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Read Ebook: Novelas y cuentos by Est Banez Calder N Seraf N

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Ebook has 831 lines and 49489 words, and 17 pages

COLECCI?N UNIVERSAL

N.os 46 y 47

S. EST?BANEZ CALDER?N

Novelas y cuentos

Precio, 0,60 ptas.

MADRID-BARCELONA

ES PROPIEDAD

Copyright by Calpe, 1919.

Papel fabricado especialmente por LA PAPELERA ESPA?OLA.

"Tipogr?fica Renovaci?n" , Larra, 8.--MADRID.

?NDICE

A Don Luis Usoz y R?o

A DON LUIS USOZ Y RIO

Cosa dif?cil por cierto ser?, querido amigo m?o, el que esos desairados rasgos de mi pluma y esas fantas?as de mi imaginaci?n abatida logren de la severidad y correcci?n de tu gusto y de tus conocimientos en los primores y galas de nuestro feliz idioma la indulgencia de que tanto necesitan los frutos de mi est?ril ingenio. Cosa ser?, por cierto, dif?cil; pues en ?poca como la presente, en que por todas partes y en todas las lenguas de Europa se ven brotar obras de imaginaci?n, hijas de ingenios esclarecidos, que se afanan por coger una hoja de laurel en senda tan ?spera, a puro ser batida y trillada; es preciso achacar antes a lance de buena fortuna, que no a deliberado fruto del talento y del estudio, el crear, el escribir por tal estilo, que merezca los honores de la lectura. Mas no todo lo que se escribe se escribi? con el estudiado objeto de mantener la atenci?n p?blica, con la pretensi?n de crear en los otros nuevas sensaciones, con el prurito de hacerse notable, de hacerse mirar, como ventana de donde sale disparado cohete volador. No, amigo m?o: se escribe por fiebre, por enfermedad; se escribe tambi?n por consuelo, por desahogo, por verdadero remedio. ?Qui?n podr? explicar a cu?l de los dos instintos deban referirse esas inspiraciones que vas a leer? ?Ni qui?n puede jam?s, en medio de las borrascas de la vida, explicarse, comprenderse a s? mismo, darse cuenta de los resortes que han movido a su mente, ni de las ideas que han presidido a sus inspiraciones? Nadie, amigo m?o. T?, empero, leyendo esas mis fantas?as nacidas en un suelo de azahares, en un pa?s de ilusiones y recuerdos, retratando las desventuras de una naci?n desgraciada, los infortunios de altos personajes tra?dos a menos, a la muerte, y al vilipendio por el desd?n y la crueldad de la mala suerte, sabr?s distinguir la realidad de la ficci?n, lo que son memorias lejanas de lo que son ecos de sensaciones m?s inmediatas, de impresiones acaso palpitantes todav?a. Tu sagacidad sabr? hacer tal distinci?n, y de todos modos un leve signo de aprobaci?n tuya, un movimiento solo de simpat?a de parte de tu coraz?n, llenar? al m?o de placer y de cierto linaje de agradecimiento, que me enlaza con el sentimiento de la gloria y del porvenir.

EL SOLITARIO

CRISTIANOS Y MORISCOS

NOVELA LASTIMOSA

CAPITULO PRIMERO

Otros declararon a sus naturales las cosas extra?as y peregrinas por interpretaci?n, y perpetuaron las propias para un claro ejemplar en la memoria de las letras, dando a cada cual su medida como jueces de la fama y testigos de la verdad.

LUIS DEL MARMOL.

Fresca y apacible tarde del oto?o hac?a, y como domingo alegre despu?s de v?speras, por gustoso recreo se derramaban all? en los ruedos y ejidos del lugar los habitantes r?sticos de cierta aldea, cuyo nombre, si no lo apuntamos ahora, es por hacer poco al prop?sito de la historia que vamos relatando. Baste s?lo decir que el tal lugar estaba en lo m?s bien asentado de la Andaluc?a, para saber que era rico, y que no distando sino poco trecho de la ciudad de Ronda, disfrutaba del sitio m?s pintoresco y de m?s r?stica perspectiva que pueden antojarse a los ojos que se aficionan de las escenas de riscos, fuentes y frescuras.

Aquellas buenas gentes, digo, unas sub?an a las m?s altas crestas de los montes, para divertir los ojos en la sosegada llanura del mar, que all? al lejos se parec?a; otras se entraban por entre las arboledas y frutales de tanto huerto y jard?n como cercaban la aldea, y aqu? o all? grupos de mancebos granados o muchachos de corta edad se entreten?an en jugar al mallo y en tirar la barra, o en soltar al aire pintadas pandorgas con la mayor alegr?a del mundo.

Entretanto, ciertas personas m?s graves y de mayor autoridad, como desde??ndose de participar de aquellos entretenimientos, o comunicarse con tales gentes, buscaban separadamente su recreaci?n, pase?ndose por cierta senda muy sombreada de ?rboles y apacible por todo extremo.

Esta senda era la que conduc?a al principal pueblo de la comarca, y por ello, y por no ser tan riscoso el terreno por aquella parte, ofrec?a cierta apariencia y espaciosidad muy de molde para emprender un buen paseo, que por t?cito consentimiento de los paseantes, ten?a su t?rmino en una blanca capilla, alzada a San Sebasti?n por el buen celo de los cristianos viejos que habitaban entre los moriscos de aquellas quebradas.

El c?sped que crec?a al pie de los tapiales de las heredades contiguas ofrec?a asiento en todo lo largo del camino, y los ramos y follaje que rebosaban por cima de los setos y bardales, formando una b?veda de verdura, templaban los duros rayos del sol, o las asperezas del viento en las estaciones r?gidas del a?o.

En cierta anchura que abr?a la senda a distancia igual de la aldea y de la bendita capilla, al lado de una fuentecilla fresca, de clara y sonante agua, y bajo la frondosa sombra de dos nogales hermosos, estaba sentado un personaje, no de la mejor catadura, y que por ser sujeto de razonable influencia en este cuento, no ser? fuera de prop?sito presentarlo en este punto con ayuda de cuatro pinceladas.

Su estatura estaba entre los dos extremos, ni muy alto ni muy bajo, bien que si se tomaba en cuenta cierta curvatura de la espalda, que bien le embeb?a y menguaba dos pulgadas, m?s se alejaba de ?sta que no de aquella medida: ciertas muletas que al lado ten?a, mostraban no conservar sus piernas un paralelo bien exacto, y un parche que le obscurec?a el siniestro ojo lo dar?a por tuerto, a no ser que lo encendido, bermejizo y fontanero del otro no lo pusiese casi casi en opini?n de ciego, para todo el que tropezaba con tal figura.

El traje no era de gala, y distaba mucho de lo profano, pues del zapato hasta la rodilla no hab?a m?s adorno que una pierna viva, que si bien tostada por el aire, daba l?stima, por sus formas y su vigor, que adoleciese el amo de aquel achaque de la cojera. Desde la rodilla reinaban unas medias calzas de mal pardillo, condecorado con los cuatro t?tulos de revuelto, roto, ra?do y remendado, y con esto y un mal gab?n pasado con mangas por los hombros se cumpl?a la buena traza de aquella persona, si es que no contamos un zurroncillo como de pastor que le adornaba las espaldas.

La cara de este mendigo estaba muy lejos de parecer tan triste como su mal porte ped?a; muy al contrario, y con gran maravilla del que lo viera, mostr?base alegre y nada desatalentado, y m?s bien avenido con las burlas que no con l?stimas y quejumbrer?as. Estaba sentado con gran sosiego, halagando con una mano el lomo de un buen gozque, que le serv?a a un tiempo de sincera ayuda y de amigo desinteresado, mientras que risue?amente as? hablaba con un muchacho, que frontero de ?l se ve?a sentado, respondiendo a las curiosas preguntas que le enderezaba el de las muletas.

--Con que dime, Mercado, ya que tus ojos linces por medio de tu bien cortada lengua me enteran y dan raz?n de lo que mi vista menguada no alcanza alrededor suyo, dime, repito, ese que pas? tan mesurado, ?es el reci?n venido para completar las dos docenas de cristianos viejos que viven entre esta canalla morisca?

--S?, hermano, ?ste es, Pero Ant?nez el viejo.

--?Este es el que presta un celem?n, y recoge dos fanegas de grano de los perros descre?dos?

--Hermano, s?.

--He ah? una usura, respondi? el soldado, que ning?n mal acarrea ni al cuerpo ni al alma. ?Y el otro que le acompa?aba era Juan Molino, el corchete ganz?a, que lleva cuenta de los moriscos que ni van ni vienen a la iglesia?

--S?, hermano.

--?El que la hace pagar gallina por falta, o maraved? por descuido?

--S?, hermano.

--Bueno, bueno; he aqu? el primer corchete que no ejecuta el mal, cumpliendo con su empleo. ?Y pas? tambi?n la due?a Berm?dez, la que endotrina a las cristianillas nuevas, y las pellizca si no le toman sus aleluyas, y las repellizca si no la dan sendas blancas por ellas?

--S?, hermano, ya pas?.

--?Y el arcabucero Jinez, y el soldado Pinto, y el herrador Ortu?o, todos han ido su paso, eh?

--S?, s?, hermano.

--?Y ninguno ha dicho, buen ciego, hermano Cigarral, tome ah? esa tarja, o rel?mase con ese buen cuartalejo de pan?... Vaya, vaya, fuerza ser? dejar el paso libre a estos cristianos viejos, y ponerse delante de los que no tienen tanta enjundia de rancio en la caridad; pero, ?qui?n que tenga sangre pura castellana alargar? la mano ante estos miserables aljamisados, que por ladinos que sean, siempre huelen sus pensamientos a Mahoma, como sus palabras a la algarab?a? M?s vale morir por hambre... Pero alto all?, Mercado hijo, gente suena... Principiaremos las l?stimas por si ablandamos la dureza de algunos de estos hombres de pedernal.

--S?, hermano, respondi? Mercado, pasos se sienten, y no har?a mal en repetir la retahila.

Y de como esto oy? el del gabancillo y muleta, el manco y de entrambos ojos mal parado, aqu?l emparchado y ?ste manantial y bermejizo, as? comenz? a perorar:

--No, hermano; los pasos del que viene siguen muy reposados, y suenan muy al comp?s; pero el ramaje, que tanto se inclina y enmara?a por este sitio, roba al alcance de los ojos lo que permite al sentido de las orejas.

--Si vienen con mucha pausa, es sin duda el doctor y boticario Gorgueran, el m?dico, que cura por igual todos los miembros del doliente.

--El m?dico, si anda a comp?s, tose sin medida, y ya por este son le hubiera yo conocido.

--Pues si ?l no es, ser? el notario Candurgo, cristiano viejo venido de Berber?a.

--No ser? ?l, pues a serlo, vendr?a entonando alg?n buen salmo, para probar que sabe lat?n y que es de los buenos y a?ejos.

--Pues, diablo, ser? el sacrist?n, tercera autoridad y persona grave del pueblo.

--Nones y m?s nones, que a ser ?l, ya entender?amos alg?n ofertorio, que por buen ejemplo vendr?a entonando.

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