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Read Ebook: The World with a Thousand Moons by Hamilton Edmond

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Ebook has 298 lines and 20898 words, and 6 pages

--Ven con nosotros--dijeron al juglar,--ser?s gloria de nuestra orden y de nuestra casa.

--No--dijo el juglar,--hoy no; ma?ana volver?a ? dudar. En vez de ejemplo tal vez fuera esc?ndalo...

Los monjes siguieron rezando y el juglar qued? solo.

Y as? pasaron trabajadores y j?venes enamorados y cortejos de boda y cortejos de duelo, y para todos tuvo el juglar canci?n adecuada y en todo dej? la m?sica de sus canciones y todos le dijeron:

--Ven con nosotros, trabaja, ama, r?e, llora.

Y ?l ? todos dej? proseguir su camino y ?l siempre sigui? solo...

--No me pid?is que vaya con vosotros. Despreciadme ? amadme, pero respetad mi libre canci?n, que solo sabe sentir y comprender vuestros afanes, vuestros amores, vuestras alegr?as y vuestras tristezas...

?No es la Venus de Milo la expresi?n m?s sublime del Arte, no tanto por ser bella y por ser diosa, como por no tener brazos?

Los obreros inauguran su palacio, se?al de poder?o y de riquezas. Ahora que el elogio pudiera parecer adulaci?n, lo mejor que podemos desear es que en ese palacio no entre nunca la lisonja cortesana, como en los palacios de los reyes y los grandes se?ores; que por todas sus puertas y ventanas llegue ? todas horas la verdad, que esclarece el pasado y muestra el porvenir como un camino seguro. ?Y el porvenir!... Las sombras son muchas. Acaso ser? como asegura Anatole France, en su <>, el anarquismo; acaso, despu?s--como tras la revoluci?n francesa la reacci?n del Imperio,--ser? un socialismo desp?tico, una absorci?n del individuo por el Estado, absoluta y tir?nica, pero despu?s... ser? el verdadero socialismo, el socialismo individualista, en el que nadie hablar? de derechos, porque todos comprender?n sus deberes; porque el bienestar de cada uno depender? del bienestar de todos y ser? el reino de Dios sobre la tierra; Dios, hijo del hombre, el hombre mismo divinizado... ?Cuando? No ma?ana, ni al otro siglo, ni al otro... Muchos, muchos siglos, muchas vidas... ?qu? importa? Ser?, y... ?si no fuera? Basta creerlo. ?No es la mejor verdad la m?s bella mentira?

Todo est? compensado en el mundo: Carreras vuelve al teatro de Apolo y el se?or obispo de Jaca se ausenta del Senado. No se juzgue la comparaci?n irreverente. Amenizar la vida es, seg?n va el mundo de triste, obra meritoria, ya sea en el teatro, ya en sesiones de Cortes. ?No fu? siempre la risa el mejor veh?culo de las verdades? La risa es la gran demoledora. Cuando se r?e de un asunto... asunto terminado. Por algo todos preferimos dar que llorar ? dar que reir. Que se nos tome en serio ante todo. Perdonaremos la injuria, la calumnia, por monstruosas que sean. Ya es suponernos grandeza si nos juzgan capaces de grandes cr?menes. Pero no perdonaremos nunca el rid?culo. Llegaremos ? reconciliarnos con el que nos llam? ladrones ? asesinos, nunca sinceramente con el que se permiti? observar que nuestras corbatas eran de mal gusto.

Los oradores que cultivan la nota jocosa son siempre temibles para las huestes pol?ticas. La risa es rebelde ? toda disciplina. Puede resistirse imp?vido las m?s tremendas imprecaciones, pero la hilaridad general...

Lamentemos la decisi?n del se?or obispo de Jaca. ?Cu?ndo volver? ? reir el Senado? Y es que ya s?lo las palabras sinceras tienen la virtud de hacernos reir; por lo raras y por lo in?tiles.--Es verdad, es verdad; decimos todos... Y como es verdad, nos re?mos mucho.

?Si estaremos desenga?ados de todo los espa?oles que, lo que nunca ha sucedido, ? estas fechas todav?a quedan billetes de Navidad en las loter?as? Es la bancarrota de la ilusi?n, mas triste que la bancarrota de la ciencia, de que nos habl? Bruneti?re.

Poco ? poco nos vamos haciendo trabajadores y formalitos. Verdad es que los grandes capitalistas tienen otras loter?as en que emplear su dinero. Todos los billetes premiados. Caseros, arquitectos, maestros de obras, con la Gran V?a; autores dram?ticos y actores, con la fundaci?n del Teatro Nacional. ?Esto es Jauja! ?Qui?n quiere morirse? S?lo alg?n adorador sin esperanzas de alguna tiple. La verdad es que, cuando todo est? tan caro, el amor inclusive, no deb?a permitirse la exhibici?n de carne pecadora en esas especies de tablajer?as que han llegado ? ser algunos escenarios. Es una crueldad ofrecer de continuo aperitivos ? los que no han de saciar despu?s su apetito. No se puede jugar con ninguna clase de hambre. Los escaparates de todo g?nero son grandes desmoralizadores. ? m? me da tanta pena ver ? un golfo hambriento extasiado ante el escaparate de Lhardy, como ? una obrerilla ante el de una joyer?a, como ? un estudiante ? humilde empleado en su delantera de anfiteatro, congestionado por un garrot?n ? unas coplillas bien salpimentadas...

Estoy seguro de que la ?ltima visi?n de casi todos los suicidas es la de alg?n escaparate deslumbrador, con sus luces el?ctricas, brillantes en la sombra devoradora de la eternidad, como la esperanza de un Para?so entreabierto.

De la Argentina, y escrita por un argentino, llega una historia de la vieja Espa?a, triste y consoladora al mismo tiempo. Lo segundo, por que su autor, Enrique Larreta, muestra en su obra--<>--un profundo y cuidadoso estudio de nuestra historia, y sabido es que comprender es amar. Lo primero porque las p?ginas de esa nuestra historia no son todo luz y alegr?a, aunque sean grandeza. <>, subtitula su autor ? esta novela interesant?sima para nosotros, como lo es siempre el concepto que merecemos ? los extra?os, y si el extra?o es persona de quien nos importa mucho la simpat?a, con mayor causa.

Evita el autor, con excelente criterio art?stico, los juicios personales. La historia, mas ? menos novelesca, habla por s? sola, y habla de pasiones violentas, de austeridad, de misticismos y de fanatismos, de torpezas pol?ticas y de hero?smos guerreros... Tal vez no fu? todo as?, ni tan heroico, ni tan torpe, ni tan cruel, ni tan m?stico... La distancia, en el tiempo y en el espacio, acusa con mayor relieve los contrastes de luz y de sombra, que de cerca parecen mas fundidos, apenas perceptibles, en ese claro obscuro de los hechos cercanos, que, por serlo, nos parecen siempre menos heroicos, menos po?ticos, m?s insignificantes... Pero ?somos otra cosa que lo que parecemos? Si la verdad de nuestra historia ha de perderse entre leyendas, ?no es preferible que sea entre leyendas de poes?a que entre falsedades del vulgo?

Enrique Larreta es un historiador poeta; es adem?s un excelente escritor, de un estilo cuya severidad no excluye lo pintoresco, y sobre todo hay en su obra palpitaciones de admiraci?n y de amor ? nuestra Espa?a... ? pesar de todo. Y esa es nuestra gloria, como fu? la gloria de Don Ramiro la flor que una mujer enamorada dej? caer sobre su cuerpo muerto, en que un alma espa?ola alent? en vida, con todo lo que fu? vida de Espa?a en aquel tiempo.

Yo no s? si la intenci?n del autor puso el simbolismo. Propiedad de toda obra fuerte es tener vida propia y decirnos m?s de lo que su autor quiso decir en ella.

En el Pedro Minio, de la admirable comedia de Gald?s, yo veo un s?mbolo de nuestra Espa?a. Como Pedro Minio, el viejo paisano de Don Quijote--?oh, la Mancha, tierra de ensue?os!--el eterno enamorador, el eterno idealista, mal comerciante y peor trabajador; as? Espa?a, envejecida, derrotada, aun quiere vivir alegre en la ilusi?n de su juventud, aun se embriaga de optimismo, y ante cualquier ofrecimiento, piensa, proyecta como Pedro Minio, edificaciones, pabellones, mejoras... El ideal apto de la indulgencia ofrece ? los viejos la ilusi?n de la vida integral y en ella prolongan dichosos su ruinoso existir. Pero llegan los severos reformadores, los graves moralistas y ? la ilusi?n y al alegre ensue?o quieren sustituirlos con la disciplina mon?stica, con la austeridad penitenciaria; la alegr?a les parece indecorosa; nada de esparcimientos, nada de deshonestas promiscuidades de hombres y mujeres; acab? el reir y el bromear:--S?lo hablar? usted con los frailes y de los temas que ellos propongan, dice la se?ora improvisada--s?mbolo de nuestra plutocracia--al viejo so?ador, Pedro Minio. ?No es esto lo que nos dicen ? todas horas los que pretenden ser nuestros directores? Pedro Minio, como buen espa?ol, prefiere continuar en el ideal y alegre asilo de la Indulgencia, donde la ruinosa vejez goza las ilusiones de la juventud.

?Oh, excelentes reformadores y moralistas! Pedro Minio es Espa?a. Si no sab?is hacer cosa mejor, dejadle en el asilo de sus ilusiones. Mejor una vejez alegre quruiser was following an indirect course that had been laid to detour it well around one of the bigger meteor-swarms that was spinning rapidly toward Mars.

"What about it, Mr. Kenniston--is it safe to turn toward Vesta now?" Captain Walls asked anxiously. "The chart doesn't show any more swarms that should be in this region now, by my calculations."

Kenniston snorted. "Charts are all made by planet-lubbers. There's a small swarm that tags after that big No. 480 mess we just detoured around. Let me have the 'scopes and I'll try to locate it."

Using the meteorscopes whose sensitive electromagnetic beams could probe far out through space, to be reflected by any matter, Kenniston searched carefully. He finally straightened from the task.

"It's all right--the tag-swarm is on the far side of No. 480," he reported. "It should be safe to blast straight toward Vesta now."

The captain's anxiety was only partly assuaged. "But when we reach the asteroid, what then? How do we get through the satellite-swarm around it?"

"I can pilot you through that," Kenniston assured him. "There's a periodic break in that swarm, due to gravitational perturbations of the spinning meteor-moons. I know how to find it."

"Then I'll wake you up early tomorrow 'morning' before we reach Vesta," vowed Captain Walls. "I've no hankering to run that swarm myself."

"We'll be there in the morning?" exclaimed Gloria with eager delight. "How long then will it take us to find the pirate wreck?"

Kenniston uncomfortably evaded the question. "I don't know--it shouldn't take long. We can land in the jungle near the wreck."

His feeling of guilt was increased by her enthusiastic excitement. If she and the others only knew what the morrow was to bring them!

He did not feel like facing the rest of them now, and lingered on the dark deck when they went back down from the bridge. Gloria remained beside him instead of going on to the cabin.

She stood, with the starlight from the transparent deck-wall falling upon her youthful face as she looked up at him.

Kenniston grinned despite himself. Her voice came in mock surprise. "Why, it can actually smile! I can't believe my eyes."

Her clear young face was provocatively close, the faint perfume of her dark hair in his nostrils. He knew that she was deliberately flirting with him, perhaps mostly out of curiosity.

"Why, you're just a kid," he muttered. "A little kid masquerading as a bored, sophisticated young lady."

Gloria stiffened with anger. "Don't be silly! I've kissed men before. I just wanted to find out what you were really like."

"Well, what did you find out?"

Her voice softened. "I found out that you're not as grim as you look. I think you're just lonely."

The truth of that made Kenniston wince. Yes, he was lonely enough, he thought somberly. All his old space-mates, passing one by one--

"Don't you have anyone?" Gloria was asking him wonderingly.

"No family, except my kid brother Ricky," he answered heavily. "And most of my old space-partners are either dead or else worse--lying in the grip of gravitation-paralysis."

Memory of those old partners re-established Kenniston's wavering resolution. He mustn't let them down! He must go through with delivering this cruiser's cargo to John Dark, no matter what the consequences.

He thrust the girl almost roughly from him. "It's getting late. You'd better turn in like the others."

But later, in his bunk in the little cabin he shared with Holk Or, Kenniston found memory of Gloria a barrier to sleep. The shy touch of her lips refused to be forgotten. What would she think of him by tomorrow?

He slept, finally. When he awakened, it was to realization that someone had just sharply spoken his name. He knew drowsily it was 'morning' and thought at first that Captain Walls had sent someone to awaken him.

Then he stiffened as he saw who had awakened him. It was Hugh Murdock. The young businessman's sober face was grim now, and he stood in the doorway of the cabin with a heavy atom-pistol in his hand.

"Get up and dress, Kenniston," Murdock said sternly. "And wake up your fellow-pirate, too. If you make a wrong move I'll kill you both."

Through the Meteor-Moons

Kenniston went cold with dismay. He told himself numbly that it was impossible Hugh Murdock could have discovered the truth. But the grim expression on Murdock's face and the naked hate in his eyes were explainable on no other grounds.

The young businessman's finger was tense on the trigger of the atom-pistol. Resistance would be senseless. Mechanically, Kenniston slipped from his bunk and threw on his slacks and space-jacket. Holk Or was doing the same, the big Jovian's battered green face almost ludicrous in astonishment.

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