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Read Ebook: Los Caminos del Mundo by Baroja P O

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Ebook has 2487 lines and 66034 words, and 50 pages

Nota del Transcriptor:

Se ha respetado la ortograf?a y la acentuaci?n del original.

Errores obvios de imprenta han sido corregidos.

P?ginas en blanco han sido eliminadas.

Las versalitas han sido sustituidas por letras may?sculas de tama?o normal.

P?O BAROJA

MEMORIAS DE UN HOMBRE DE ACCI?N

ES PROPIEDAD

DERECHOS RESERVADOS

PARA TODOS LOS PA?SES

COPYRIGHT BY

RAFAEL CARO RAGGIO

Establecimiento tipogr?fico de Rafael Caro Raggio

P?O BAROJA

MEMORIAS DE UN HOMBRE DE ACCI?N

LOS CAMINOS DEL MUNDO

NOVELA

RAFAEL CARO RAGGIO EDITOR MENDIZ?BAL, 34 MADRID

AL LECTOR

Es posible que Legu?a no conociese todos los detalles de la vida de su amigo y maestro en un riguroso orden cronol?gico; es posible tambi?n, y m?s probable a?n que, aunque los conociese, no encontrara en los intervalos, entre narraci?n y narraci?n, nada digno de ser contado.

Las vidas, aun las m?s aventureras, tienen, naturalmente, d?as normales y tranquilos, como los r?os, aun los m?s impetuosos; calman su corriente en las paradas y en los remansos.

Es muy probable que un escritor de hoy hubiera intentado modernizar estos relatos y darles un car?cter m?s en armon?a con el gusto de nuestra ?poca. Yo he preferido dejarlos tal como los escribi? Legu?a.

Legu?a, ciertamente, no era un maestro, sino un aficionado; y as? como a un caballo de coche <> cuando se desboca, la furia senil le hace brioso y dif?cil de sujetar, as? la imaginaci?n del hombre, que no se ve obligado a tenerla, le empuja a desmandarse y a galopar por los campos de la fantas?a.

Hecha esta salvedad, cedo la palabra a Legu?a para que vaya explicando c?mo se agenci? los datos y papeles que le sirvieron para escribir el volumen, y desarrolle despu?s sus tres narraciones en orden de batalla.

LA CULTA EUROPA

AMORES, HAMBRE, PESTE Y FILOSOF?A

LOS PAPELES DE ARTEAGA

Examinando unos papeles que hab?an pertenecido al padre de mi mujer, don Ignacio de Arteaga, encontr? un libro de apuntes escrito por ?l, donde contaba su vida.

El libro estaba magn?ficamente encuadernado en piel, y ten?a en la cubierta el escudo de la familia pintado a la acuarela.

La primera parte de la narraci?n me molest?. Era petulante, con ?nfulas aristocr?ticas y disertaciones geneal?gicas, cosa muy propia de un zapatero republicano enriquecido, pero no de una persona discreta. El narrador expresaba ideas reaccionarias, que a m? me parecen perjudiciales y anticuadas. Iba pasando las p?ginas del cuaderno sin gran curiosidad, cuando tropec? con el nombre de Aviraneta.

Todos mis amigos saben que este nombre ha sido para m? una preocupaci?n, y desde el momento que lo vi escrito encontr? ya m?s inter?s en el relato de mi suegro.

Don Ignacio de Arteaga hab?a sido amigo y compa?ero de la infancia de Aviraneta.

Al acabar la guerra, Arteaga volvi? a Espa?a, se cas?, vivi? varios a?os en la Pen?nsula, y despu?s march? a M?jico con su mujer.

LIBRO PRIMERO

EN LA EMIGRACI?N

PRISIONERO

A principios de 1808 me encontraba yo en Ir?n de ayudante del general Rodr?guez de la Buria.

Al conocer lo ocurrido en Madrid el d?a 2 de mayo, sal? al momento de Ir?n, me dirig? a la corte y pas? lo m?s pronto que pude a Sevilla.

De Sevilla me enviaron a Zaragoza, y aunque Palafox opuso dificultades a que permaneciera all?, porque, sin duda, no quer?a tener cerca testigos de sus andanzas en Bayona, despu?s de una entrevista con su ayudante y de largas explicaciones, qued? de guarnici?n en la heroica ciudad.

En este glorioso sitio hubo de todo: muchos soldados valientes aparecieron postergados y obscurecidos, y otros que no se se?alaron en la hora de los combates fueron los m?s celebrados en el momento de las recompensas.

No es f?cil, ciertamente, en el campo de batalla aquilatar con exactitud los m?ritos de cada uno, y aunque haya buena voluntad y rectitud en el mando, siempre queda motivo para la murmuraci?n y el descontento.

En las primeras p?ginas de este cuaderno he detallado las acciones en que tom? parte, y todas constan en mi hoja de servicios. No volver? a repetirlas.

Rendida Zaragoza, sal? prisionero el mismo d?a de la entrega con la columna de jefes, oficiales y tropa.

Poco despu?s nos dividieron en destacamentos y enviaron ?stos a diferentes puntos.

Yo fu? con un grupo de oficiales dirigido a Pamplona, y despu?s de un viaje penos?simo de muchos d?as, fatigado y enfermo, pude llegar a la ciudad navarra.

Prisionero, hambriento, maltratado por la barbarie del invasor, no es de extra?ar que el estado de mi esp?ritu fuera triste y deca?do.

Escrib? desde all? a mi madre; y ?sta, que ten?a muy buenas relaciones en Pamplona, avis? a varias personas distinguidas para que vinieran a verme. Gracias a sus atenciones pude recuperar la salud; si no, la desesperaci?n y la melancol?a hubieran acabado conmigo.

Al reponerse mis fuerzas fu? a visitar a varias familias aristocr?ticas, a darles las gracias por sus cuidados, y en una de estas nobles casas conoc? a Mercedes Rodr?guez de la Piscina, a la que hoy es mi mujer.

Mercedes era una muchacha ideal, amable, sonriente, dulce, t?mida. Nuestras almas se comprendieron al momento, y en la primera mirada fuimos el uno del otro.

Los dem?s oficiales, compa?eros m?os, recibieron el mismo escrito, que se nos envi? a todos con la anuencia del comandante general.

En el oficio se nos induc?a a firmar un papel declarando que, bajo palabra de honor, guardar?amos obediencia a Su Majestad Cat?lica Jos? Napole?n. Despu?s de cumplida esta formalidad quedar?amos libres.

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