Read Ebook: Viajes de un Colombiano en Europa segunda serie by Samper Jos Mar A
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Ebook has 568 lines and 141640 words, and 12 pages
VIAJES DE UN COLOMBIANO EN EUROPA
POR
JOS? M. SAMPER.
SEGUNDA SERIE SUIZA Y SABOYA.-ALEMANIA DEL RIN.-B?LGICA.-FRANCIA. PARIS
IMPRENTA DE E. THUNOT Y C?, CALLE RACINE, 26.
A MONSIEUR LE PR?SIDENT DE LA SOCI?T? D'ETHNOGRAPHIE ORIENTALE ET AM?RICAINE DE FRANCE.
MONSIEUR,
Veuillez accepter aussi, mon savant et respectable coll?gue, l'assurance de ma consid?ration la plus distingu?e.
JOS? M. SAMPER.
Paris, le 1er juillet 1862.
?NDICE.
A MONSIEUR LE PR?SIDENT DE LA SOCI?T? D'ETHNOGRAPHIE ORIENTALE ET AM?RICAINE DE FRANCE v
INTRODUCCI?N. 1
PRIMERA PARTE
SUIZA Y SABOYA.
SEGUNDA PARTE.
LA REGION DEL RIN.
TERCERA PARTE.
B?LGICA.
INTRODUCCION.
Si hubiera de dirigirme ? lectores europeos, ? no escribiria la relacion de mis modestos viajes, ? habr?a procurado darles ? estos otras proporciones, traz?ndome un m?todo que me permitiese emprender estudios de alguna seriedad ? trascendencia, dentro de la medida de mis d?biles fuerzas. Pero no: viajo por mi patria, es decir con el solo fin de serle ?til, y escribo para mis compatriotas y hermanos los Hispano-Colombianos. He creido que lo que importa mas por el momento no es profundizar ciertos estudios, sino vulgarizar ? generalizar nociones. A los pueblos de Hispano-Colombia no les ha llegado todav?a el momento de los estudios fuertes, por la sencilla raz?n de que la inmensa masa popular no tiene a?n la nocion general del progreso europeo. Hasta tanto que esa masa no haya recibido la infusion elemental de luz y fuerza que necesita para emprender su marcha el mejor servicio que se le puede hacer es el de la simple vulgarizacion de las ideas elementales. Despues vendr? el tiempo de los trabajos laboriosos y profundos.
La inmensa mayor?a de los Hispano-Colombianos no conoce, por falta de contacto ?ntimo con Europa, los rudimentos ? las verdaderas condiciones del juego general de la pol?tica, las letras, la industria, el comercio y todos los grandes intereses vinculados en Europa. De ah? provienen graves errores de apreciacion, de imitacion ? de indiferencia, que se revelan en la pol?tica, la literatura, la legislacion y las manifestaciones econ?micas de Hispano-Colombia.
Desvanecer, si puedo, esos errores, d?ndole ? la expresion de lo que me parece la verdad las formas simp?ticas de lo pintoresco y el atractivo de una r?pida, fiel y animada narraci?n, tal es el objeto de estas p?ginas de impresiones.
Mi proceder, como narrador de r?pidas y modestas excursiones, es muy sencillo: consiste en no dejar en olvido nada de lo que he observado, ? mirado siquiera, interesante por algun rasgo caracter?stico; y en no inventar nada, sino relatar con candor cuanto me ha impresionado por cualquier motivo, manteniendo en la exposicion de todos los pormenores, por variados que sean, la armon?a de la verdad, de lo bello y lo ?til, de lo natural y social. Es as? como surge de la narracion la im?gen compleja de un pa?s, semejante ? una fisonom?a humana en que se ven armonizar diversas formas: el ojo ardiente y luminoso, que revela un esp?ritu; la boca palpitante, que respira pasion, y la protuberancia huesosa ? muscular, donde reside una fuerza.
Suiza me picaba vivamente la curiosidad por sus especialidades, que la hacen tan singular ? interesante en Europa. Su topograf?a y composicion geol?gica, su sistema hidrogr?fico y sus neveras colosales y vast?simas, le dan la prioridad de interes en el estudio de esa maravillosa historia del progreso de la Creacion ? de la fisiolog?a del globo, escrita en grandes y peque?os caract?res en las rocas aglomeradas en el trascurso de millares de siglos, por una serie de revoluciones naturales de la materia org?nica, para ofrecerle al hombre la base de su imperio divino. Las admirables hermosuras de ese inmenso archipi?lago de monta?as, lagos y nevados que se llama Suiza, excitaban en m? esa irresistible inclinacion h?cia lo bello, lo grandioso y po?tico, que eleva el sentimiento y le da expansion al alma, haci?ndole admirar, con ?xtasis ? arrebato alternativamente, las obras del Inefable Art?fice.
Mis esperanzas no fueron frustradas. En cuanto era dable obtener nociones importantes, mediante una incompleta y r?pida excursion, pude sacar en consecuencia esta conviccion: el estudio atento de la Confederacion Helv?tica es el que, por las condiciones m?ltiples y peculiares de ese pa?s, puede ofrecer las pruebas mas perentorias en favor del principio de libertad y justicia, ? de justicia en la libertad, como la base de toda civilizacion fecunda en progreso y bienestar. Tengo la confianza de que algunas de las p?ginas de esta narracion, sinceramente ver?dica, justificar?n esa conviccion.
PARTE PRIMERA.
SUIZA Y SABOYA.
DE PARIS A GINEBRA.
La Francia centro-oriental.--Los paisanos franceses.--Las campi?as bresanas.--La vuelta del vencedor.
El sol de julio doraba con sus tibios y alegres rayos matinales los pabellones de las magn?ficas arboledas, las c?pulas y torres de los altos monumentos y el enjambre desigual de los techos de pizarra, que se destacaban sobre las plazas y calles todav?a silenciosas de Paris. Ap?nas comenzaba ? despertar la ilustre metr?poli de su sue?o de est?o, cuando entr?bamos ? la inmensa estacion ? embarcadero del ferrocarril que conduce ? Lyon y el Mediterr?neo. Tal debia ser nuestra via para penetrar ? Suiza por el lado meridional, y visitar la Saboya del norte, pa?s pintoresco, monta?oso y esencialmente estrat?gico que despues ha sido el objeto de una complicacion para la diplomacia europea.
Al subir ? un wagon del tren, mi esposa me decia con dulce confianza: <
Despues la via sale de la hoya del Sena para pasar ? la del Saona, de modo que se sirve sucesivamente del curso de valles que se inclinan, en opuestos sentidos, h?cia el canal de la Mancha y el Mediterr?neo. De esa manera el ferrocarril sigue por los departamentos de:
A cada trecho ve?amos, bajo los sombreros de fieltro burdo, ? de paja amarilla y anchas ?las, fisonom?as femeninas bastante graciosas, con ese color vago del tipo de la Francia centro-oriental, que no es ni el rubio delicado de Picard?a y Normand?a, ni el suave sonrosado de las alturas jur?sicas, ni el moreno picante de las gentes que pueblan las comarcas meridionales de Francia. Donde quiera tambien nos interesaba la robustez del campesino, su rusticidad mezclada de buen sentido y astucia, sus movimientos desembarazados y su insaciable y c?ndida curiosidad. Y todo eso realzado por cierta originalidad de vestidos que, sin tener la gracia de los alpestres y meridionales, ni la curiosa extravagancia de los bretones, normandos y alsacianos, nos revelaban una tendencia notable h?cia las combinaciones pintorescas.
--Eh, se?or maquinista! digale U. ? Su Majestad que se d? priesa!
--Bah, gazn?piro! qui?n te ha dicho que Su Majestad corre como el chorro de tu molino?
--Diantre! si se hace esperar!
--Si as? se portara el Recaudador!...
--Que nos sirvan refrescos mi?ntras viene!--gritaba otro mas atolondrado.
--Y si no viene?
--Ser? mas largo el refresco.
--S?; comeremos mas! El emperador pagar? todo!
--Viva el emperador!
Mas adelante, al ver que llegaba nuestro tren, un paisano poco erudito en geograf?a y otras cosas, grit? con todos sus pulmones:
--Bravo! viva el emperador!
--Bruto!--le dijo uno de los compa?eros,--?no ves que ese tren viene de Paris?
--Y ?qu? me importa eso, si me han encargado que grite cuando llegue el tren?
--Tambien podia ser de carbon ? le?a, y ser?as capaz de tomarlo por el tren imperial....
--Aguarda un poco, Juanillo, a?adi? otro; ya tendr?s ocasion de gritar y dejar contento al alcalde.
En otra estacion, al notar que renovaban el agua en las calderas de la locomotiva, un paisano mazorral observ?:
--Diantre! hasta la m?quina bebe, mi?ntras que yo estoy ? seco!
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