenia hechas por direccion de los abogados Caro y Megia. Quizo probar el hecho de la mina con vista de ojos, persuadido se habia construido secretamente, como lo habia mandado: pero le sali? el pensamiento errado, porgue los encargados de esta maldad abandonaron la obra con la consideracion del delito, y habiendo pasado el ex?men el escribano real, D. Jos? de Montesinos, hall? solamente un agujero, que no se dirigia ? parte alguna, pero sin embargo se sigui? el proceso lleno de maldades y defectos, y se tuvo la audacia de remitirlo ? la Audiencia de Charcas, para alucinar ? sus Ministros. Se inventaban tambien diariamente continuas infaustas noticias, ? fin de que los pocos vecinos fieles no levantasen el grito; unas veces aseguraban que habian arrasado la ciudad de la Plata, otras que en Potos? los criollos, unidos y confederados con los indios de la mita, habian muerto ? todos los europeos, y que en la ciudad de la Paz se habia querido egecutar la misma traicion que en aquella villa, y que habian muerto 200 europeos y 300 criollos; con otras novedades de esta naturaleza, que discurria la malicia para infundir terror y sumision ? los leales.

Disfrutaban los Rodriguez todas las distinciones del usurpado mando con la mayor satisfaccion, fiados en la ciega subordinacion que les tenian los indios: pero se desvanecieron todas sus esperanzas la ma?ana del dia 9 de Marzo, en que improvisamente fu? asaltada su casa, de los mismos que tanto confiaban, y nada menos intentaban que quitarles las cabezas y destruir toda la villa. Tocaron inmediatamente ? entredicho: se juntaron las milicias, y fueron rechazados los indios con p?rdida de 60. Este hecho les hizo variar de conducta, abandonando desde entonces la excesiva contemplacion con que les trataban, en especial D. Jacinto, que estaba persuadido vendrian en su ayuda luego que los llamase, como lo habian egecutado anteriormente: pero ya desenga?ados, mand? fundir algunos pedreros, arreglar las milicias, y acopiar municiones para la defensa.

Retirados los indios con este escarmiento ? sus pueblos; estancias, empezaron ? convocar desde ellas ? los de las demas provincias inmediatas, atray?ndolos con la plata robada en el saqueo de Oruro. Ocuparon los caminos para impedir la internacion de v?veres, quitando la vida ? los conductores, y aprovech?ndose de cuanto conducian: de suerte que aquellos vecinos se vieron reducidos ? sufrir las mayores necesidades. Todas las noches se tocaba entredicho, por los repetidos avisos de que entraban los indios ? destruir la villa, ocasion que aprovechaban los cholos para continuar robando cuanto podian, hasta el 18 de Marzo, en que se verific?; amaneciendo en las cimas de los Cerros de San Felipe y la Tetilla de 6,000 ? 7,000. Salieron ? combatirlos, mataron ? pocos, y hubo algunos heridos de parte de los Orure?os que bajaron, perdida la esperanza de superar las alturas que estaban ocupadas, aument?ndose la consternacion, as? como iba reforz?ndose el partido de los indios, con varias partidas que llegaban por instantes, y se colocaban en el Cerro de San Pedro. Presentaron de nuevo la batalla, que admitieron los vecinos: pero apenas se empez? el ataque, volvieron ? ocupar las eminencias, excepto 14, que fueron muertos con unos de sus capitanes, cuya cabeza se enarbol? en la punta de una lanza. A este espect?culo cobraron nuevo esfuerzo, y olvidados del rencor contra los europeos, por su propia conveniencia, pensaron en buscar los que habian escapado, y estaban escondidos, para que ayudasen ? la defensa, de cuya comision se encarg? D. Clemente Menacho, con toda su compa?ia, quien asegur? ? un religioso mercedario, podia sacar libremente ? algunos que sabia tenia en su celda, porque habia indulto general para ellos. En efecto salieron del convento D. Antonio Goiburu, y D. Manuel Puche, que fueron recibidos con brazos y demostraciones de buena f?, y sucesivamente se determinaron ? hacer lo mismo los que quedaban, junt?ndose hasta 18 que tuvieron la felicidad de salvar sus vidas del furor de la pasada conjuracion. Unidos con los criollos, y sabiendo que los indios que habian ocupado los cerros inmediatos ? Oruro, se mantenian en el de Chosequir?, distante dos leguas, determinaron seguirlos y atacarlos: en cuya accion, que dur? todo el dia 19, consiguieron matar 120, y derrotarlos enteramente: sintiendo desde aquel dia los ventajosos efectos de este triunfo, porque los indios empezaron ? implorar el perdon, y ofrecieron entregar las cabezas que los habian conmovido, como lo egecutaron despues, conduciendo ? los caudillos de los pueblos de Sorasora, Challacocho y Pop?. D. Jacinto Rodriguez y demas gefes de la milicia, acordaron con ellos un convenio, con la condicion de que asistiesen ? la villa con los v?veres necesarios ? la subsistencia de su vecindario.

No causa menos dolor el estrago que la rebelion hizo en el pueblo de San Pedro de Buena Vista, de la provincia de Chayanta, que, aunque tuvo la fortuna de escarmentar el atrevimiento de los indios cuando altivos y sobervios, lo asaltaron en los meses de Noviembre y Diciembre de 1780. Impacientes de que resistiese su furor tan peque?a poblacion, mal asistida de municiones de guerra y boca, volvieron con mayores fuerzas por el mes de Febrero de 1781 ? redoblar los ataques y los asaltos. El cura, Dr. D. Isidoro Jos? de Herrera, en quien en competencia se admiraban con un gran juicio, una profunda sabiduria, y una acrisolada fidelidad, exhortaba ? sus feligreses ? la mayor constancia, y ? que no manchasen su honor con el feo tizne de la deslealtad. Pudo este ejemplar p?rroco evadir el riesgo con la fuga: pero hizo escr?pulo de conciencia desamparar aquella afligida grey, que en ocasion tan apretada necesitaba de su auxilio, y con una lijera esperanza de que su respeto y autoridad podrian apagar aquella voraz llama, permaneci? en el pueblo.

Con esta her?ica resolucion enarbol? por estandarte un Santo-Cristo, y con tan sagrada efigie exhortaba ? los espa?oles y reprendia ? los rebeldes: mas estos, despreciando aquellos divinos auxilios que les franqueaba el Todo-Poderoso por mano de su ministro, repetian los golpes con un diluvio de piedras; y aunque los nuestros por siete dias continuos hicieron prodigios de valor y de constancia, no solo rechazando los furiosos esfuerzos con que eran acometidos por aquella canalla, sino hiriendo y matando ? muchos, cediendo ya las fuerzas ? la obstinada porfia y n?mero desigual de los contrarios, y hall?ndose fatigados de la hambre y de la sed, con total falta de p?lvora y balas, y sin llegar el auxilio que repetidas veces habian pedido al Comandante Militar y Audiencia de la Plata, distante solas 30 leguas, determinaron por ?ltimo remedio retirarse al templo, creyendo que el respeto debido ? la casa de Dios fuese la mas inespugnable fortaleza, que les salvase las vidas. Pero ?? barbaridad inaudita! no fu? as?, pues con opr?bio de la misma racionalidad, y menosprecio del adorable Sacramento, de las sagradas im?genes, y de toda la corte celestial, se convirti? el templo en cueva de facinerosos, que con sacr?legas manos quitaron la vida al cura y ? cinco sacerdotes, pasando ? cuchillo mas de 1,000 personas, entre hombres, mugeres y criaturas, quedando el santuario convertido en pielago de sangre inocente, y salpicados con ella los altares.

Esperiment?se la misma tragedia en el pueblo de Caracoto, provincia de Sicasica, donde la sangre de los espa?oles, derramada en la iglesia, lleg? ? cubrir los tobillos de los sacrilegos agresores: en el de Tapacari provincia de Cochabamba tuvieron igual suerte los que la habitaban: llegando la crueldad de los rebeldes ? tanto exceso, que quisieron enterrar vivas ? las mugeres espa?olas, para lo que tenian ya abierto un hoyo en la plaza, capaz de enterrarlas ? todas. Ejercitaron en este pueblo la crueldad hasta el estremo. Sacaron de la iglesia ? un espa?ol, que se habia acogido al altar mayor con seis hijos varones, le arrastraron hasta su casa, le pusieron el cuchillo en las manos, precis?ndole con crueles azotes, ? que fuese verdugo de su propia sangre, en presencia de la muger que se hallaba adelantada de su embarazo. Resist?ose el infeliz ? esta b?rbara egecucion, as? por los cari?osos ruegos de la madre, como por los tiernos sollozos de los hijos, sin que bastase tan compasivo espect?culo ? enternecer los corazones empedernidos de aquellos tiranos, que se resolvieron degollar al padre, y ? los hijos ? vista de la madre, por mas diligencias y l?grimas que emple? para libertarlos, y habiendo abortado con el dolor y susto, acudieron rabiosos ? examinar el feto, y hallando que era varon, le quitaron la vida, antes que espirase naturalmente.

En el de Palca, de la misma provincia de Cochabamba, cometieron las mismas tiranias y sacril?gios, dando muerte ? muchas personas de todos sexos y edades, y al cura D. Gabriel Arnau, que acab? ? golpes y empellones al pi? de la sagradas aras, teniendo en las manos el Sant?simo Sacramento del Altar, que qued? espuesto ? la mas sacr?lega profanacion: y tomando una india la hostia consagrada, corria con ella en las manos, diciendo: "mirad el enga?o, que padecemos por estos p?caros; esta torta la hizo el sacristan con la harina que yo conduje del valle, y despues nos fingen que en ella est? Dios sacramentado." As? tambien en el pueblo de Arque fueron v?ctima de la sedicion todos los vecinos espa?oles, establecidos en ?l y su quebrada. En ella asaltaron al pueblo de Colcha, y egercitaron iguales crueldades, prendiendo ? su cura, el Dr. D. Martin Martinez de Tineo, que maneatado le condujeron en medio del tumulto, donde fu? herido de un garrotazo en la cabeza, porque no quiso asentir ? sus proposiciones, de que no les daria azotes, para que aprendiesen la doctrina. Este eclesi?stico se mantuvo con la mayor entereza, ? vista del peligro que le amenazaba: pregunt?ndole si los azotaria, les respondia, que s?, cuando diesen motivo, por no quererse instruir en las obligaciones cristianas. Reproducianle los indios, que solo les daria 20 ? 25 azotes: ? que replicaba, que si cometian aquella falta, los castigaria con los 50, como lo habia acostumbrado hasta entonces, manteni?ndose inflexible ? estas y otras proposiciones que le hacian, opuestas ? su ministerio. Pero como su celo y arreglada couducta, con las muchas limosnas que hacia, y los infinitos intereses de obvenciones que continuamente los perdonaba, le hubiesen hecho muy amado de todos, salv? la vida; y libre ya de sus opresores, pas? sin p?rdida de tiempo ? la capital de la provincia, dondo entr? ba?ado en su propia sangre, y present?ndose en la plaza mayor, sin haber hecho otra diligencia, que ponerse en la herida una medida de Nuestra Se?ora de Copacabana, rodeado de un numeroso concurso, exort? ? los circunstantes, diciendo: ?Donde est? la lealtad y religion de los Cochabambinos, que no evita tantos da?os y sacrilegios? Y ense?ando la herida, decia: "Mirad como se trata ? los sacerdotes y ministros del santuario: no creais en las vanas ofertas del traidor Tupac-Amaru, todos sereis v?ctima de su tirana ambicion, porque su intento es derramar toda la sangre espa?ola; buenos testigos son las crueldades egecutadas en Arque, Tapacari, Palca y otros pueblos." Y repitiendo las mismas razones, di? muchas vueltas por la plaza y calles de la villa, con lo que conmovi? los ?nimos de aquellos cholos, que estaban vacilando en la fidelidad, y anunciaban con pasquines y canciones, les faltaba poco para abrazar el partido del rebelde, lo que daba fundados motivos para temer una tragedia tan sangrienta, como semejante ? la de Oruro, de que hubiera resultado la p?rdida inevitable de todo el reino; porque aquella provincia tiene mas de 20,000 hombres de todas castas, que pasan por espa?oles, capaces de manejar las armas, y tan valientes como determinados.

Este celoso p?rroco fu? el principal m?vil para que los Cochabambinos se arraigasen en la fidelidad, vinculando Dios por este medio en aquella provincia el remedio de tan detestable sublevacion: porque no bien comprendieron el altivo pensamiento de los rebeldes, de pasar ? los filos del cuchillo ? todos los que no fuesen leg?timamente indios, cuando armados con solas lanzas y palos, salieron con denuedo, y les hicieron conocer su esfuerzo. Estos valerosos provincianos se hicieron el terror de los sediciosos, porque en los repetidos encuentros que tuvieron, dejaron regadas las campa?as con la sangre del enemigo, debi?ndose ? su bizarria el haberlos contenido para que no repitiesen de nuevo las inauditas crueldades que se experimentaron al principio de la conmocion. Estos varones fuertes han dado ? conocer que, disciplinados y armados como corresponde, no tenian que envidiar ? las tropas veteranas mas aguerridas. Es verdad que se les ha notado poca obediencia y demasiada inclinacion al pillage, pero estos defectos dimanaron por la falta de disciplina y del mal egemplo que les dieron sus comandantes y oficiales.

Conocida por el corregidor, D. Felix Jos? de Villalobos, la buena disposicion de los Cochabambinos, y asegurado de su fidelidad, dispuso 600 hombres, que ? las ?rdenes de D. Jos? de Ayarza, saliesen ? conocer los estragos que se experimentaban en su provincia. Se encamin? este comandante por las quebradas de Arque en busca de los enemigos, que le esperaron en las inmediaciones del pueblo de Colcha, fiados en su mayor n?mero, y en las ventajosas situaciones que ocupaban. Present?les la batalla, que admitieron audaces, haci?ndoles una larga y obstinada resistencia, hasta que derrotados y puestos en una vergonzosa desordenada fuga, dejaron sembrados de cad?veres y despojos, ? disposicion del vencedor, los eminentes cerros que tenian por inespugnables. Subido despues de la victoria el tr?gico suceso de Oruro, dirigi? sus marchas hasta aquella villa, donde entr?, despreciando la repugnancia que manifestaron los Rodriguez y sus parciales, haciendo fijar en su puesto el escudo de armas del Soberano, que pocos dias antes habia sido hollado, y tremolar las reales banderas por las calles y plazas mas principales: y despues de haber permanecido tres dias en aquel destino, dej? algunos v?veres para alivio del vecindario, y se retir? ? Cochabamba; pero en Oruro se tuvo el atrevimiento de quitar segunda vez las armas de S.M., luego que verific? su salida. A evitar las crueldades de Tapacari se destin? otro cuerpo de tropas de igual fuerza, que despues de haber combatido ? los rebeldes, salv? oportunamente ? las mugeres espa?olas, que tenian ya recogidas y encerradas para hacer con ellas el cruel atentado de enterrarlas vivas. Por la parte de Tarata se tuvieron los mismos fundados recelos, que no llegaron ? verificarse por la actividad de su cura D. Mariano Moscoso, cuyo celo y conocida fidelidad supieron aplicar eficaces remedios, sacrificando mucha parte de sus intereses para costear bastantes soldados de aquellas milicias, que sirviesen ? contener la osadia de los malcontentos. Con estos estragos no quedaban por el Rey, desde el Tucuman hasta el Cuzco, mas que las ciudades de la Plata y la Paz, que las villas de Potos?, Cochabamba y Puno; porque en la provincia de Chucuito habian sido semejantes los robos y muertes de los espa?oles y sacerdotes, habiendo sentido tambien en la de Mizque algunas turbaciones que dieron no poco cuidado.

Los continuos y repetidos avisos que sucesivamente recibia de estos graves acontecimientos el Exmo. Se?or D. Juan Jos? de Vertiz, Virey de Buenos Aires, le determinaron ? desprenderse de algunas tropas, sin embargo de las pocas fuerzas con que se hallaba para atender ? las necesidades y recelos que ocasionaba en todas aquellas costas la guerra con los ingleses. Primeramente dispuso marchase un destacamento de 200 veteranos, ? cargo del capitan de infanteria D. Sebastian Sanchez; y ? pocos dias nombr? otro de igual n?mero, inclusa en ?l la compa?ia de granaderos del batallon de infanteria de Savoya, ? las ?rdenes de su capitan, el Teniente Coronel D. Crist?val Lopez: y no contento aquel celoso y acreditado General con estas diligencias, envi? tambien algunos oficiales sueltos para que pudiesen contribuir al arreglo y ense?anza de las milicias, y mandar las operaciones militares que ocurriesen en aquellas provincias para sugetarlas y mantenerlas en la debida obediencia al Soberano. Uno de ellos fu? el Comandante en gefe del cuerpo de Dragones de la expedicion, D. Jos? Reseguin, que sali? de Montevideo con la mayor aceleracion; y recibida la instruccion del Virey se puso en camino por la posta, el 19 de Febrero de 1781, con la mira de alcanzar el destacamento que habia salido primeramente, y que llevaba ya dos meses de marcha: y aunque hizo presente ? aquel Exmo. no le era nada airoso ir ? servir bajo las ?rdenes de un Teniente Coronel mas moderno, y que solo era graduado, no fu? obst?culo para que este oficial practicase cuantos esfuerzos le fueron posibles, ? fin de lograr la idea que se habia propuesto, y que consigui? ? costa de sus diligencias; habi?ndose incorporado en aquellas tropas el 13 de Marzo en el Puesto de los Colorados, que dista 460 leguas de la capital del vireinato, sin que lograsen detenerle los eficaces esfuerzos y ruegos que emplearon los vecinos de Jujuy, y los de muchos espa?oles fugitivos, que por todo el camino encontraba, quienes le aseguraban estaban ya del todo sublevadas las provincias de Chichas, Ciuti, Lipes y Porco, que median hasta la villa de Potos? y ciudad de la Plata, cuya noticia confirmaba el corregidor de Chayanta, D. Joaquin de Al?s, que disfrazado de religioso franciscano, iba huyendo por no caer segunda vez en manos de los sediciosos.

Recibido por este oficial el mando del departamento, le hall? disminuido de 50 hombres, que habian desertado en el tr?nsito de la provincia del Tucuman, seducidos por sus habitantes, que ponderaban los riesgos ? que iban ? exponerse, y las comodidades y libertad que ellos disfrutaban, ofreci?ndoles casamientos y otras ventajas; cuyo dulce atractivo fu? muy perjudicial ? todas las tropas que se destinaron al Per?; pero se hallaba reemplazada aquellas falta con una compa?ia de las milicias de Salta, aunque muy inferior en la calidad, as? por su poca disciplina y subordinacion, como por el ningun conocimiento que tenian en el manejo de las armas de fuego. Con estas cortas fuerzas, y con solos 5,000 cartuchos de fusil y algunas armas de repuesto, sigui? Reseguin las marchas, forz?ndolas cuanto le permitia la debilidad de las caballerias, y el crecido n?mero de cargas de equipaje que habian multiplicado algunos oficiales, poseidos de miras lucrativas, faltando expresamente ? las rigurosas ?rdenes del Virey, dirigidas ? evitar todo comercio. Estos y otros embarazos que le ocurrieron, no lo fueron para que el dia 16 llegase ? las inmediaciones del pueblo de Moxo, correspondiente ya ? la provincia de Chicas, desde donde se adelant? ? encontrarle el cura de Talina, el Dr. D. Antonio Jos? de Iribarren, eclesi?stico de recomendables circunstancias; de acrisolada fidelidad al Soberano, quien le impuso igualmente de la fermentacion en que estaban aquellas inmediatas provincias, los riesgos que habia padecido por mantener en la debida subordinacion ? sus feligreses, y el terror p?nico de que estaban poseidos los vecinos espa?oles, ? vista de los estragos que cometian los rebeldes, habiendo sacrificado ? su ira, la noche del 6 al 7 de aquel mes en la villa de Tupiza, al corregidor D. Francisco Garcia de Prado y algunos de sus dependientes; y que igual suerte habia tenido D. Francisco Revilla, corregidor de la de Lipes, hall?ndose fugitivos de las suyas, D. Martin de Asco, que lo era de la de Cinti, y D. Martin Boneo, de la de Porco. Persuad?ale tambien ? que se colocase y detuviese en su pueblo, ? esperar el segundo destacamento que le seguia, porque el terreno que habia de transitar en adelante era muy quebrado; los caminos, ? mas de ser ?speros, estaban llenos de angosturas, y que era excesivo el n?mero de indios que se reunia para embarazar el paso ? las tropas. Que si se perdian, era segura la ruina de la ciudad de la Plata, villa de Potos?, y demas poblaciones que aun se mantenian con alguna esperanza de salvarse, y que tambien quedaria cortada enteramente la comunicacion de ellas con el Tucuman y Buenos Aires, de que podia seguirse la p?rdida de todo el reino, pues de este modo les seria f?cil interceptar los socorros y demas auxilios que se remitiesen para contener ? los sediciosos en los l?mites de la debida obediencia.

Vacilaba Reseguin, combatido de la fuerza de estas razones, y del deseo que tenia de emprender alguna accion que acreditase su conducta, ? impusiese respeto ? los rebeldes. Conocia el inmediato peligro de todo el Per?, si se malograba aquel corto refuerzo de veteranos, lo ?rduo de la empresa que iba ? emprender, los obst?culos insuperables que se le oponian, y el ningun recurso que le quedaba en caso de ser batido. Por otra parte consideraba, que buscar el abrigo de las trincheras indicaba temor, que su detencion era peligrosa, porque animaria ? los sediciosos, les daria tiempo para adquirir mayores fuerzas, y concebir fundadas esperanzas de arraigarse en el dominio que tenian usurpado. Ignoraba la suerte de la Plata y Potos?, y el ?xito que habia tenido el ataque de la Punilla, que meditaba el Gobernador de armas, D. Ignacio Flores. Por instantes llegaban de todas partes espa?oles fugitivos, que ponderaban los extragos, las muertes y los robos que cometian los indios: nadie se consideraba seguro, y todos creian perecer irremediablemente ? manos de la tirania. Nada fu? bastante para hacer decaer su ?nimo. Oia con serenidad las tr?gicas relaciones de los que se le unian: hacia concebir ? los t?midos nuevos pensamientos y esperanzas, ponder?ndoles cuanto valia aquel corto n?mero de hombres, por su disciplina y por sus armas, y reflexionando importaba poco se sacrificase ?l y todos los suyos, cuando se trataba de evitar la p?rdida de todo el reino, y tal vez podria cortar los progresos de la rebelion que estaba en sus principios en aquellas provincias, con algunos movimientos y maniobras del arte militar que supliesen el n?mero y debilidad de sus fuerzas, ech? la suerte, y resolvi? vencer ? morir, y dirigirse ? evitar el riesgo inmediato y cierto, abandonando ? la fortuna el que estaba mas distante y dudoso.

Resuelto ? poner en pr?ctica esta determinacion, despreci? las instancias de cuantos le persuadian lo contrario, y superadas en su interior todas las dificultades que le representaban, ocult? las ideas que tenia determinadas, y trat? solo de dar algunas horas de descanso ? sus tropas, con el fin de conferir con el cura Iribarren el modo y medios que podrian emplearse para sorprender ? Tupiza, residencia de Luis Laso de la Vega, cabeza principal del motin de aquella villa, y de todas las provincias inmediatas. Despues de reflexionado todo, con la madurez y resolucion que pedian las cr?ticas circunstancias en que se hallaba, facilit?le aquel p?rroco 200 mulas que le pidi?, ? hizo apostar en el puesto de Morara, distante tres leguas de Moxo, camino real de Potos?, y al propio tiempo signific? ? todos no podia alterar las ?rdenes de seguir su marcha, para incorporarse con Flores y salvar la ciudad de la Plata que tanto cuidado daba por el bloqueo que le hacian sufrir los indios, acaudillados por los dos hermanos Cataris, de cuya p?rdida se haria responsable por su detencion: y sin el menor retardo destac? algunas partidas, para que ocupasen los caminos y embarazasen el paso ? cuantos se dirigiesen hacia adelante, con la ?rden de observar los movimientos de los enemigos, que con alguna distancia y disimulo, procuraban certificarse de la verdadera intencion de aquellas tropas. Lleno de confianza y algo reforzado con aquellos, que poco antes creian no les quedaba mas recurso que la fuga, se puso en marcha la misma tarde del citado dia 16 de Marzo, y camp? en Moraja con todas las apariencias de pasar la noche en aquel campamento, tomando las precauciones necesarias ? evitar el grave riesgo que le amenazaba por todas partes. Hizo poner las tiendas, encender fogatas, y cenar la tropa con brevedad, y al acabar el dia mand? de nuevo tomar las mulas de refresco que tenia anticipadas, y dejando el campamento con solo 20 hombres veteranos ? cargo de un oficial, se puso en movimiento con mucha precaucion y silencio; y dejando ? la derecha en el pueblo de Suipacha el camino de la Plata, tom? el de la izquierda, que dirigia ? Tupiza, previniendo al oficial que quedaba en el campo, cuidase con exactitud y vigilancia, permaneciesen encendidos los fuegos, y se pasase la palabra toda la noche: dej?ndole tambien la ?rden, para que antes de amanecer el nuevo dia, levantase el campamento, y siguiese sus pasos con el equipage y bagajes que le quedaban.

Se practic? este movimiento con tanto ?rden y destreza militar, que logr? eludir la cuidadosa vigilancia con que le observaban los rebeldes, los cuales quedaron sorprendidos ? las primeras luces del dia siguiente, por no saber el como, y por donde se habia desaparecido Reseguin. Dista Moraya de Tupiza 10 leguas de camino muy fragoso, la mitad cuestas y barrancos, y la otra mitad de profunda quebrada, por donde desciende un rio que se vadea muchas veces, y como ? dos leguas de aquella villa, es inevitable una angostura de medio cuarto de legua, en que no pueden ir mas que dos hombres de frente, y ? los lados tiene unos pe?ascos escarpados, de altura extraordinaria, que forman un callejon tortuoso, muy ? prop?sito para que un corto n?mero de hombres contenga y resista al mas numeroso ej?rcito. No ignoraban los indios las excelencias de aquel puesto, como que ha demostrado la experiencia su conocimiento y acierto para la eleccion de situaciones ventajosas, razon porque le habian escogido, para oponer la primera resistencia ? las tropas del Rey, considerando, que cuando llegasen ? ?l, estarian cansadas de superar los obst?culos, que por grados iban creciendo, as? como se iban acercando: porque ? los naturales del camino, agreg?base en aquella ocasion lo caudaloso del rio, que en algunos vados se pasaba con mucho trabajo y no poco peligro, aumentado por la oscuridad de la noche. Superados con diligencia y constancia todos los inconvenientes, lleg? la tropa ? la natural fortaleza ? que el arte no podia a?adir circunstancia, la que reconocida por algunas partidas que se formaron de los espa?oles fugitivos que eran pr?cticos del terreno, la hallaron desocupada, y se sigui? la marcha, no sin algun sobresalto, porque cuando se estaba en la mitad del peligro, se oy? un chasquido de honda, y que algunas piedras se precipitaban de lo mas alto. Todos se suspendieron, creyendo habian sido sentidos de los enemigos, pero el Comandante, animado de su resolucion, se volvi?, y les dijo: "ya el peligro es inevitable, lo que importa es salir de ?l cuanto antes." Y avivando el paso, mand? ? todos le siguiesen: en efecto, logr? atravesar aquel estrecho sin resistencia, y salir ? otra quebrada mas espaciosa, donde tuvo ya lugar la imaginacion para concebir fundadas esperanzas de un ?xito feliz. No malogr? instante Reseguin; y haciendo alto, reuni? su formacion dilatada por los regularos efectos del desfiladero, estendi? su frente cuanto le permitia la mayor anchura del camino; dividi? los 200 hombres que llevaba en cinco divisiones, las cuatro iguales, ? las ?rdenes de los oficiales veteranos, y la mayor qued? ? las suyas. A cada una se?al? un vecino del pueblo, que se dirigiese y apostase al paraje se?alado, y despues de haber hablado con entereza ? sus soldados, represent?ndoles su obligacion, el ?rden que debian observar, la obediencia y resolucion en el obrar, dobl? el cuidado y el silencio para seguir ? Tupiza. Lleg? ? esta villa ? las 4 de la ma?ana del dia 17, y la mand? rodear inmediatamente por las partidas, que ocuparon toda su circunferencia, para que nadie saliese de ella, y con la suya entr? por la calle principal, y se dirigi? ? la plaza mayor, sin que hasta entonces le hubiesen sentido sus vecinos ni los rebeldes que estaban entregados al sue?o con la mayor confianza, as? por el desprecio que hicieron del corto n?mero de tropas que los amenazaba, como por la distancia en que se hallaban el dia antecedente.

Su primer cuidado fu? asegurarse del caudillo principal Luis Laso de la Vega, que prendi? por s? mismo en la casa que habitaba, llam?ndole por su nombre, ? que contest? agriamente, porque se le incomodaba: pero reproduci?ndole desde afuera que se hallaba en gran peligro, porque estaban ya muy cerca las armas del Rey, se levant?, y medio vestido sali? en persona ? la puerta con un trabuco en la mano. Pero ganandole la accion, qued? inmovil al ver una visita que no esperaba, falt?ndole el movimiento, aun para dar impulso al gatillo, regulares efectos que ocasiona en los traidores la magnitud de su delito; ? presencia del Juez, de quien aguardan el castigo. Sigui?ronse sin intermision las prisiones de su secretario, Fermin Aguirre, sugeto espa?ol y no de comun nacimiento, quien por la ambiciosa fantasia de haberle nombrado Virey de aquella provincia, abraz? el partido sedicioso; y la de otros que se hallaban condecorados con varios t?tulos, para dividirse el marido de las cuatro que se habian propuesto dominar: y como una exhalacion mand? recorriesen sus tropas todas las inmediaciones de la villa, ? dos leguas de distancia, que lograron asegurar ? los demas c?mplices del tumulto. De modo que, por la tarde se hallaban en las c?rceles 100 reos de los principales y que mas se habian distinguido en aquella conspiracion. Se tomaron despues por el comandante todas las precauciones y providencias convenientes para asegurarse de una sorpesa, y las que se requerian para resistir ? los rebeldes, si intentaban invadir la villa, como se afirmaba, para libertar ? sus caudillos. Coloc? dobles guardias avanzadas, eligi? la iglesia para hacer la ?ltima resistencia, dispuso rondas, nombr? patrullas, encarg? la exactitud del servicio, y aumentaron su vigilancia y cuidado ? proporcion que aumentaba el peligro. Llam? las milicias del pueblo de Suipacha, que estaban por el Rey, y las de Tarija, reforz?ndose con las pocas reliquias de fidelidad que habian quedado, y antes que pudieran recobrarse los desleales del terror infundido por las armas del Soberano, la resolucion de aquella operacion, la inopinada prision de sus caudillos, y del conjunto de circunstancias que ocurrieron en accion tan determinada, nombr? partidas para evitar los da?os que seguian en todos los l?mites de la provincia que estaban conmovidos, y en que cometian los sediciosos atroces crueldades, obligando ? los habitantes espa?oles ? venir fugitivos, para acogerse ? la sombra de las tropas recien llegadas. Diariamente se presentaban viudas desamparadas y hu?rfanos afligidos, que abandonando sus haciendas, comodidades y domicilio, se reunian en Tupiza, para esponer al Comandante sus padecimientos, con la p?rdida de sus padres, maridos y bienes, que les habia quitado el rigor de los tiranos agresores; quienes egercitaron su barbarie, con mas exceso que en otras partes, en los minerales de Tomabe, Ubina, Tatasi, Portugalete y la Gran Chocalla, ultrajando ? los sacerdotes, profanando los templos, y cometiendo las mas sacr?legas muertes en ellos, con cuantiosos robos, despedazando los ingenios, y destruyendo las labores de las minas. O?ales Reseguin con afabilidad, consolaba ? todos con ternura, y ofrec?ales mirar por ellos, como un padre ben?fico por sus hijos; prometia hacerles restituir sus bienes, y derramar hasta la ?ltima gota de sangre en su defensa, y por tan justa causa.

La sedicion de esta provincia tuvo algunas circunstancias, por las cuales se hacia mas temible que la general que se esperimentaba en el Per?, y pudiera haber dado muchos cuidados, ? no haberse cortado tan oportunamente sus progresos. El autor y cabeza principal de ella, Luis Laso de la Vega, era de casta de los cholos, mas espa?ol que indio, y se hallaba sirviendo en calidad de sargento de aquellas milicias, ? quien acompa?aba un g?nio audaz y algunas particularidades que le hacian distinguir entre los suyos. Este inicuo, favorecido del corregidor, D. Francisco Garcia de Prado, correspondi? ? su benefactor con la mayor ingratitud, fraguando aquella trama, para usurpar el mando de las provincias de Chichas, Lipes, Cinti y Porco, aprovech?ndose de la fermentacion que habian causado los edictos y las diligencias de los comisionados del principal rebelde Tupac-Amaru, y los movimientos de las demas, que tambien obligaron al corregidor al acopio de algunas municiones, y ? reunir en Tupiza el regimiento de milicias de este nombre, compuesto de cholos y mestizos, en que servia Laso, quien di? principio ? sus ambiciosos y atrevidos pensamientos, el 6 de Marzo, aprovechando el acto de la revista, para conmover los ?nimos de sus soldados y compa?eros, que no tardaron en dejarse seducir, y sacudiendo las riendas de la obediencia, principiaron cuantos excesos les dictaba su antojo y sugeria el caudillo cuyo egemplo siguieron los indios circunvecinos y de la villa, creciendo el tumulto en tanta aceleracion, que desenga?ado Prado del ningun fruto que producian sus persuasiones y autoridad, no le qued? otro recurso que buscar el asilo de su casa con algunos de los suyos. Cerc?le en ella Laso con una crecida multitud, que inutilmente intent? romper ? caballo en algunas ocasiones favorables que se le presentaron, para ponerse en fuga y huir del riesgo que por instantes iba creciendo: pero viendo eran inutiles sus esfuerzos para encontrar la salida, resolvi? defenderse hasta el ?ltimo extremo, favorecido de las puertas y ventanas de su casa, desde donde empez? ? hacer fuego ? la multitud que le tenia cercado, que correspondieron del mismo modo; durando la confusion hasta la media noche, en que muertos ya algunos, otros fatigados y sin fuerzas para continuar la defensa, lograron los rebeldes incendiar la casa, y volar el repuesto de p?lvora que tenia acopiada para municionar aquella tropa, y caido un lienzo de pared, penetr? al corral el indio Nicolas Martinez, y hallando ? su corregidor aturdido en un rincon, se acerc? ? ?l y le degoll? prontamente, y le bebi? mucha parte de su sangre. Pudiera haberse salvado si con anticipacion hubiera emprendido la fuga, como se lo aconsejaban algunos sugetos bien intencionados, pero le fu? menos sensible perder la vida que abandonar sus intereses, adquiridos ? costa de un descontento general, que le puso en aquel estado y situacion.

Tal era el estado en que se hallaban aquellas provincias, cuando el comandante D. Jos? Reseguin lleg? ? ellas con su corto n?mero de tropas. El peso de tan graves cuidados, y la multitud de obst?culos que encontraba y que por momentos se aumentaban, no fueron bastantes ? detenerle ni ? intimidarle, antes bien, conociendo cuan conveniente era no perder un instante en semejantes ocasiones, se dedic? inmediatamente y con la mayor actividad al remedio de tantos y tan crecidos males, buscando incesantemente los recursos mas oportunos y eficaces para evitarlos. Su obrar activo, su esp?ritu y determinacion fueron sin duda los diques que contuvieron la velocidad con que corrian los progresos de la sedicion, y los que sofocaron las voraces llamas que habian comenzado ? arder con demasiada violencia, agitadas por las dulces lisongeras ofertas de la libertad que prometian los edictos de Tupac-Amaru, esparcidos por sus comisionados en todas partes, los que no dejaron de penetrar hasta los corazones de los habitantes de la provincia del Tucuman, cuyos naturales empezaban ya ? disponerse para admitir con gusto las turbaciones suscitadas en Chayanta y Tungasuca, no teniendo reparo en expresar publicamente lo muy grato que les seria el dominio de un due?o que aseguraba libertarlos de la opresion en que se consideraban. El 18 de Marzo recibi? los primeros pliegos del comandante D. Ignacio Flores, en que comunicaba el feliz ?xito que habia tenido el ataque de la Punilia, cuya noticia habia adquirido Reseguin pocas horas antes por algunas voces vagas: pero no tard? mucho el turbarse el regocijo de tan importante aviso, porque la misma tarde supo por D. Juan Domingo de Reguera, que se le present? vestido de cl?rigo, fugitivo del ingenio del Oro, se hallaba en ?l Pedro de la Cruz Condori, indio principal del pueblo de Challapata, provincia de Chayante, y Gobernador de los Cerrillos, intitul?ndose General de Tupac-Amaru, con mas de 4,000 rebeldes de quienes era tratado y obedecido con la mayor veneracion. Que representaba con mucha autoridad, adornado de las insignias correspondientes, el car?cter que suponia; que hablaba con entereza, manifestaba tener esp?ritu y resolucion, con alguna habilidad para desempe?ar el mando que obtenia, y que premeditaba atacar ? Tupiza, para libertar ? los delincuentes que estaban aprisionados en sus c?rceles. A?adio tambien, que tres indios hermanos, tomando los nombres, el uno de Tupac-Amaru, y los dos restantes el de Damaso y Nicolas Catari, habian entrado en algunos pueblos, asegurando eran los personages que fingian; y que los naturales sin mas ex?men, los seguian y obedecian ciegamente: con lo que habian juntado un cuerpo considerable, capaz de superar los esfuerzos de los pocos vecinos leales, que se habian mantenido por el Rey hasta entonces en algunas poblaciones; las que ya abandonaban apresuradamente, temerosos de la muerte y obligados del terror que infundian por todas partes aquellos tiranos, con muertes, robos y escandalosos excesos. Impuesto el Comandante de esta s?rie de calamidades, y que era muy conveniente atajarlas en sus principios, bien persuadido que con el retardo ? circunspeccion tomarian mas incremento y autoridad los nuevos caudillos, haci?ndose en cada momento de mayores fuerzas, dispuso saliesen ? su encuentro tres destacamentos, compuestos de tropa veterana y de milicias, que por distintos caminos llegasen ? un tiempo al paraje donde se hallaba acampado Pedro de la Cruz Condori, le atacasen de acuerdo, y procurasen su captura. Llegaron en efecto ? su vista, como se les habia prevenido, y reconociendo el corto n?mero de hombres que se les presentaba, los mir? con gran desprecio; y adelant?ndose con pocos de los suyos, para poder hablar con el comandante D. Jos? Vila, teniente de dragones de la expedicion, le propuso con la mas audaz confianza que se volviese, ? se le incorporase, porque de lo contrario, seria v?ctima del furor de su gente; pues era conocida temeridad intentar otra cosa ? vista de las fuerzas que tenia presentes. Lejos de intimidarse este oficial, cuyo bizarro esp?ritu acredit? despues repetidas veces en toda el tiempo de la rebelion, le reprodujo que se entregase, y no diese lugar ? que se derramase la sangre de aquellos infelices que traia enga?ados. Cuyas espresiones, oidas por uno de los indios que le acompa?aban, dispuso la honda en accion de despedir la piedra contra ?l; lo que advertido por Alonso Mesias, cabo de su propio cuerpo, arranc? una pistola, y con la bala atraves? el pecho del agresor, antes que acabase de poner en pr?ctica su comenzado intento. Este no esperado accidente atemoriz? ? los demas que acompa?aban ? Condori, y aturdidos emprendieron una fuga precipitada, para incorporarse con los mas distantes, entre quienes llevaron el des?rden: ? introduci?ndose entre todos la confusion, que regularmente causa la diversidad de pareceres, no pensaron mas que en la fuga, dejando en manos de los nuestros ? su venerado general, que llev?ndole bien asegurado, siguieron ? la Gran Chocalla en busca de los tres hermanos, que tuvieron igual suerte, y al sexto dia de su salida, regresaron ? Tupiza con todos estos reos, llenos de satisfaccion gloriosa, y con no poco contento de algunos espa?oles, porque veian recuperada mucha parte de las riquezas que les habia usurpado. Tambien fu? arrestado al propio tiempo el teniente de cura de aquel pueblo, el Licenciado D. Jos? Vasquez de Velazco, ? causa de habersele justificado acompa?? ? Condori en las aclamaciones que se hicieron de Tupac-Amaru, en las plazas p?blicas de su doctrina, habiendo hecho despues la demostracion de bendecir las tropas de aquel rebelde, implorando el favor del Alt?simo por la felicidad de sus armas, y convid?ndose ? seguirle hasta el ataque de Tupiza que premeditaba, contribuyendo con la autoridad de su car?cter ? promulgar los edictos, y esparcir las cartas sediciosas de que se valian para conmover los ?nimos, en que se espresaba de esta manera:--

SE?ORES PRINCIPALES, AS? ESPA?OLES COMO NATURALES Y MESTIZOS CRIOLLOS DE LA DOCTRINA DE SANTIAGO DE COTAGAITA:--

Muy Se?ores mios.--"Con la mayor urbanidad y atencion que se debe al trato humano, hago esta ? Vds. como Gobernador electo para estas provincias, en nombre de S.M.D. Jos? Gabriel Tupac-Amaru, Rey Inca de este vasto vireinato del Per?, y hablando con Vds. en calidad de embajador suyo, digo:--Que el fin ? que he venido ? esta provincia, y escribo esta, es, para saber el parecer y dict?men de sus voluntades en asunto ? vasallaje, del que tom?ndoles el consentimiento, quisiera que Vds. deliber?ran el partido ? que se inclinan, y me avisar?n su dict?men: esto es, si se conforman ? ser vasallos debajo de las banderas de dicho Monarca, cuya piedad y clemencia no propende ? otra cosa que ? la conservacion, pac?fica tranquilidad y alivio de todos los paisanos, as? naturales como espa?oles y mestizos criollos, y otros sugetos de cualquier calidad ? condicion, nacidos en nuestras tierras, sac?ndolos del grav?men y yugo pesado que hasta el dia nos ha tenido debajo de su peso tan oprimidos, mediantes el gobierno tirano de Espa?a, con sus pechos insoportables, que no parecia otra cosa que una servidumbre de total esclavitud, ? semejanza del cautiverio de Babilonia, en donde el pueblo de Dios Israelita, gemia. Por lo que habi?ndose visto con maduro acuerdo todos estos motivos, en nombre de Dios, Nuestro Se?or, y despues de ?l, en el de nuestro referido Monarca, Inca, vengo ? convidarles mas bien con la paz y concordia, que ? hacerles guerra. Pero, si despreciando este dulce llamamiento y convite, quisieren Vds. sorprenderme, experimentar?n despues el castigo rigoroso que previene nuestro Monarca en su edicto, del que remito un tanto, sacado ? la letra, para que Vds. se impongan de los fines tan santos y rectas intenciones que lleva enderezadas en esta empresa. Y en el supuesto que Vds. y los demas individuos principales que componen este cuerpo, admitan este partido que se les propone, se fijar? en los lugares p?blicos y convenientes, despues que se lea en tono de bando y pregon, para que todos comunmente entiendan y se impongan en su contenido.

"Tambien hago saber ? Vds., para que no vivan recelosos, equ?vocos ? confusos, como en esta doctrina de Tatasi ? Chocalla tengo en prisiones, para aplicarles la pena de muerte, ? ciertos bandoleros y facinerosos, que fingiendo ser comisionados de nuestro Monarca, Inca, y usurpando varios t?tulos furtivos, cometieron muchos delitos de alevosia y asesinato, y arrastraron muchos vecinos espa?oles y mestizos de varios pueblos, como son, Tolapampa, Ubina, este de Chocalla y otros, solamente llevados del perverso fin de robar y de su desordenada codicia. Contemplando lastimosamente la noticia que corre por ac?, de que en ese pueblo de Santiago han muerto los naturales ? su Gobernador, y no s? ? que espa?ol criollo; amonesto ? dichos indios naturales se contengan en egecutar estas muertes, que sin tener facultades ni motivos las hayan cometido, que eso no manda nuestro piadoso Monarca, sino solo rebatir el mal gobierno con el exterminio ? expulsion de los corregidores europeos, y que armados todos los indios y espa?oles criollos, le defendamos, en caso de que por alguno de los puertos de este reino venga alguna armada de soldados contrarios, y opuestos ? su corona.

"Y porque espero en su Divina Magestad, que por su infinita misericordia admitan Vds. esta propuesta, no soy mas, ? quien ruego les guarde muchos a?os. Chocalla, y Marzo 19 de 1781.--B.L.M. de Vds. su seguro servidor que su bien desea."

D. Jos? Gabriel Tupac-Amaru, Indio de la sangre real, y tronco principal:--"Hago saber ? los paisanos criollos, moradores de la provincia de Chichas y sus inmediaciones, que viendo el yugo fuerte que nos oprime con tanto pecho, y la tirania de los que corren con este cargo, sin tener consideracion de nuestras desdichas, y exasperado de ellas y de su impiedad, he determinado sacudir este yugo insoportable, y contener el mal gobierno que experimentamos de los gefes que componen estos cuerpos: por cuyo motivo muri? en p?blico cadalso el corregidor de esta provincia de Tinta, ? cuya defensa vinieron ? ella de la ciudad del Cuzco, una porcion de chapetones, arrastrando ? mis amados criollos, quienes pagaron con sus vidas su audacia y atrevimiento. Solo siento de los paisanos criollos, ? quienes ha sido mi ?nimo no se les siga algun perjuicio, sino que vivamos como hermanos, y congregados en su un cuerpo, destruyendo ? los europeos. Todo lo cual, mirado con el mas maduro acuerdo, y que esta pretension no se opone en lo mas leve ? nuestra sagrada religion cat?lica, sino solo ? suprimir tanto des?rden, despues de haber tomado por ac? aquellas medidas que han sido conducentes para el amparo, proteccion y conservacion de los espa?oles criollos, de los mestizos, zambos ? indios, y su tranquilidad, por ser todos paisanos y compatriotas, como nacidos en nuestras tierras, y de un mismo or?gen de los naturales, y haber padecido todos igualmente dichas opresiones y tiranias de los europeos,--ha tenido por conveniente hacerles saber ? dichos paisanos criollos, que si eligen este dict?men, no se les seguir? perjuicio ni en vidas ni en haciendas; pero si despreciando esta mi advertencia hicieren lo contrario, experimentar?n su ruina, convirtiendo mi mansedumbre en sa?a y furia, reduciendo esta provincia en cenizas; y como s? decirlo, tengo fuerzas, pesos, y ? mi disposicion todas estas provincias comarcanas, en union entre criollos y naturales, fuera de las demas provincias que igualmente est?n ? mis ?rdenes, y as? no estimen en poco esta mi advertencia, que es nacida de mi amor y clemencia, que propende al bien comun de nuestro reino, pues se termina ? sacar ? todos los paisanos espa?oles y naturales de la injusta servidumbre que han padecido. Mirando al mismo tiempo como por principal objeto el que cesen las ofensas ? Dios Nuestro Se?or, cuyos ministros, los Se?ores sacerdotes, tendr?n el debido aprecio y veneracion ? sus estados, y del mismo modo las religiones y monasterios, por cuya piadosa y recta intencion con que procedo, espero de la divina clemencia, como destinado por ella, para el efecto me alumbrar? y gobernar? para un negocio en que necesito toda su asistencia para su feliz ?xito.

"Y para que as? tengan entendido, se fijar?n ejemplares de este edicto, en los lugares que se tengan por conveniente, en dicha provincia, en donde sabr? quienes siguen este dict?men, premiando ? los leales, y castigando ? los rebeldes, que conocereis vuestro beneficio, y despues no alegareis ignorancia. Es cuanto puedo deciros. Lampa, y Diciembre 23 de 1780."

Ya no quedaba en toda la provincia caudillo alguno que pudiese dar cuidado. Las partidas de tropa veterana que se habian dejado ver por toda su jurisdiccion, habian llenado de respeto ? los indios que habitan los pueblos, y ya empezaban ? distinguirse algunas se?ales de sumision en sus vecinos, porque con apresurada diligencia venian ? Tupiza los Gobernadores indios, ? implorar el perdon, manifestando su mayor cuidado en acreditar no habia llegado el caso de sublevarse formalmente, lo que di? lugar al comandante, para substanciar las causas ? los reos que tenia aprendidos, lo que se verific? militarmente, y justificados los delitos sufrieron el ?ltimo suplicio 23 de los principales, y los restantes se condenaron ? presidio y azotes: todo lo que se egecut? sin haber ocurrido la menor novedad, ? pesar de las amenazas que se habian publicado en algunos papeles sat?ricos, que prometian atacar la villa para libertar los opresores. Se continuaron por aquel celoso oficial las mas exactas y activas diligencias para recuperar los bienes robados, as? de los espa?oles que habian muerto, como de los que estaban fugitivos. Consigui? juntar mas de 2,500 pesos, que devolvi? ? sus due?os, precedidas las diligencias precisas de justificacion de legitimidad, y entreg? al juzgado de bienes de difuntos, sin mas cargo que el de rogar ? los interesados mantuviesen ? sueldo, por algunos dias ? su costa, las milicias que tenia alistadas, con el fin de ahorrar ? la real hacienda este gasto, ? que se convinieron gustosos, en atencion ? los muchos beneficios que les habia proporcionado.

Atento despues al establecimiento de la quietud p?blica, y considerando que para conseguirla era preciso asegurar enteramente el recelo del castigo, que susistia en algunos pueblos que habian contribuido en mucha parte ? aquella conspiracion, determin? hacer publicar en todas las iglesias, por sus respectivos curas, el edicto siguiente:--

"Hago saber, que habiendo llegado ? esta villa de Tupiza con una porcion de gente, de la que ha dispuesto pase ? la ciudad de la Plata, el Exmo. Se?or D. Juan Jos? de Vertiz y Salcedo, Virey Gobernador y Capitan General de las provincias del Rio de la Plata, &c., para establecer la quietud y sosiego de las que estuviesen conmovidas y sublevadas, siendo una de ellas esta de Tarija y Chichas, hall? conveniente hacer saber ? los Gobernadores, curas, segundas y demas habitantes de los pueblos de su jurisdiccion, se mantengan sin la menor novedad en sus respectivos domicilios, continuando las tareas, faenas y trabajos, ? que se dedicaban antes de los presentes alborotos, porque de lo contrario esperimentar?n el mas severo castigo. Asimismo mand?, que ? cualquiera individuo que se presente, aseguren y pongan ? mi disposicion, ? fin de evitar en adelante, que estos mal intencionados aprovechen la ocasion de sorprender y seducir los ?nimos sencillos de los indios, robar las haciendas, y cometer muchos atentados atroces, dignos de la mayor pena. As? tambien les hago saber, que las tropas y armas del Rey no vienen con otro objeto que el de disipar las presentes turbaciones, castigar ? los culpados, y restablecer en todas partes el buen ?rden y administracion de justicia. Por lo que encarg? ? todos muy particularmente no tengan el menor recelo, ni abandonen sus habitaciones ? la aproximacion de dichas tropas, y les exhort? por el presente, ? que se mantengan leales vasallos de S. M., porque si as? no lo egecutaren, esperimentar?n los mas terribles efectos de severidad, traslad?ndome inmediatamente con fuerzas competentes, para dar el merecido castigo ? los que no diesen entero cumplimiento ? cuanto en este se previene. Dado en la villa de Tupiza, ? 20 de Marzo de 1781."

JOSE RESEGUIN.

Produjo esta diligencia, todos los favorables efectos que se esperaban, porque con indecible diligencia se presentaron muchos indios principales, representando sus pueblos, para asegurar al Comandante su mas constante resolucion de mantenerse leales: de modo que en tan corto tiempo qued? enteramente sosegada la provincia, y sin recelo las inmediatas, que esperaban impacientes la llegada de la tropa, para dar las mismas pruebas y demostraciones de fidelidad. Se volvieron ? trabajar las minas, se transitaba ya por las calles y caminos sin cuidado, se despach? ? la Plata y Potos? la balija de la correspondencia del p?blico, que estaba detenida en Mojo, y todo volvi? ? tomar el ?rden alterado por los sediciosos, y despues de algunas disposiciones gobernativas y de precaucion, se puso Reseguin otra vez en movimiento, el dia 5 de Abril de 1781, para el pueblo de Santiago de Cotagaita, ? donde habia hecho adelantar al capitan de infanteria de Savoya, D. Joaquin Salgado, con 50 hombres, para sostener aquel vecindario, y animar ? sus milicianos que tuvieron la gloriosa determinacion de mantenerse leales y contrarestar los esfuerzos y persuasiones de los rebeldes, cuya her?ica accion se hace acreedora ? una perpetua memoria.

Dos dias solamente emple? Reseguin en el camino, sin embargo de distar 18 leguas, y estar acometido de una fuerte terciana, de cuyo accidente adolecia mas de la tercera parte de los soldados, y casi todos los oficiales: lo que tampoco fu? obst?culo para que dejase de substanciar inmediatamente las causas ? mas de 80 reos que se hallaban en aquellas c?rceles, aprendidos en las salidas que habian hecho aquellas leales milicias, entre los cuales se hallaban algunas cabezas principales en la conjuracion de la provincia de Lipes, c?mplices en la muerte de su corregidor, D. Francisco Revilla, ? quienes examinados y justificados sus delitos, se condenaron once ? pena capital, y ? presidio los restantes. Entre los primeros ocurri? un suceoo que tiene mucho de milagroso. Uno de ellos, reo de dos muertes, y que en el tumultuoso des?rden de la doctrina de Tatasi habia tomado y maltratado ? su cura dentro de la iglesia, con fuertes golpes, y por varias veces le habia puesto el cuchillo ? la garganta para degollarle, amaneci? muerto el dia que se habia de verificar en su persona el ?ltimo suplicio, de lo que inmediatamente se di? parte al Comandante, quien la tarde antes le habia tomado la declaracion, sin notarle indisposicion alguna: y creyendo que aquel accidente le nacia de algun efecto de desesperacion ? de descuido, mand? se le reconociese; lo que egecutado, le hallaron el brazo y mano con que habia cometido el sacrilegio, enteramente descarnado el hueso, como si fuese de un esqueleto de muchos a?os, y la manga de la chupa llena de gusanos: de todo lo que enterado Reseguin, dispuso se colgase en la horca, y que el cura explicase al numeroso concurso que estaba presente, el or?gen y las causas de aquel portento.

Concluidos los asuntos criminales, cuid? Reseguin de significar ? los leales moradores de Cotagaita, haria presente al Soberano su acrisolada fidelidad, y les exhort? ? la continuacion de sus buenos prop?sitos, d?ndoles las gracias en nombre del Rey por sus distinguidos servicios: ? que correspondieron aquellos vecinos, juntamente con los de Tupiza y demas espa?oles que habia librado en toda la provincia, con las mas expresivas demostraciones de respetuoso agradecimiento, aclam?ndole su libertador, y ofreciendo dirigir al Alt?simo los mas solemnes votos por la felicidad de quien les habia restituido en la antigua pac?fica posesion de sus casas y haciendas. Pero temiendo aun aquellos ?nimos, que todavia no habian convalecido del pavoroso espanto que ocasionaron en sus corazones los estragos y crueldades de los tiranos, le dirigieron una representacion, para que se detuviese, en que se expresaron de este modo:--

Se?or Comandante General D. Jos? Reseguin.

Contest?les Reseguin verbalmente en los t?rminos mas benignos y eficaces para consolarlos, y no obstante su corto n?mero de tropas, determin? dejarles ? D. Joaquin de Soria, teniente del regimiento de infanteria de Savoya, oficial de acreditado esp?ritu y conducta, con 25 veteranos y salte?os: destacamento que le pareci? suficiente, as? para tranquilizarlos, como para sostener la expedicion, que de aquellas propias milicias habia dispuesto entrase en la provincia de Lipes, con las miras de hacer presos ? los cabezas principales de aquel levantamiento, libertar la muger del difunto corregidor, que aun mantenian prisionera, vestida ? su uso, y en servicio de una de las indias principales, y tambien para acabar de afianzar la quietud de aquellos naturales, cuyas turbaciones se daban las manos con las de la provincia de Porco, que suscitaban en Yora, Tomabe y otros pueblos, algunos ?nimos inquietos: las que dieron no pocos cuidados y desvelos ? la imperial villa de Potos?, que se vi? muchas veces amenazada de ser invadida por aquellos insurgentes, cuyos temores tomaban mayor incremento, por la impericia militar y natural en un Gobernador togado, que sobresaltaba y precavia mas de lo que era necesario, para las amenazas que diariamente le dirigian los rebeldes, con el fin de mantenerle en continuo subsidio, hasta que las acertadas operaciones de Reseguin hicieron calmar todos los recelos, como lo espresa el mismo Gobernador D. Jorge Escobedo, en carta de 9 de Abril de 1781, en que lo dice aquel Ministro: "Confio se restablezca la quietud de estos lugares, porque ya parece manifiestan el miedo, que los primeros pasos de Vd. les ha dado; pues ayer hubo carta, en que piden se interceda por ellos para el perdon, y en Tomabe podr?n ? estas horas estar presos los principales." Estas y otras noticias, que adquiri? el Comandante, le aseguraron el buen estado en que estaban aquella ? inmediatas provincias, y consider?ndolas ya libres del contagio que habian introducido en ellas las diligencias de los sediciosos, determin? ponerse en camino el dia 11 del citado mes de Abril, sin esperar la salida de la espedicion de Lipes, por los cuidados que mas adelante llamaban su atencion. Pero no tard? mucho tiempo en saber, habia tenido el ?xito mas feliz; cumpliendose exactamente cuanto habia prevenido en las instrucciones que dej? ? D. Antolin de Chabarri, y ? quien nombr? Comandante de ella y de las milicias de Santiago de Cotagaita, que dirigi? con acierto aquella operacion, desempe?ando puntualmente todos los encargos que se le habian confiado.

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