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Read Ebook: La voz de España contra todos sus enemigos by Avil S Jos Mar A

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Ebook has 490 lines and 33913 words, and 10 pages

Los espa?oles hab?an ya prodigado por muchos a?os su sangre, su valor, su ilustraci?n y su caridad en Am?rica para convertirla ? la religi?n, civilizarla y someterla ? la soberan?a de Espa?a; cuando llegaron al Norte los primeros emigrantes de Inglaterra que, como los de otras naciones, iban en busca de las riquezas del Nuevo Mundo.

Bien se ve que, ? la formaci?n de dichas colonias, presidi? el esp?ritu de lucro y el de la fan?tica herej?a del puritanismo.

En su creciente desarrollo, despu?s de siglo y medio, se vieron detenidas por las colonias francesas del valle de Misisip?; las combatieron con las armas y se apoderaron de ellas.

En vano Inglaterra transform? el impuesto poni?ndolo sobre el te, el papel, el cristal y otras mercanc?as, que importaban sus colonias; ?stas no quisieron admitir los barcos en sus puertos, ? arrojaban al mar las cajas de te y los dem?s art?culos.

Con este motivo la guerra de la emancipaci?n se declar? formalmente en 1775 con el combate de Lexington, la batalla de Barken-hille y el asedio de Quebec, que tuvieron que levantar los americanos por la muerte de Montgomery.

Washington fu? el alma principal en los combates y despu?s en la organizaci?n federal de las colonias emancipadas, ? las que dot? de una Constituci?n prudente y s?lida, que le ha dado m?s fama que sus victorias y por la cual hace m?s de un siglo se rigen los Estados-Unidos.

La historia propia de ?stos, podemos decir que empieza con la emancipaci?n de las trece colonias inglesas, que se erigieron en otros tantos Estados, ? los cuales se han unido ? anexionado despu?s otros treinta, que con los anteriores forman al presente la gran Rep?blica.

Muchas de estas agregaciones no se han hecho sin violencia y sin notoria injusticia.

Con la guerra de 1813 se extendieron por las posesiones inglesas del Oriente; y si Espa?a les cedi? la Luisiana, le fu? arrebatada gran parte de la Florida, cuando el a?o 1810 invadieron los americanos las ciudades de San Marcos y Pansacola, qued?ndose despu?s con toda la pen?nsula por el tratado de 1819, que los hizo due?os por el Mediod?a hasta el mar de las Antillas.

Por el Norte, muchas tribus de los pieles rojas han pagado con su vida el delito de haber nacido en territorio ambicionado por vecinos poderosos.

Y M?jico, ya teniendo que cederles la California, ya sufriendo el despojo de las provincias de Texas, ha contribu?do por el Occidente ? el engrandecimiento de los Estados-Unidos, que due?os al fin del Alaska y de otros territorios por compras y conquistas, se ense?orean entre los dos oc?anos y los hielos de la bah?a de Hudson y de las templadas brisas del golfo mejicano.

Y no satisfechos con tantas adquisiciones, rapi?as y exterminios de tribus realizados, se propusieron arrojar ? Espa?a enteramente de Am?rica, por ella descubierta y en gran parte civilizada.

Con lo dicho basta para que se comprenda que los Estados-Unidos conservan su car?cter de origen y que forman un pueblo de mercaderes y negociantes, sin otras aspiraciones que las del vil inter?s; y aunque las cubran con la m?scara de los sentimientos humanitarios, de la libertad, de la justicia y de la moral, no son m?s que impulsos del engrandecimiento propio, de una codicia insaciable y de la m?s desenfrenada ambici?n.

En los Estados-Unidos todo se mueve por el resorte del inter?s: la misma c?lebre guerra de secesi?n no tuvo otro origen; y vencidos los intereses del Sur por los del Norte con la libertad de los esclavos, el presidente vencedor Abrahan Lincoln fu? asesinado una noche al salir del teatro. Sus enemigos no le perdonaron el quebranto que les hab?a hecho sufrir en sus negocios.

Con una historia de ayer, sin literatura nacional, ni ciencia especulativa, ni moral verdadera, los amantes de estos estudios, se dedican ? escribir la historia de Europa, como Prescott, de nuestra literatura, como Thignoc, ? ? combatir la moral en la religi?n, como Drapper.

Toda la grandeza de los Estados-Unidos tiene un aspecto material: sus adelantos son mec?nicos y sus ciencias favoritas las naturales; y como no se nutren de ideas verdaderas, han comenzado ? degenerar en medio de tanta prosperidad, apart?ndose del esp?ritu y de la letra de su Constituci?n y de los l?mites que la doctrina de la libertad y del respeto ? la independencia de los pueblos les ten?a prescritos.

El observador atento ? imparcial, que se fija en los verdaderos intereses de la justicia y de la humanidad, no ve en la breve historia de los americanos del Norte, hechos notables dignos de alabanza.

?Por qu?, pues, se han hecho y repetido tantos elogios de los Estados-Unidos?

?Por ventura han descubierto otro Nuevo Mundo, ? tra?do ? la civilizaci?n elementos nuevos, que libren ? los hombres de las miserias de esta vida y los hagan mejores?

Nada de esto han realizado: y sus inventos, con ser tan prodigiosos, no pueden compararse con los que ya pose?a Europa; y por cierto que no se les elogia porque hayan perfeccionado algunos ? hecho m?s ?til aplicaci?n de otros.

Lo diremos en tres palabras: ? los Estados-Unidos se les han tributado tantas alabanzas, porque nuestro siglo ama al becerro de oro, acepta con facilidad servil las opiniones corrientes y aborrece la religi?n positiva.

Como poseen inmensos y f?rtiles territorios, bosques v?rgenes, minas abundantes y rios navegables, no es extra?o que con el trabajo, la industria y el comercio, se hayan enriquecido, y sus grandes capitales llaman la atenci?n de los pobres del Viejo Mundo. Muchos aman ? los Estados-Unidos por la sola raz?n de que son riqu?simos.

Otros los admiran porque han o?do celebrar la amplia libertad de que gozan all? los ciudadanos, no s?lo en la emisi?n de sus opiniones, sino en el ejercicio de su soberan?a; y en particular encomian el respeto y la obediencia que todos tienen ? las leyes y ? la polic?a.

Antes de que mediara el presente siglo, muy pocos conoc?an en Europa la vida, las costumbres, la libertad y la legislaci?n de los Estados-Unidos; pero dos emigrados franceses vivieron all? algunos a?os, y no lo pasar?an muy mal, cuando al regresar ? Francia escribieron sus obras elogiando al pueblo que hab?an abandonado.

Si inspir? estas obras el amor ? la verdad, ? el deseo de propagar en Francia la democracia, cuando se avecinaba la Revoluci?n de Julio, no es f?cil averiguarlo; lo cierto es que alabaron los franceses ? los americanos, y esto bast? para que se extendiera la opini?n favorable, y para que nuestros Roque Barcia, P? y Castelar, pusieran por cima de las nubes ? la gran Rep?blica, queri?ndonos hacer ? todos federales y felices con la democracia.

M?s adelante veremos el valor que tienen esos sistemas practicados por los americanos. Los hechos son m?s elocuentes que las palabras, y sobre todo, los ?ltimos acontecimientos condenan en los Estados-Unidos lo que hubiera laudable en sus leyes y costumbres.

Espa?a ha tenido mejor sistema penitenciario que los norteamericanos; era el preventivo que nunca permit?a el lynchamiento que ellos practican.

Despu?s de que expongamos todo lo que es preciso decir en esta ocasi?n de nuestros enemigos, veremos si queda en Espa?a un hombre de buen sentido y de juicio sano, que crea en la justicia de los elogios hechos ? los Estados-Unidos.

Completaremos este cuadro con algunos datos hist?ricos relacionados con la guerra que empez? por arrebatarnos la isla de Cuba.

Desde 1822 vienen trabajando los estadistas norteamericanos para conseguir, mediante compra, la anexi?n de Cuba ? los Estados-Unidos. Los presidentes Adams, Clay y Monroe, ya en aquella fecha hab?an ponderado la conveniencia de esa adquisici?n.

M. Adams preve?a bien la dificultad de la anexi?n por medios violentos, y no queriendo malquistarse con Inglaterra y Francia, dispuestas ambas ? impedir que por la fuerza fuera arrebatada Cuba ? Espa?a, ofreci? ? nuestro gobierno un empr?stito importante, hipotecando las rentas de la isla; y cuando se llegara al trance de la quiebra, tener ocasi?n de apoderarse de la hipoteca.

Esta oportunidad la vieron en 1848, cuando la mayor parte de las naciones de Europa sufr?an tremendas convulsiones revolucionarias, y el embate del hurac?n azotaba ? Espa?a, entonces el ministro norteamericano en Madrid, M. Saunders, recibi? el encargo de reiterar las proposiciones de Adams, ofreciendo 100 millones por la isla de Cuba.

En la primera entrevista se mostr? muy diplom?tico, pero en la segunda crey? que pod?a arrojar la careta diplom?tica y contest? al embajador de los Estados-Unidos:

<>

En 1853 reanud?se la interrumpida gesti?n por otro ministro del gobierno americano, M. Soul?, que era un franc?s naturalizado, y aunque de alg?n talento, le faltaba la prudencia, y por esta causa fu? muy desairado en Madrid y advertido por su gobierno, de que no empleara las amenazas contra los altivos espa?oles.

En 25 de Abril de 1854 recibi? plenos poderes del presidente para negociar con el gobierno de S. M. cat?lica la cesi?n de la isla de Cuba ? los Estados-Unidos, ofreciendo hasta doscientos millones de duros.

En momento m?s intempestivo no pod?an haberse otorgado semejantes poderes. El desairado embajador crey? llegada la hora de intimidar ? Espa?a con tremendas amenazas y dijo, escribiendo al ministro de Estado, M. Marcy: que era necesario recurrir ? la fuerza para obligar al Gobierno de Madrid ? entrar en negociaciones.

M?s cautos y conocedores del car?cter espa?ol, el presidente y el ministro de Estado, insistieron en que s?lo por el camino de la moderaci?n y de la prudencia se podr?a llegar al t?rmino apetecido.

Mucho despu?s, el presidente Jonson, en su mensaje del a?o 1867, dijo: <>

Y Cleveland, en el mensaje del 96, dec?a: <>

Y ?ltimamente, el Sindicato de la misma ciudad, bajo los auspicios de Mac-Kinley, hizo los postreros esfuerzos para asegurar por medio de la guerra sus capitales con la adquisici?n de la garant?a que se les hab?a ofrecido.

Espa?a ?ha sido v?ctima de una especulaci?n comercial? ?Era leg?tima la constante aspiraci?n de los Estados-Unidos por adquirir la isla de Cuba? ?C?mo se hace popular una guerra injusta en una naci?n de 75 millones de almas?

Importa mucho estudiar y conocer estos fen?menos de los pueblos libres.

Sin duda, Espa?a ha sido v?ctima de algo m?s de lo que supone un negocio mercantil.

No ha sabido, ni por ?ltimo ha podido contrariar la ambici?n de los Estados-Unidos: tantas eran sus culpas que el honor nacional no pod?a ya cubrir con su gloriosa bandera.

La guerra lleg? ? hacerse tan popular en la gran Rep?blica, que Mac-Kinley, para llegar ? la presidencia y sostenerse en ella, ten?a que desplegar el pend?n de la conquista.

Voz de indignaci?n...--Importancia de la guerra para Espa?a y para los Estados-Unidos.--Causas de la guerra.--El pueblo espa?ol y su gobierno.--Los primeros desaciertos.--Cobard?a monumental.--Duelo ? primera sangre.--Ellos y nosotros.

Las afrentas y las calumnias, al par que las injusticias y los atropellos, no causan el mismo efecto cuando se hacen ? un pueblo ignorante y b?rbaro, que cuando se dirigen ? una naci?n ilustrada y noble, que sabe estimar su honra. Por este motivo fu? tan grande la indignaci?n que sinti? Espa?a al verse insultada y provocada al fin por la incalificable agresi?n de la gran Rep?blica americana.

Es preciso recordar algunos antecedentes para conocer en toda su extensi?n la importancia que ten?a este conflicto, tanto para Espa?a, como para los Estados-Unidos, y por ampliaci?n para las dem?s naciones ? causa de su aspecto internacional y de la lucha de ideas, sentimientos ? intereses que representaba.

La mayor parte de este siglo la han empleado los hombres pol?ticos de Espa?a en combatirse, ya con obras, ya con palabras, aceptando unos las teor?as modernas y las instituciones liberales, y defendiendo otros las tradiciones, la fe y la verdadera libertad del pueblo espa?ol; y cuando los primeros, due?os del gobierno por m?s de sesenta a?os, sin haber tenido la suerte de engrandecer ? la naci?n con sus trabajos pol?ticos, ni de pacificarla con sus nuevas Constituciones, hab?an proclamado el presupuesto de la paz para consagrarse ? el fomento de los intereses y ? la prosperidad de la naci?n, se encontraron con insurrecciones nuevas, que todas las reformas liberales si no las provocaron, no pudieron evitarlas.

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