Read Ebook: Historia de las Indias (vol. 1 de 5) by Casas Bartolom De Las
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El cual contiene dos cartas muy notables que escribi? un maestre Paulo, florentin, ? Crist?bal Colon, inform?ndole de las otras cosas admirables que habia en Oriente, y como por el Occidente podia llegarse all? y descubrir los reinos felic?simos del Gran Khan, que quiere decir, Rey de los Reyes, y de una carta de marear que le invi? de la provincia de Cipango, etc.
El segundo testimonio que Dios quiso deparar ? Crist?bal Colon, para m?s apriesa esforzarle y aficionarle ? su negocio, fu?, que un maestre Paulo, f?sico, florentin, siendo muy amigo de un can?nigo de Lisboa, que se llamaba Hernan Martinez y carte?ndose ambos en cosas de la mar y de cosmograf?a, mayormente sobre la navegacion que ? la sazon, en tiempo del rey D. Alonso de Portugal, para Guinea se hacia, y la que m?s ? por mejor v?a se deseaba hacer ? las regiones marineras ? terrenas occidentales, vino ? noticia del Crist?bal Colon algo de sus cartas, y materia de que tractaban. El cual, como estaba muy encendido con sus pensamientos en aquella especulacion y andaba por ponerla en pr?ctica, acord? de escribir al dicho Marco Paulo, f?sico, y envi?le una esfera, tomando por medio ? un Lorenzo Birardo, ansimismo florentino, que ? la sazon ? vivia ? residia en Lisboa, descubriendo al dicho maestre Paulo la intincion que tenia y deseaba poder cumplir. Rescibida la carta de Crist?bal Colon, el dicho maestre Paulo, respondi?le una carta en latin, encorporando la que habia escripto al Hernando Martinez, can?nigo, la cual yo vide y tuve en mi mano vuelta de latin en romance, que decia desta manera.
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Despues desta carta torn? ?l mismo otra vez ? escribir ? Crist?bal Colon en la manera siguiente:
< Crist?bal Columbo, Paulo, f?sico, salud: Yo rescib? tus cartas con las cosas que me enviaste, y con ellas rescib? gran merced. Yo veo el tu deseo magn?fico y grande ? navegar en las partes de Levante por las de Poniente, como por la carta que yo te invio se amuestra, la cual se amostrar? mejor en forma de esfera redonda, pl?ceme mucho sea bien entendida; y que es el dicho viaje no solamente posible, mas que es verdadero y cierto ? de honra ? ganancia inestimable y de grand?sima fama entre todos los cristianos. Mas vos no lo podreis bien conoscer perfectamente, salvo con la experiencia ? con la pl?tica, como yo la he tenido copios?sima, ? buena ? verdadera informacion de hombres magn?ficos y de grande saber, que son venidos de las dichas partidas aqu? en corte de Roma, y de otros mercaderes que han tractado mucho tiempo en aquellas partes hombres de mucha auctoridad. As? que cuando se har? el dicho viaje ser? ? reinos poderosos ? ciudades ? provincias nobil?simas, riqu?simas de todas maneras de cosas en grande abundancia y ? nosotros mucho necesarias, ans? como de todas maneras de especier?a en gran suma y de joyas en grand?sima abundancia. Tambien se ir? ? los dichos Reyes y Pr?ncipes que est?n muy ganosos, m?s que nos, de haber tracto ? lengua con cristianos destas nuestras partes, porque grande parte dellos son cristianos, y tambien por haber lengua y tracto con los hombres sabios y de ingenio de ac?, ans? en la religion como en todas las otras ciencias, por la gran fama de los imperios y regimientos que han destas nuestras partes; por las cuales cosas todas y otras muchas que se podrian decir, no me maravillo que t? que eres de grande corazon, y toda la nacion de portugueses, que han seido siempre hombres generosos en todas grandes empresas, te vea con el corazon encendido y gran deseo de poner en obra el dicho viaje.>>
Esto es lo que contenia la carta de Marco Paulo, f?sico, en la cual erraba algo diciendo, ? dando ? entender en ella, que la primera tierra que se habia de topar habia de ser la tierra del Gran Khan; lo cual crey? ser ans? Crist?bal Colon, y por esto pidi? ? los Reyes que le diesen sus cartas para el Gran Khan, puesto que Paulo, f?sico, se enga?? creyendo que la primera tierra que habia de hallar habia de ser los reinos del Gran Khan, como abajo parecer?: la carta de marear que le invi?, yo, que esta historia escribo, tengo en mi poder y della se har? m?s mencion abajo. Mucho ?nimo le puso con ella, y, sino supiera m?s, por ella y por las cosas de suso traidas, sin duda del todo se moviera; y ans? creo que todo su viaje sobre esta carta fund?, pero a?n m?s se lo quiso nuestro Se?or declarar, como se ver?.
En el cual se contienen muchos y diversos indicios y se?ales que por diversas personas Crist?bal Colon era informado, que le hicieron cert?simo de haber tierra en aqueste mar Oc?ano h?cia esta parte del Poniente, y entre ellos fu? haber visto en los Azores algunos palos labrados, y una canoa, y dos cuerpos de hombres que los traia la mar y viento de h?cia Poniente.--H?cese mencion de la tierra de los Bacallaos y de la isla de Antilla y Siete Ciudades, etc.
El cual contiene una opinion que ? los principios en esta isla Espa?ola teniamos, que Crist?bal Colon fu? avisado de un piloto que con gran tormenta vino ? parar forzado ? esta isla, para prueba de lo cual se ponen dos argumentos que hacen la dicha opinion aparente, aunque se concluye como cosa dudosa.--P?nense tambien ejemplos antiguos de haberse descubierto tierras, acaso, por la fuerza de las tormentas.
Por esta carta ? cartas del rey D. Juan, parecer? bien la gana que el Infante y Rey de Portugal tenian de haber las islas de Canaria, y tambien los demasiados descomedimientos, agravios, robos y violencias y tiran?as, que hacian ? los castellanos, ans? los que no tenian que hacer en las dichas islas, como ? los que en ellas vivian, y ? ellas iban; tambien parece la modestia grande, y comedimientos virtuosos y reales, que el rey de Castilla, con el rey de Portugal y con el Infante su tio y con todo su reino, hizo. Bien es de creer que si tan presto no sobreviniera la muerte al rey D. Juan de Castilla, porque no vivi? despues de firmada esta carta sino tres meses justos, sin un dia m?s ni m?nos , que hobiera grandes pendencias entre Castilla y Portugal sobre el se?or?o de las dichas islas; pero muerto el rey D. Juan de Castilla, como sucedi? el rey D. Enrique IV, deste nombre, su hijo, y tuvo tantas inquietudes y fatigas en estos reinos, y despues casarse con la reina Do?a Juana, hija del rey Duarte de Portugal, hermana del rey D. Alonso, ? la cual trajo ? Castilla D. Martin de Taide, Conde de Taugu?a, en remuneracion del servicio que le hizo en traerle la Reina, le hizo merced y donacion de las dichas islas, y ans? parece que por aquellos tiempos no hobo lugar de re?ir los reyes sobre el se?or?o y posesion dellas. Dice m?s, la Historia portoguesa, que el dicho Conde de Taugu?a las vendi? al Marqu?s don Pedro de Meneses, el primero, segun dice, deste nombre, y el Marqu?s al infante D. Pedro, hermano del mismo rey D. Alonso, y el Infante envi? ? Diego de Silva, que despues fu? Conde de Portalagre, para que conquistase algunos rebeldes dellas, segun el historiador dice. En medio de este tiempo, a?ide Juan de Barros, pas? ? Portogal un caballero castellano, que se llamaba Fernan Peraza, y pidi? al rey don Alonso y al infante D. Pedro, su hermano, que tuviese por bien de mandarle restituir las dichas islas que eran suyas, porque ?l las habia comprado de otro caballero, vecino de la ciudad de Sevilla, que habia por nombre Guillen de las Casas, el cual las habia comprado de D. Enrique de Guzman, conde de Niebla en quien Maciot Betancor las habia traspasado por v?a de donacion, con poder de su tio Juan de Betancor; de lo cual present? suficientes y aut?nticas escrituras y provisiones de los reyes de Castilla, en confirmacion de los dichos traspasos y compras, ? por estas escrituras y por otras razones, el Rey y el Infante cognoscieron que el dicho Hernan Peraza tenia justicia, y ans? abrieron mano dellas. Despues de la muerte del dicho Hernan Peraza, hered?las una hija suya, Do?a Ines Peraza, que cas? con un caballero llamado Garc?a de Herrera; ?ste hobo, entre otros hijos della, ? una Do?a Mar?a de Ayala, que cas? con Diego de Silva, siendo Gobernador y conquistador en ellas por el Infante. Y porque la isla de la Gomera y la del Hierro fueron estatuidas por mayorazgo, en el cual sucedi? Guillen Peraza, hijo de la dicha se?ora Do?a In?s Peraza, el cual, despues fu? Conde dellas, y yo fu? el primero que le d? las nuevas de su t?tulo y le llam? se?or?a; quedaron las islas de Lanzarote y la de Fuerte Ventura con D. Juan de Silva, segundo Conde de Portalegre, por parte de su madre la Condesa, hija de la dicha Do?a In?s Peraza. Aqu? parece que pone aquesta Historia de Juan de Barros, portogu?s, dos cosas contrarias que parece no poderse compadecer. La una es, que dijo arriba que el Maciot Betancor traspas? ? vendi? las dichas islas ? la hacienda que all? tenia al Infante D. Enrique, y aqu?, m?s abajo, en el mismo cap?tulo, refiere que el Maciot Betancor mismo las traspas? con poder de su tio Juan de Betancor, en el conde D. Juan, conde de Niebla; y no hace mencion desta contradiccion, ? porque no advirti? en ella, ? porque no cur? de ponerla. Despues, finalmente, en las paces que se celebraron entre los Reyes Cat?licos de Castilla D. Hernando y Do?a Isabel, sobre las guerras que tuvieron con el dicho rey D. Alonso de Portogal, que pretendi? reinar en Castilla y fu? desbaratado en la batalla de Toro el a?o de mil y cuatrocientos ? setenta y dos a?os, primero dia de Marzo, entre los cap?tulos de la paz, quedaron del todo declaradas las dichas islas de Canaria ser del se?or?o supremo de Castilla, y la conquista del reino de Granada, que pretendia tambien Portogal, y con los reinos de Portogal, la del reino de Fez y de Guinea; la cual Guinea parece que tenian los Reyes de Castilla, segun afirma el rey D. Juan en la susodicha carta; y, segun he sido certificado, en las paces dichas, no qued? el comercio de Guinea con Portogal, sino por vida del rey D. Alonso y del rey D. Juan, su hijo. Y ans? parece cuantas veces anduvieron de mano en mano las cuatro islas dichas, puesto que el se?or?o supremo siempre fu? de Castilla, el cual mucho trabajaban de usurpar los de Portogal.
Mucho discrepa de la Historia de Juan de Barros, portuguesa, lo que parece claro ser verdad por la carta susodicha del rey D. Juan, y tambien por lo que cuenta la historia deste Rey, la cual, dice el dicho coronista portogu?s, que lleva otro camino en el descubrimiento de las dichas islas, por atribuir, segun ?l finje, ? la Corona de Castilla, ? porque quiz?, dice ?l, no tuvo noticia de las cosas; pero cierto, m?s debia tener el coronista que escribi? la dicha Cor?nica del rey don Juan, pues se hall? presente aquel tiempo, que no Juan de Barros que escribi?, atinando, cien a?os ? cerca dellos despues; y por la misma relacion que ?l hace en su Historia, par?ceme, si bien se mira, muchas cosas que averiguan lo que el rey D. Juan dice en su carta, y no contradicen con las de la dicha Historia del rey D. Juan, ?ntes concuerdan con ellas, aunque Juan de Barros hermosea y dora lo que parece ser en alguna y a?n en mucha nota del Infante don Enrique, y en derogacion de su generosidad. Lo que dice la Historia del rey D. Juan cerca destas islas, es lo siguiente: <
Todo esto hasta aqu? cuenta la Historia del rey D. Juan II de Castilla, lib., cap.. Cosas ocurren aqu? de considerar. La primera, como difieren las cor?nicas de Castilla y Portugal en lo que toca ? estas islas, segun por ambas relaciones parece. Mucho parece haber callado Juan de Barros en la dicha cor?nica portoguesa, ? porque no lo supo, ? porque decir no lo quiso, y segun me han avisado personas de calidad y cr?dito, portoguesas, aficionadamente se ha el dicho Juan de Barros en lo que escribe.
Lo tercero es bien pasar por la consideracion ?qu? causa leg?tima ? qu? justicia tuvieron estos Betancores de ir ? inquietar, guerrear, matar y hacer esclavos ? aquellos Canarios, estando en sus tierras seguros y pac?ficos, sin ir ? Francia ni venir ? Castilla ni ? otra parte ? molestar ni hacer injuria, violencia ni da?o alguno ? viviente persona del mundo? ?qu? ley natural ? divina ? humana hobo ent?nces ni hay hoy en el mundo, por cuya auctoridad pudiesen aquellos hacer tantos males ? aquellas inocentes gentes? Y puesto que alegaba el Obispo de Canaria, que despues de cristianos los hacian esclavos y ans? era malo, harto poca lumbre tenia el Obispo sino sentia y entendia y sabia, ser in?cuo, perverso y tir?nico y detestable por toda ley y razon, y a?n quiz?, y sin quiz?, mayor y m?s inexpiable pecado, hacerlos esclavos ?ntes que se convirtiesen, porque infamaban el nombre de Cristo y hacian heder y aborrecer la religion cristiana y necesariamente les ponian obst?culo para se convertir; de manera que no tenian otra razon, ni causa ni justicia para invadirles con violencia sus tierras y con guerras crueles matarlos, sojuzgarlos y captivarlos, sino s?lo por ser infieles, y esto era contra la f? y contra toda ley razonable y natural, contra justicia y contra caridad, donde se cometian grandes y grav?simos pecados mortales y nascia obligacion de restitucion, que lo hiciesen franceses ? portogueses ? castellanos, y la buena intencion que tuviesen de decir que lo hacian por los traer ? la f? no los excusaba; cuanto m?s que Dios, que via sus intenciones, sabia que iban todas llenas de cudicia y diab?lica ambicion por se?orear tierras y gentes libres, se?oras de s? mismas. Grandes fueron los da?os y violencias y robos ? salteamientos de personas que los portogueses hicieron y hacian ? los Canarios en aquellas islas, allende las que apunta el rey D. Juan en su carta; mayormente, de que comenzaron ? descubrir la costa de ?frica y de Guinea, porque cuanto mal les iba con aquellos trabajos y gastos, tomaba por remedio y recompensa de sus p?rdidas venirse por las dichas islas y hacer saltos crueles, captivando los que m?s podian de los canarios y llev?banlos ? vender por esclavos ? Portogal, y algunas veces se hacian amigos de los de unas islas para que les ayudasen ? saltear los de las otras. Quiero contar algunos sacados de la historia susodicha, cap. 11: Una vez, viniendo de destruir la isla de Arguin, en la costa de ?frica, un Capitan Lanzarote, con el armada, trajo prop?sito de saltear la isla de la Palma, donde esperaban hacer, segun dice la historia, alguna presa de provecho, y vinieron al puerto de la Gomera; como los vieron venir, sali?ronlos ? recibir dos se?ores ? Gobernadores de la misma isla de la Gomera, ofreci?ndoles todo lo que hobiesen menester, diciendo que ellos habian estado en Portogal y habian recibido del infante don Enrique mucha merced y muy buen tratamiento, y que por servirle harian todo cuanto pudiesen. Oidas estas ofertas, acordaron de descubrirles su prop?sito, diciendo, que ellos determinaban de saltear los Canarios de la Palma, que les rogaban que fuesen con ellos, llevando alguna gente ? los ayudar y favorecerlos; los Gobernadores ? se?ores Canarios de la Gomera, respondieron que les placia, por servir al Infante, y estos se llamaban Piste y Bruco, y juntan buen golpe de su gente, y ?ntranse en los nav?os con los portogueses, y los nav?os doce ? quince. Llegados los nav?os al puerto de la isla de la Palma, cuando amanecia, por consejo de los Capitanes Canarios de la Gomera, dieron sobre unos pastores que guardaban unos grandes hatos de ovejas, ?ntes que fuesen sentidos, los cuales huyeron lu?go h?cia un valle, donde habia gente dellos; van los Canarios de la Gomera tras ellos, por unas bre?as ? pe?as ?speras, y siguiendo los portogueses, despe??ronse algunos, que se hicieron pedazos, de los portugueses, y algunos de los Canarios de la Gomera; allegada mucha gente, como sintieron las armas de los portogueses, no osaban llegar ? ellos, sino desde l?jos, peleaban con piedras y varas, los portogueses les tiraban, pero tan ligeros eran en hurtar el cuerpo, que no podian herir ? ninguno. Finalmente, prendieron 17 personas, y con ellos y entre ellos una mujer de espantosa grandeza, la cual se crey? que era la reina de la isla, ? se?ora de alguna parte della. Con esta buena presa, habida con tanto riesgo y esc?ndalo de aquella gente y infamia de la cristiandad, se tornaron ? la Gomera, y dejados los capitanes Canarios y su gente donde los habian tomado, un Capitan de los portogueses, que se llamaba Juan de Castilla, porque venia descontento de la peque?a presa que en la Palma tomaron, y tambien para rehacer ? recompensar en algo los gastos que aquel viaje de la Guinea, donde iba, que se torn? del camino, habia hecho, acord? de hacer en la misma Gomera otra mejor presa; y puesto, dice Juan de Barros, que ? todos los del armada pareci? maldad que hiciese tanto mal ? aquellos de quien habia recibido beneficio, pero venciendo la cudicia al agradecimiento, en esto le pareci? no perjudicar tanto ? los que debia y tener m?nos fealdad su tiran?a, que no quiso hacer en aquel puerto su plagiario salto, sino fuese ? la otra parte de la misma isla Gomera, y estando seguros los vecinos della, salte? 21 ?nimas, y alza sus velas y v?nose con ellas ? Portugal. Sabido por el Infante su maldad, fu? muy indignado contra los Capitanes, y mand? que ? costa dellos todos los Canarios que trajeron captivos, los vistiesen y los tornasen ? las tierras y islas de donde los habian tan fea ? injustamente tomado; porque como el Infante, segun dice Juan de Barros, habia hecho por causa destas gentes, de los Canarios, tantos gastos, sentia mucho cualquiera ofensa que se les hacia, mejor dijera Juan de Barros, que por parecerle mal tan nefanda injusticia. Pero desto, poco sentia el Infante y los portogueses en aquellos tiempos, pues creian, y ans? lo cometian, que por traerlos ? la f?, guerrearlos, y escandalizarlos y sojuzgarlos podian.
Poco les faltaba ? estos fil?sofos de referir las cosas del cielo y verdaderas moradas de los justos, si alcanz?ran por la fe los secretos de la bienaventuranza. De maravillar y de loar es justamente, que, por razon natural, gente sin gracia y sin fe, cognosciesen, que ? los que virtuosamente viviesen y en esta vida se guiasen por razon, se les daba en la otra, como ? los malos pena , perpetuo galardon. Y lo que m?s es de considerar, que alcanzasen que la principal parte de su premio consistiese con los ?nimos ocuparse en la divina contemplacion. En el Evangelio, dijo Cristo nuestro Redentor: <
En este tiempo habia en todo Portugal grand?simas murmuraciones del Infante, vi?ndole tan cudicioso y poner tanta diligencia en el descubrir de la tierra y costa de ?frica, diciendo que destruia el reino en los gastos que hacia, y consumia los vecinos d?l en poner en tanto peligro y da?o la gente portoguesa, donde muchos morian, envi?ndolos en demanda de tierras que nunca los reyes de Espa?a pasados se atrevieron ? emprender, donde habia de hacer muchas viudas y hu?rfanos con esta su porf?a. Tomaban por argumento, que Dios no habia criado aquellas tierras sino para bestias, pues en tan poco tiempo en aquella isla tantos conejos habia multiplicado, que no dejaban cosa que para sustentacion de los hombres fuese menester. El Infante, sabiendo estas detracciones y esc?ndalo que por el reino andaban, sufr?alo con paciencia y grande disimulacion, volvi?ndose ? Dios, segun dice Juan de Barros, atribuy?ndolo ? que no era digno de que por su industria se descubriese lo que tantos tiempos habia que estaba escondido ? los reyes de Espa?a; pero con todo eso sentia en s? cada dia m?s encendida su voluntad para proseguir la comenzada navegacion, y firme esperanza que Dios habia de cumplir sus deseos. Con esta esperanza torn? ? enviar nav?os con gente ? descubrir, rogando ? los Capitanes que trabajasen de pasar el cabo del Boxador, que tan temeroso y dificultoso ? todos se les hacia de pasar. Algunos iban y no pasaban, y hacian presa en los moros que podian saltear y en otros en las islas de Canaria; otros venian y pasaban el estrecho de Gibraltar y trabajaban de hacer saltos en la costa del reino de Granada, y con esto se volvian ? Portugal; y como arriba se dijo, en estas ocupaciones, sin sacar el fruto que el Infante y los portogueses deseaban, se gastaron los doce a?os y m?s, desde el a?o de 18 hasta el de 32.
En el a?o de 1442, viendo el Infante que se habia pasado el cabo del Boxador y que la tierra iba muy adelante, y que todos los nav?os que inviaba traian muchos esclavos moros, con que pagaba los gastos que hacia y que cada dia crecia m?s el provecho y se prosperaba su amada negociacion, determin? de inviar ? suplicar al Papa Martino V, que habia sido elegido en el Concilio de Constancia, donde ces? la scisma que habia durado treinta y ocho a?os, con tres Papas, sin saberse cu?l dellos fuese verdadero Vicario de Cristo, que hiciese gracia ? la Corona real de Portogal de los reinos y se?or?os que habia y hobiese desde el cabo del Boxador adelante, h?cia el Oriente y la India inclusive; y ans? se las concedi?, segun dicen las historias portoguesas, con todas las tierras, puertos, islas, tratos, rescates, pesquer?as y cosas ? esto pertenecientes, poniendo censuras y penas ? todos los Reyes cristianos, Pr?ncipes, y se?ores y comunidades que ? esto le perturbasen; despues, dicen, que los Sumos Pont?fices, sucesores de Martino, como Eugenio IV, y Nicol?s V y Calixto IV, lo confirmaron. Despues desto, viendo algunos del reino de Portogal que se habia pasado el cabo del Boxador, y que aquella mar se navegaba sin los temores y dificultades que se sospechaban de ?ntes, y tambien que con los saltos que hacian, en el camino por la costa, donde llegaban, se hacian ricos, y m?s que con esto agradaban en grande manera al Infante, comenzaron ? armar nav?os ? su costa ? ir ? descubrir; idos y venidos otros y otros, que mandaba ir el Infante, entre otros fu? enviado un Anton Gonzalez, porque entre los captivos que habian traido trajeron tres que prometieron dar muchos esclavos negros por su rescate, m?s de cien personas negros, y cada diez, de diversas tierras, una buena cantidad de oro en polvo, el cual fu? el primer oro que en toda aquella costa se hobo; por lo cual llamaron desde ent?nces aquel lugar el rio del Oro, aunque no es rio, sino un estero ? brazo de mar que entra por la tierra, obra de seis leguas, y dista este lugar del cabo del Boxador cincuenta leguas. Con este retorno y nuevas que trujo, mayormente del oro, fu? se?alada el alegr?a que el Infante hobo; el cual, despach? lu?go ? un Nu?o Tristan, que habia descubierto el cabo Blanco, segun arriba digimos en fin del cap?tulo precedente, y ?ste lleg? al cabo Blanco, y pas? ocho ? diez leguas y vido una isleta, junto ? la tierra firme, de cuatro ? cinco que por all? estaban, que en lengua de la tierra se llamaba Adeget, que agora llaman Arguim; y yendo ? ella vido pasar 25 almad?as ? barcas de un madero, llenas de gente, que en lugar de remos remaban con las piernas, de que todos se maravillaron. Estas, lu?go pensaron que eran aves marinas, pero despues de visto lo que era, saltan en el batel siete personas y van tras ellos; tomaron las catorce con que hincheron el batel, llev?ronlos al nav?o y van tras las otras, y alcanz?ronlas tambien en una isleta, que estaba cerca desta otra, de manera que dejaron despoblada toda la isla; y los dias que por all? estuvieron, fu? en otra isla cerca destas, que llamaron isla de las Garzas, despoblada, donde mataron infinitas dellas, porque no huian dellos, ?ntes estaban quedas cuando las tomaban y mataban, por no haber visto gente vestida. Desta isla hacian saltos en la tierra firme, m?s no pudieron saltear m?s personas, porque estaba ya toda la tierra alborotada, y estas mismas palabras dice su coronista, Juan de Barros. De aqu? se ver? qu? disposicion tenian aquellas gentes, y con qu? ?nimo y voluntad oirian la predicacion de la fe y con qu? amor acogerian ? los predicadores della. Con esta hermosa presa, y muy bien ganada, ? mi parecer, se volvi? al reino de Portugal, dejadas descubiertas, adelante de las otras, veinte y tantas leguas m?s, donde fu? muy graciosamente del Infante recibido, y con alegr?a de todo el reino, porque cuando la ceguedad cae en los corazones de los que rigen, mayormente de los pr?ncipes, necesaria cosa es que se cieguen y no vean lo que debrian ver los pueblos. Con estas nuevas, de que se enriquecian los que andaban en aquel descubrimiento y trato, ya comenzaban los pueblos ? loar y bendecir las obras del Infante, diciendo que ?l habia abierto los caminos del Oc?ano y de la bienaventuranza donde los portogueses fuesen bienaventurados, porque desta naturaleza ? condicion imperfecta somos los hombres, mayormente en esta postrera edad, que donde no sacamos provecho para nosotros, ninguna cosa nos agrada de todo lo que los otros hacen, pero cuando asoma el propio interes ? hay esperanza d?l, tornamos de presto ? mirar las cosas con otros ojos. As? acaecia en estas navegaciones con el Infante ? los portogueses; ?l ? lo que mostraba, dicen, que las hacia por celo de servir ? Dios y traer los infieles ? su cognoscimiento, puesto que no guardaba los debidos medios, y ans? creo yo cierto, que m?s ofendia que servia ? Dios, porque infamaba su fe y ponia en aborrecimiento de aquellos infieles la religion cristiana, y por una ?nima que recibiese la fe ? su parecer que quiz? y aun sin quiz?, no recibia el baptismo sino de miedo y por manera forzada, echaban ? los infiernos ante todas cosas muchas ?nimas: y que ?l tuviese culpa y fuese reo de todo ello, est? claro, porque ?l los enviaba y mandaba y, llevando parte de la ganancia y haciendo mercedes ? los que traian las semejantes cabalgadas, todo lo aprobaba, y no cumplia con decir que no hiciesen da?o, porque esto era escarnio, como de s? parece, as? que todo el pueblo ?ntes que no v?a provecho murmuraba, y despues de visto glorificaba.
El a?o siguiente de 445 invi? el Infante un nav?o, el cual lleg? ? la isla dicha de Arguim, y meti?se el Capitan con 12 hombres en un batel para ir ? la tierra firme, que est? dos leguas de la isla, y llegado, meti?se en un estero, y cuando mengu? la mar qued? el batel en seco; vi?ronlo la gente de la tierra, vinieron contra ?l 200 hombres y mat?ronle ? ?l y ? siete de los doce, y los dem?s se salvaron por saber nadar: y ?stos fueron los primeros que mataron justamente de los portogueses, por cuantos los portogueses habian muerto y captivado con la injusticia que arriba parece por lo dicho. Ninguno que tenga razon de hombre, y mucho m?nos de los letrados, dudar? de tener aquellas gentes todas contra los portogueses guerra just?sima. El a?o siguiente 46, envi? el Infante tres carabelas, y su hermano el infante D. Pedro, que era tutor del rey D. Alonso, su sobrino y regente del reino, mand? ? los que iban que entrasen en el rio del Oro y trabajasen por convertir ? la fe de Cristo aquella b?rbara gente, y cuando no recibiesen el baptismo asentasen con ellos paz y trato. Aqu? es de notar otra mayor ceguedad de Portogal que las pasadas, y a?n escarnio de la fe de Jesucristo; y esto parece, lo uno, porque mandaban los Infantes, ? los que solian enviar ? saltear y robar los que vivian en sus casas pac?ficos y seguros, como id?neos ap?stoles, que trabajasen de traer ? la fe los infieles ? moros, que nunca habian oido della, ? si tenian della noticia, ?ntes desto, que habian f?cilmente de dejar la suya y la nuestra recibir: lo segundo, que les mandaba traerlos ? la fe, como si fuera venderles tal y tal mercadur?a y no hobiera m?s que hacer; lo tercero, que habi?ndoles hecho las obras susodichas, tan in?cuas, tan de s? malas y tan horribles, no considerasen los Infantes cuales voluntades, para recibir los sus predicadores, que tan buenos ejemplos de cristiandad les habian dado, podian tener. Cosa es esta mucho de considerar, y por cierto harto digna de lamentar. As? que, ni quisieron los de la tierra recibir la f?, ni a?n quiz? entendieron en su lengua lo que se les decia, ni hacer paz ni tener trato con gente que tantos y tan irreparables males y da?os les hacia, y esto hicieron con mucha razon y justicia; y para que esto, cualquiera que seso tuviere, lo conozca y apruebe, deber? aqu? de notar que ? ningun infiel, sea moro, al?rabe, turco, t?rtaro ? indio ? de otra cualquiera especie, ley ? secta que fuere, no se le puede ni es l?cito al pueblo cristiano hacerle guerra, ni molestarle, ni agraviarle con da?o alguno en su persona ni en cosa suya, sin cometer grand?simos pecados mortales, y ser obligados, el cristiano ? cristianos que lo hicieren, ? restitucion de lo que les rob?ren y da?os que les hicieren, sino es por tres causas justas, ? por cualquiera dellas, y regularmente no hay otras; y las que algunos fingen, fuera destas, ? son ni?er?as ? gran malicia, por tener ocasiones ? darlas para robar lo ajeno y adquirir estados no suyos y riquezas iniqu?simas. La primera es, si nos impugnan, ? guerrean ? inquietan la cristiandad actualmente ? en h?bito, y esto es que siempre est?n aparejados para nos ofender, aunque actualmente no lo hagan, porque ? no pueden ? esperan tiempo y sazon para lo hacer, y estos son los turcos y moros de Berber?a y del Oriente, como cada dia vemos y padecemos; contra estos no hay duda ninguna sino que tenemos guerra justa, no s?lo cuando actualmente nos la muevan pero a?n cuando cesan de hacerlo, porque nos consta ya por largu?sima experiencia su intincion de nos da?ar, y esta guerra nuestra contra ellos no se puede guerra llamar, sino leg?tima defension y natural. La segunda causa es, ? puede ser, justa nuestra guerra contra ellos si persiguen, ? estorban, ? impiden maliciosamente nuestra fe y religion cristiana, ? matando los cultores y predicadores della, sin causa leg?tima, ? haciendo fuerza por fin de que la renegasen, ? dando premio para que la dejasen y recibiesen la ley suya; todo esto pertenece al impedimento y persecucion de nuestra sancta fe; por esta causa ningun cristiano duda que no tengamos justa guerra contra cualesquiera infieles, porque muy mayor obligacion tenemos ? defender y conservar nuestra sancta fe y cristiana religion y ? quitar los impedimentos della, que ? defender nuestras proprias vidas y nuestra rep?blica temporal, pues somos mas obligados ? amar ? Dios que ? todas las cosas del mundo. Dije <
En el cual se torna ? la historia de como Crist?bal Colon deliber? de ofrecerse ? descubrir otro mundo, cuasi como certificado que lo habia de hallar.--Ofreci? al rey de Portugal primero la empresa.--Las cosas que proponia hacer ? riquezas descubrir; las mercedes que pedia por ello.--Mofaron el Rey y sus Consejeros d?l, teniendo por burla lo que prometia; estuvo catorce a?os en esto con el rey de Portugal.--Por la informacion que el Rey le oia envi? una carabela secretamente, que torn? medio perdida; sabida la burla determin? dejar ? Portugal y venir ? los reyes de Castilla.--As?gnanse algunas causas, por que el rey de Portugal dejaria de aceptar esta negociacion.
Como determin? Crist?bal Colon que su hermano Bartolom? Colon fuese ? ofrecer la empresa al rey de Inglaterra.--De las condiciones deste Bartolom? Colon.--Como hizo ciertos versos en latin al rey de Inglaterra y una figura.--Sali? Crist?bal Colon secretamente de Portugal, vino ? la villa de Palos.--Dej? su hijo chiquito, Diego Colon, en el monesterio de La R?bida.--Fu?se ? la corte.--Comenz? ? informar ? personas grandes.--Fu? oido de los reyes; cometieron el negocio al Prior de Prado y ? otros.--Pusieron muchos argumentos, segun ent?nces podian poner, harto d?biles.--No fu? creido, ?ntes juzgadas sus promesas por vanas ? imposibles.--As?gnanse algunas razones desto.--Padeci? grandes trabajos por cinco a?os, y en fin fu? despedido sin nada.
Quieren decir los primeros, para los que no entienden latin El que quisiere saber las orillas ? riberas de la tierra y de la mar, todo lo ense?a esta presente pintura, la cual aprueban Strabon, Ptolomeo, Plinio y Sant Isidro, aunque por diversa manera. De los versos que se siguen, lo que contienen es: Que aquel que con nav?os habia otros tiempos arado la ribera de Espa?a, cuasi prenunciando ? profetizando dice, que ha de hacer que la t?rrida zona, que solia ser tenida por inhabitable y por esta causa no era conocida, que, mostrando por esperiencia el contrario, sea not?sima ? muchos. El autor de aquella pintura, dice, ser de patria ginov?s, y que tiene por nombre Bartolom? Colon de Tierra Rubia, hizo la obra en Londres, a?o de 1488 ? 10 del mes de hebrero: alabanzas se canten ? Cristo en mucha abundancia.
Recibidos, pues, por el rey de Inglaterra los versos y el mapa-mundi, mostr? desde adelante al Bartolom? Colon siempre alegre cara, y holgaba mucho de platicar en aquella materia con ?l, y, finalmente, segun se dijo, la empresa de buena voluntad aceptaba, y enviaba por el Crist?bal Colon; el cual ya era ido ? su descubrimiento y vuelto con el fruto maravilloso de sus trabajos, segun abajo m?s largo, placiendo ? Dios, se ver?.
Otros que mostraban ser mas subidos en matem?tica doctrina, tocando en astrolog?a y cosmograf?a, decian que desta esfera inferior de agua y tierra, no qued? m?s que una muy peque?a parte descubierta, porque todo lo demas estaba de agua cubierto, y por tanto que no se podia navegar sino era por las riberas ? costas, como hacian los portogueses por la Guinea; y ?stos que afirmaban esto, harto pocos libros habian leido y m?nos tratado de navegaciones. A?idian m?s, que quien navegase por v?a derecha la vuelta del Poniente, como el Crist?bal Colon proferia, no podria despues volver, suponiendo que el mundo era redondo y yendo h?cia el Occidente iban cuesta abajo, y, saliendo del hemisferio que Ptolomeo escribi?, ? la vuelta ?rales necesario subir cuesta arriba, lo que los nav?os era imposible hacer: esta era gentil y profunda razon, y se?al de haber bien el negocio entendido. Otros alegaban ? Sant Agustin, el cual, como tocamos arriba, negaba que hobiese ant?podas, que son los que decimos que andan contrarios de nuestros pi?s, y ans? traian por refran, <
En el cual se contiene, como Crist?bal Colon vino ? la ciudad de Sevilla y propuso su demanda al Duque de Medina Sidonia, el cual, puesto que muy magn?nimo y que habia mostrado su generosidad en grandes hechos, ? porque no la crey?, ? porque no la entendi? no quiso aceptarla.--Como de all? se fu? al Duque de Medinaceli, que al presente residia en el Puerto de Santa Mar?a: entendido el negocio lo acept? y se dispuso para favorecerlo, y sabido por la reina Do?a Isabel, mand? al Duque que no entendiese en ello que ella lo queria hacer, etc.
Contado hemos en el cap?tulo precedente, como Crist?bal Colon vino ? la corte de los reyes de Castilla y propuso su descubrimiento ante las personas reales, y las repulsas y trabajos y disfavores que all? padeci? por muchos a?os por defecto de no comprender la empresa que les presentaba, ni entender la materia que se les proponia ? aquellos ? quien los Reyes cometieron la informacion della; el cual, venido ? la ciudad de Sevilla, como tuviese noticia de las riquezas y magnanimidad del duque de Medina Sidonia, D. Enrique de Guzman, el cual por aquella causa obraba cosas egregias y de se?or de gran magnificencia, como fu? proveer copiosamente por mar y por tierra al real y cerco que los Reyes cat?licos tenian puesto sobre la ciudad de M?laga, que estaba en gran necesidad de bastimentos y dineros, y por eso se dijo ser muy mucha causa el dicho Duque de la toma de aquella ciudad, y tambien descerc? al marqu?s de C?liz don Rodrigo de Leon, el cual estaba cercado de todo el poder del rey de Granada, en Alhama, as? que propuesto su negocio Crist?bal Colon, ante el dicho Duque, ? porque no lo crey?, ? porque no entendi? la grandeza de la demanda, ? porque como estaban ocupados todos los grandes del reino, mayormente los de Andaluc?a, con el cerco de la ciudad de Granada y hacian grandes gastos, aunque no habia en aquellos tiempos en toda Espa?a otro se?or que m?s rico fuese ; finalmente, pareci? no atreverse ? lo que tan poca mella hiciera en sus tesoros, y tanto esclareciera el resplandor de su magnificencia y multiplicara la grandeza de su estado. Dejado el duque de Medina Sidonia, acord? pasarse Crist?bal Colon al duque de Medinaceli, D. Luis de la Cerda, que ? la sazon residia en su villa del Puerto de Santa Mar?a; este se?or puesto que no se le habian ofrecido negocios en que la grandeza de su ?nimo y generosidad de su sangre pudiese haber mostrado, tenia empero valor para que ofreci?ndosele materia obrase cosas dignas de su persona. Este se?or, luego que supo que estaba en su tierra aquel de quien la fama referia ofrecerse ? los Reyes, que descubriria otros reinos y que serian se?ores de tantas riquezas y cosas de inestimable valor ? importancia, mand?le llamar, y haci?ndole el tratamiento, que, segun la nobleza y benignidad suya, y la autorizada persona y graciosa presencia del Crist?bal Colon, merecia, inform?se d?l muy particularizadamente, por muchos dias, de la negociacion, y tomando gusto el generoso Duque en las pl?ticas que cada dia tenia con Crist?bal Colon, y m?s y m?s se aficionando ? su prudencia y buena razon, hobo de concebir buena estima de su prop?sito y viaje que deseaba hacer, y tener en poco, cualquiera suma de gastos que por ello se aventurasen, cuanto m?s siendo tan poco lo que pedia. En estos dias, sabiendo que no tenia el Crist?bal Colon para el gasto ordinario abundancia, mand?le proveer en su casa todo lo que le fuese necesario. Hab?anle llegado hasta all? ? tanto estrecho los a?os que habia estado en la corte, que, segun se dijo, algunos dias se sustent? con la industria de su buen ingenio y trabajo de sus manos, haciendo ? pintando cartas de marear, las cuales sabia muy bien hacer, como creo que arriba tocamos, vendi?ndolas ? los navegantes. Satisfecho, pues, el magn?fico y muy ilustre Duque de las razones que Crist?bal Colon le di?, y entendida bien, aunque no cuanto era digna, la importancia y preciosidad de la empresa que acometer disponia, teniendo fe y esperanza del buen suceso della y prosperidad; determina de no disputar m?s si saldria con ella ? no, y, magn?fica y liberalmente como si fuera para cosa cierta, manda dar todo lo que Crist?bal Colon decia que era menester, hasta 3 ? 4.000 ducados, con que hiciese tres nav?os ? carabelas proveidas de comida para un a?o y para m?s, y de rescates, y gente marinera, y todo lo que m?s pareciese que era necesario; mandando con extrema solicitud se pusiesen los nav?os, en aquel rio del Puerto de Santa Mar?a, en astillero, sin que se alzase manos dellos hasta acabarlos. Esto ans? mandado y comenzado, porque m?s fundado y autorizado fuese su hecho, envi? por licencia Real, suplicando al Rey y ? la Reina tuviesen por bien que ?l con su hacienda y casa favoreciese y ayudase aquel varon tan egregio, que ? hacer tan gran haza?a y ? descubrir tantos bienes y riquezas se ofrecia, y para ello tan buenas razones daba, porque ?l esperaba en Dios que todo resultaria para prosperidad destos reinos y en su Real servicio. Pero porque la divina Providencia tenia ordenado que con la buena fortuna de tan excelentes Reyes, y no con favor y ayuda de otros sus inferiores, aquestas felices tierras se descubriesen, ?bales quitando los impedimentos que ? favorecer esta obra en parte les estorbaban, porque ya ent?nces iban al cabo de la guerra del reino de Granada, y andaban en tratos para que los injustos poseedores moros, que tantos a?os habia que usurpado y tiranizado lo tenian, se lo entregasen. Como viesen que se les aparejaba alguna tranquilidad y reposo de tan espesas turbaciones, solicitudes, cuidados y trabajos, como despues que comenzaron ? reinar, padecido habian, con el inestimable gozo que de propincuo recibir esperaban de ver, como vieron, la Cruz de Nuestro Salvador Jesucristo puesta sobre el Alhambra de Granada; oida por Sus Altezas, mayormente y con m?s aficion por la seren?sima y prudent?sima Do?a Isabel, digna de gloriosa ? inmortal memoria, la peticion del dicho Duque, y que recogia y aplicaba para s? como una buena ventura el cuidado de expedir ? solicitar y llegar al cabo tan piadosa armada, considerando la dicha ilustr?sima Reina que podia el negocio suceder en alguna egregia y haza?osa obra , por persuasion, segun se dijo, del generoso Cardenal, D. Pero Gonzalez de Mendoza, y tambien diz que ayud? mucho el susodicho doct?simo maestro fray Diego de Deza, maestro del Pr?ncipe, fraile de Santo Domingo, y despues Arzobispo de Sevilla; mand? la Reina escribir al dicho Duque, tenerle su prop?sito y deliberacion en gran servicio, y que se gozaba mucho tener en sus reinos persona de ?nimo tan generoso y de tanta facultad, que se dispusiese ? emprender obras tan her?icas , pero que le rogaba ?l se holgase que ella misma fuese la que guiase aquella demanda, porque su voluntad era mandar con eficacia entender en ella, y de su C?mara real se proveyese para la expedicion semejante las necesarias expensas, porque tal empresa como aquella no era sino para Reyes. Por otra parte mand? despachar sus letras graciosas para Crist?bal Colon, mand?ndole que luego sin dilacion, para su corte se partiese. Mand? ansimismo y provey? que de su C?mara real se pagase al Duque lo que hasta ent?nces en los nav?os y en lo demas hobiese gastado, y mand? que aquellos mismos se acabasen, y en ellos, diz, que Crist?bal Colon hizo su descubrimiento y camino. No se puede creer el pesar que hobo desto el Duque, porque cuanto en ello m?s entendia, tanto m?s le crecia la voluntad de lo proseguir, ? mucho m?s de verlo acabado. Pero, como sabio, desque m?s hacer no pudo, conform?se con la voluntad de la Reina, creyendo tambien, como cristiano, que aquella era la voluntad de Dios, y ans?, acord? haber en ello paciencia. Esto as?, en sustancia me cont? muchos a?os h?, en esta isla Espa?ola, un Diego de Morales, honrada y cuerda persona, que vino ? ella primero que yo, casi de los primeros, y era sobrino de un mayordomo mayor que tenia el Duque dicho, que creo se llamaba Romero, el cual diz que habia sido el que primero di? relacion al Duque de lo que Colon pretendia, y fu? causa mucha que le oyese largamente y se persuadiese ? aceptar lo que ofrecia.
En el cual se contiene otra via diversa de la del precedente cap?tulo, que algunos tuvieron para quel Crist?bal Colon fuese de los reyes de Castilla admitido y favorecido, conviene ? saber, que visto que el Duque de Medina Sidonia no le favorecia, que se fu? ? la R?bida de Palos donde habia dejado su hijo con determinacion de irse al rey de Francia; y que un guardian del dicho monesterio de La R?bida que se llamaba fray Juan Perez, le rog? que no se fuese hasta que ?l escribiese ? la Reina; envi? la Reina ? llamar al guardian y despues ? Crist?bal Colon y envi?le dineros.--Llegado, hobo muchas disputas.--T?rnase ? tener por locura.--Despiden totalmente ? Crist?bal Colon.--N?tase la gran constancia y fortaleza de ?nimo de Crist?bal Colon, etc.--D? el autor ?ntes desto alguna conformidad de tres v?as que parecen diversas como esto al cabo se concluy?.
Dicho habemos en el cap?tulo ?ntes deste la manera que se tuvo para que los Reyes se determinasen ? aceptar la empresa de Crist?bal Colon, segun supimos de persona de las antiguas en esta isla y ? quien yo no dud? ni otro dudara darle cr?dito. En este quiero contar otra v?a, segun otros afirmaron, por la cual vino el negocio ? tornarse ? tratar y los Reyes sufriesen otra vez ? oirle, puesto que tambien por all? se desbarat? y con m?s desconsuelo y mayor amargura del mismo Colon. Pu?dese colegir parte desta v?a de algunas palabras que de cartas del dicho Crist?bal Colon para los Reyes he visto, mayormente de las probanzas que se hicieron por parte del Fiscal del Rey, despues que el almirante D. Diego Colon, primer sucesor del primero, movi? pleito sobre su estado y privilegios al Rey; y puesto que en algunas cosas parezca con la primera ser hasta incompatible, no por eso ser? bien condenar del todo aquella que no hobiese acaecido, porque aunque no llevase todo el discurso como se ha referido, puede haber sido que el duque de Medinaceli hobiese la dicha empresa al principio admitido, y despues, por algunos inconvenientes ? cosas que acaecieron, que no constan, hab?rsele impedido. Finalmente, de la primera y desta segunda y de la tercera, que en el siguiente cap?tulo se referir?, podr? tomar el que esto leyere la que mejor le pareciere, ? de todas tres componer una, si, salva la verisimilitud, compadecer se pudiere; ? que, despedido del duque de Medina Sidonia ? del de Medinaceli, saliese descontento sobre el descontento que trujo de la corte Crist?bal Colon, segun los que dijeron que fu? ? la villa de Palos con su hijo, ? ? tomar su hijo, Diego Colon, ni?o, lo cual yo creo. Fuese al monesterio de La R?bida, de la ?rden de San Francisco, que est? junto ? aquella villa, con intencion de pasar ? la villa de Huelva, ? saber, con un su concu?o, casado, diz que, con una hermana de su mujer, ? de all? pasar en Francia ? proponer su negocio al Rey, y si all? no se le admitiese ir al Rey de Inglaterra, por saber tambien de su hermano Bartalom? Colon, de quien hasta ent?nces no habia tenido alguna nueva; sali? un Padre, que habia nombre, fray Juan Perez, que debia ser el Guardian del monesterio, y comenz? ? hablar con ?l en cosas de la corte como supiese que della venia, y Crist?bal Colon le di? larga cuenta de todo lo que con los Reyes y con los Duques le habia ocurrido, del poco cr?dito que le habian dado, de la poca estima que de negocio tan grande hacian, y como lo tenian todos por cosa vana y de aire y todos los de la corte, por la mayor parte, lo desfavorecian. Haciendo alguna reflexion entre s?, el dicho Padre, cerca de las cosas que ? Crist?bal Colon oia, qu?sose bien informar de la materia y de las razones que ofrecia, y, porque algunas veces Crist?bal Colon hablaba puntos y palabras de las alturas y de astronom?a y ?l no las entendia, hizo llamar ? un m?dico ? f?sico, que se llamaba Garci Hernandez, su amigo, que, como fil?sofo, de aquellas proposiciones m?s que ?l entendia; juntos todos tres platicando y confiriendo, agrad? mucho al Garci Hernandez, f?sico, y por consiguente al dicho Padre Guardian, el cual diz que, ? era confesor de la Seren?sima Reina, ? lo habia sido, y con esta confianza rog? instant?simamente al dicho Crist?bal Colon que no se fuese, porque ?l determinaba de escribir ? la Reina sobre ello, y que hasta que volviese la respuesta se estuviese all? en el monasterio de La R?bida. Plugo ? Crist?bal Colon hacerlo as?, lo uno porque como ya hobiese seis ? siete a?os que andaba en la corte negociando ?sto, y sintiese la bondad de los Reyes, y la fama de sus virtudes y clemencia por muchas partes se difundia, por lo cual deseaba servirles, y via que no por falta de Sus Altezas sino de los que les aconsejaban, no entendiendo el negocio, no se lo admitian, y tenia aficion al reino de Castilla, donde tenia sus hijos que mucho queria; y lo otro por excusar trabajos y dilacion, yendo de nuevo ? Francia, aunque ya rescibido habia cartas del rey de Francia, segun ?l dice en una carta que escribi? ? los Reyes, creo que desde esta isla Espa?ola, diciendo ans?: <
En el cual se trata como segunda vez absolutamente fu? Crist?bal Colon de los Reyes despedido y se parti? de Granada desconsolado, y como un Luis de Santangel, escribano de las raciones, privado de los Reyes, ? quien pesaba gravemente no aceptar la Reina la empresa de Crist?bal Colon, entr? ? la Reina y le hizo una notable habla, tanto que la persuadi? eficazmente, y prest? un cuento de maraved?s ? la Reina para el negocio, y la Reina envi? luego ? hacer volver ? Crist?bal Colon, y otras cosas notables que aqu? se contienen.
Despedido esta segunda vez, por mandado de los Reyes, Crist?bal Colon, y sin darle alguna esperanza, como en la otra le dieron, de que en algun tiempo se tornaria ? tratar dello, sino absolutamente, acompa?ado de harta tristeza ? disfavor, como cada uno podr? considerar, sali?se de la ciudad de Granada, donde los Reyes habian ya con gran triunfo y gloria de Dios, y alegr?a del pueblo cristiano, entrado ? dos dias del mes de Enero, segun dice el mismo Crist?bal Colon en el principio del libro de su navegacion primera; en el mismo mes de Enero, digo, que sali? para proseguir su ida de Francia. Entre otras personas de los que le ayudaban en la corte y deseaban que su obra se concluyese ? pasase adelante, fue aquel Luis de Santangel, que arriba digimos, escribano de raciones. Este recibi? tan grande y tan excesiva pena y tristeza desta segunda y final repulsa, sin alguna esperanza, como si ? ?l fuera en ello alguna gran cosa y poco m?nos que la vida; viendo as? ? Crist?bal Colon despedido, y no pudiendo sufrir el da?o y menoscabo que juzgaba ? los Reyes seguirse, ans? en perder los grandes bienes y riquezas que Crist?bal Colon prometia si acaecia salir verdad y haberlos otro Rey cristiano, como en la derogacion de su real autoridad que tan estimada en el mundo era, no queriendo aventurar tan poco gasto por cosa tan infinita, confiando en Dios y en la privanza ? estima que los Reyes de su fidelidad y deseo de servirles sabia que tenian, confiadamente se fu? ? la Reina y d?jole desta manera: <
En el cual se trata como se hicieron los despachos de Crist?bal Colon, segun ?l supo y quiso pedir, con la capitulacion de las mercedes que los Reyes le hacian, de lo cual luego en Granada se le di? privilegio real.--?sta se pone ? la letra porque se vea la forma y estilo de aquellos tiempos.--Como despachado, se fu? ? la villa de Palos ? se despachar.
Vuelto, como digimos, Crist?bal Colon ? la ciudad de Granada por mandado de la Reina, y cometidos los despachos al Secretario Juan de Coloma, y porque debieran de volver los Reyes ? la villa de Sancta F? hasta que les aparejasen sus aposentos reales del Alhambra, ? hasta que se proveyesen otras cosas necesarias ? la seguridad de sus reales personas, comenz?ronse los dichos despachos en la dicha villa de Sancta F?. Y porque se vea la forma y estilo que por los Reyes en aquel tiempo en los despachos era establecida ? por su mandado se usaba, ponemos aqu? formalmente lo que con el dicho Crist?bal Colon, en este negocio y contratacion, ent?nces fu? celebrado, cuyo tenor y forma es la que se sigue:
Primeramente, que Vuestras Altezas, como se?ores que son de las dichas mares Oc?anas, hacen desde agora al dicho don Crist?bal Colon su Almirante, en todas aquellas islas y tierras firmes que por su mano ? industria se descubrieren ? ganaren en las dichas mares Oc?anas, para durante su vida, ?, despues d?l muerto, ? sus herederos ? sucesores, de uno en otro perp?tuamente, con todas aquellas preeminencias y prerrogativas pertenecientes al tal oficio, segun que D. Alonso Enriquez, vuestro Almirante mayor de Castilla, y los otros predecesores en el dicho oficio, lo tenian en sus districtos.--Plaze ? sus Altezas.--Juan de Coloma.
Otros?, que Vuestras Altezas hacen al dicho D. Crist?bal Colon su Visorey y Gobernador general en las dichas islas y tierras firmes, que, como dicho es, ?l descubriere ? ganare en las dichas mares, y que para el regimiento de cada una y cualquiera dellas haga eleccion de tres personas para cada oficio, y que Vuestras Altezas tomen y escojan uno, el que m?s fuere su servicio, y as? ser?n mejor regidas las tierras que nuestro Se?or le dejare hallar ? ganar ? servicio de Vuestras Altezas.--Plaze ? Sus Altezas.--Juan de Coloma.
Item, que todas y cualesquiera mercader?as, siquier sean perlas preciosas, oro ? plata, especer?a, y otras cualesquier cosas y mercader?as de qualquier especie, nombre y manera que sean que se compraren, trocaren, fallaren, ganaren ? hobieren dentro de los l?mites del dicho almirantazgo, que desde agora Vuestras Altezas hacen merced al dicho D. Crist?bal, y quieren que haya y lleve para s? la d?cima parte de todo ello, quitadas las costas que se hicieren en ello; por manera que de lo que quedare limpio y libre haya y tome la d?cima parte para s? mismo y haga dello su voluntad, quedando las otras nueve partes para Vuestras Altezas.--Plaze ? Sus Altezas.--Juan de Coloma.
Otros?, que si ? causa de las mercader?as que ?l traer? de las dichas islas y tierras, que as? como dicho es se ganaren y descubrieren, ? de las que en trueque de aquellas se tomaren ac? de otros mercaderes, naciere pleito alguno en el lugar donde el dicho comercio y trato se tern? y far?, que si por la preeminencia de su oficio de Almirante le pertenece cognoscer del tal pleito, plega ? Vuestras Altezas que ?l ? su Teniente, y no otro juez conozca del pleito y ans? lo provean desde agora.--Plaze ? Sus Altezas si pertenece al dicho oficio de Almirante, segun que lo tenian el dicho almirante D. Alonso Enriquez, y los otros sus antecesores en sus districtos, y siendo justo.--Juan de Coloma.
Item, que en todos los nav?os que se armaron para el dicho tracto y negociacion cada y cuando y cuantas veces se armaren, que pueda el dicho D. Crist?bal, si quisiere, contribuir y gastar la ochava parte de todo lo que se gastare en el armazon, ? que tambien haya ? lieve el provecho de la ochava parte de lo que resultare de la tal armada.--Plaze ? Sus Altezas.--Juan de Coloma.
Hecho este asiento y capitulacion, y concedidas estas mercedes por los Reyes cat?licos en la villa de Sancta F?, de la manera dicha, entr?ronse Sus Altezas en la ciudad de Granada de hecho, donde suplic? ? los Reyes Crist?bal Colon, que Sus Altezas le mandasen dar privilegio real de las dichas mercedes que le prometian y hacian, el cual mandaron darle muy cumplido, haci?ndolo noble, y constituy?ndolo su Almirante mayor de aquellas mares Oc?anas, y Visorey ? Gobernador perpetuo, ?l y sus sucesores, de las Indias, islas y tierras firmes, aquellas que de aquel viaje descubriese y de las que despues por si ? por su industria se hobiesen de descubrir; y di?ronle facultad que ?l y sus sucesores se llamasen Don, y de los susodichos t?tulos usase luego que hobiese hecho el dicho descubrimiento, sobre lo cual mandaron poner la cl?usula siguiente: <
V?nose despachado Crist?bal Colon ? la villa de Palos, entendi? con gran presteza en su despacho, puso medio cuento de maraved?s que fueron necesarios.--Un Martin Alonso y sus hermanos Pinzones ayudaron mucho ? se despachar, y fueron con ?l ? descubrir.--T?case del pleito que hobo entre el Fiscal y el Almirante.--Detr?ese de cosas no dignas que el Fiscal movi? en favor del Martin Alonso, deshaciendo los grandes servicios del Almirante porque los hermanos del Martin Alonso decian que ellos habian sido causa principal del descubrimiento destas Indias.--P?nense razones por las cuales se convencen de falsedad.--Arm? tres nav?os, dos peque?os y otro mayor.--Junt? noventa personas.--Hizo Capitanes ? Martin Alonso y ? su hermano Vicente Ya?ez, y al tercero Maestre del uno; ?l tom? la nao ? nav?o grande, etc.
Despues que Crist?bal Colon fu? despachado en la corte, muy ? su contento, de todas las provisiones, c?dulas y cartas y favores reales que supo pedir, besadas las manos ? los Cat?licos Reyes y Sus Altezas, despidi?ndole con muy alegre rostro y graciosas favorables palabras, se parti? de Granada en nombre de la Sant?sima Trinidad , s?bado, que se contaron doce dias del mes de Mayo del susodicho a?o de 1492. Fu?se derecho ? la villa de Palos para donde pidi? ? Sus Altezas que se le diese recaudo para su viaje; lo uno, porque all? hay buenos y cursados hombres de la mar; lo otro, porque ya tenia dellos algunos cognoscidos y amigos; lo otro, por el cognoscimiento y devocion que tenia, y conversacion y ayuda, con el dicho Padre fray Juan Perez, Guardian de la dicha casa ? monesterio de La R?bida; lo otro, porque, ? lo que tengo entendido, los Reyes tenian obligada la villa de Palos, no supe si por delito ? por subsidio, para que sirviesen ? Sus Altezas con dos carabelas, tres meses, en lo que les mandasen. Comenz? Crist?bal Colon ? tratar en aquel puerto de su negocio y despacho, y entre los vecinos de aquella villa habia unos tres hermanos que se llamaban los Pinzones, marineros ricos y personas principales. El uno se llamaba Martin Alonso Pinzon, y este era el principal y m?s rico y honrado; el segundo, Vicente Ya?ez Pinzon; el tercero, Francisco Martinez Pinzon, su hermano; ? estos, casi todos los de la villa se acostaban, por ser m?s ricos y mas emparentados. Con el principal, Martin Alonso Pinzon, comenz? Crist?bal Colon su pl?tica, rog?ndole que fuese con ?l aquel viaje y llevase sus hermanos y parientes, y amigos, y sin duda es de creer que le debia prometer algo, porque nadie se mueve sino por su inter?s y utilidad, puesto que no tanto como algunos dijeron; creemos que aqueste Martin Alonso, principalmente, y sus hermanos ayudaron y aviaron mucho ? Crist?bal Colon para su despacho, por ser ricos y acreditados, mayormente el Martin Alonso, que era muy animoso y en las cosas de la mar bien experimentado. Y porque Crist?bal Colon quiso contribuir la ochava parte en este viaje, por que con solo el cuento de maraved?s que por los Reyes prest? Luis de Santangel no podia despacharse, y tambien por haber de la ganancia su ochavo, y como Crist?bal Colon qued? de la corte muy alcanzado, y puso medio cuento de maraved?s por el dicho ochavo, que fu? todo para se despachar necesario, como pareci? por las cuentas de los gastos que se hicieron por ante escribano p?blico en la dicha villa y puerto de Palos, que el dicho Martin Alonso, cosa es veros?mile y cercana de la verdad, segun lo que yo tengo entendido, prest? s?lo al Crist?bal Colon el medio cuento, ? ?l y sus hermanos.
Embarc?se jueves ? 2 de Agosto y h?zose ? la vela viernes ? 3, a?o de 1492.--P?nese aqu? un pr?logo notable que hizo ? los Reyes, Crist?bal Colon, puesto en el principio del libro desta su primera navegacion.--Determin? de hacer dos cuentas de las leguas que andaba, una secreta para s?, que contaba verdad de lo que andaba, y otra p?blica para con la gente, que decia m?nos de lo que andaba, porque si se dilatase el viaje la gente no desmayase.--Hobo rev?s y trabajos hasta llegar ? las Canarias, saltando el gobernario de una carabela ? vela de adobar, en gran Canaria.--La tierra desta isla de Tenerife ech? de s? gran fuego.--Comenzaba la gente de los nav?os ? se arrepentir y ? murmurar, etc.
Puesto su despacho todo en perfeccion, jueves ? 2 de Agosto a?o de 1492, mand? embarcar Crist?bal Colon toda su gente, y otro dia, viernes, que se contaron tres dias del dicho mes de Agosto, ?ntes que el sol saliese con media hora, hizo soltar las velas y sali? del puerto y barra que se dice de Saltes, porque as? se llama aquel rio de Palos; y porque comenz? desde all? un libro de sus navegaciones para estas Indias, y el pr?logo d?l, as? por contar algo de la toma de Granada y hacer mencion de la echada de los judios destos reinos, como porque se conciba la intincion de los Reyes y suya, y tambien por la antig?edad y simplicidad de sus palabras pareci?me no ir fuera de la historia referirlo aqu?, en el cual comienza Crist?bal Colon decir ? los Reyes ans?:
Fu? avisado Crist?bal Colon que andaban ciertos nav?os del rey de Portugal por prenderle.--Di?se priesa para salir del puerto de la Gomera; sali? jueves ? seis dias de Setiembre del dicho a?o.--Va contando las leguas que cada dia con su noche, conforme ? las dos cuentas dichas, andaba, etc.
En el cual se tracta como es ley universal que Dios tiene en su mundo, que las cosas grandes, mayormente las de la fe, tengan muchos contrarios y dificultades, y de la razon desto.--Como la gente desmayaba de ver tan largo viaje sin ver tierra, murmuraban y echaban maldiciones ? Crist?bal Colon, dici?ndole en la cara injurias porque se tornase, amenaz?ndole que le habian de echar ? la mar, y tomaban m?s recias ocasiones cuanto mejor tiempo llevaban.--Como Crist?bal Colon los consolaba y cumplia con ellos con buenas palabras, y gran modestia y paciencia.--Como Dios le favorecia, vieron algunas aves en se?al de estar cerca de tierra.--De los corrillos y pl?ticas que entre s? tenian contra ?l.--Como ?l lo disimulaba, y de las razones que les decia para que perseverasen, y de la esperanza que les daba.
En el cual se contiene una carta de marear que llevaba Crist?bal Colon, donde tenia pintadas estas Indias ? islas, mayormente esta Espa?ola que llam? Cipango, y esta carta dice el autor que la tiene, ? lo que cree, en su poder.--Como vieron ciertos celajes que todos afirmaron ser tierra y hobieron grande alegr?a y al cabo no fu?.--Como vieron muchas se?ales adelante de tierra.--Como se le quisieron amotinar de no poder ya mas sufrir la dilacion.--Como descubri? Colon ciertos secretos de las alturas.--Como confirieron los puntos de la navegacion.
En el cual se tracta de algunos alegrones que tuvieron diciendo algunos que v?an tierra, ? los cuales se les tornaban luego en tristezas y en murmuraciones y desacatos de Crist?bal Colon, y ? quer?rsele amotinar.--Como mud? el camino m?s al Austro por las se?ales de las aves que vian.--Como vieron muchas y ciertas se?ales de estar cerca de tierra.--Como vieron un junco verde y otras cosas de tierra.--Como jueves, 11 de Octubre, conociendo Crist?bal Colon que estaban cerca de tierra, hizo una habla ? todos aquella noche, ? primera noche, que velasen bien porque ?ntes de muchas horas la verian.--Como ? las diez de la noche vido ?l mismo lumbre, y ? las dos, despues de media noche, vido tierra.--Y como por haber visto la lumbre, primero, le adjudicaron los Reyes los 10.000 maraved?ses, aunque otro vido la tierra.
CAP?TULO XL.
En el cual se trata de la cualidad de la isla que tenian delante, y de la gente della.--Como sali? en tierra el Almirante y sus Capitanes de los otros dos nav?os, con la bandera real y otras banderas de la cruz verde.--Como dieron todos gracias ? Dios con gozo inestimable.--Como tomaron posesion solemne y jur?dica de aquella tierra por los Reyes de Castilla.--Como pedian perdon al Almirante los cristianos de los desacatos que le habian hecho.--De la bondad, humildad, mansedumbre, simplicidad y hospitalidad, disposicion, color, hermosura de los indios.--Como se admiraban de ver los cristianos.--Como se llegaban tan confiadamente ? ellos.--Como les di? el Almirante de las cosas de Castilla y ellos dieron de lo que tenian.
En el cual se contiene como vinieron muchos indios ? los nav?os, en sus barquillos, que llaman canoas, y otros nadando.--La estimacion que tenian de los cristianos, creyendo por cierto que habian descendido del cielo, y por esto cualquiera cosa que podian haber dellos, aunque fuese un pedazo de una escudilla ? plato, la tenian por reliquias y daban por ello cuanto tenian.--Hinc?banse de rodillas y alzaban las manos al cielo, dando gracias ? Dios y convid?banse unos ? otros que viniesen ? ver los hombres del cielo.--Ap?ntanse algunas cosas notables, para advertir ? los lectores de la simiente y ponzo?a de donde procedi? la destruicion destas Indias.--Y c?mo detuvo el Almirante siete hombres de aquella isla.
En el cual se tracta de una isla que parecia grande, ? la cual puso nombre la Fernandina, y viniendo ? ella toparon un indio en una canoa, tom?ronlo en la nao, y, contento, envi?ronlo delante y di? las nuevas en la Fernandina, y como surgieron los nav?os ya de noche.--Nunca cesaron en toda la noche de venir canoas y gentes ? ver los cristianos y traerles de lo que tenian.--Saltaron en tierra los marineros con barriles por agua.--Con gran alegr?a se la mostraban los indios y los ayudaban.--La gente era como la pasada, pero, diz que, m?s dom?stica, y m?s aguda, y m?s dispuesta.--No les cognoscieron secta alguna.--Tenian pa?os de algodon; las mujeres casadas cubrian sus verg?enzas, las doncellas no.--La manera de las camas.--De un ?rbol que contiene diversidad de ?rboles en s?.--D?se la razon d?l, maravillosa.--De las culebras y perros de aquella isla.--Vieron mas gente.--La manera de sus casas, etc.
Viniendo ? la isla de Sancta Mar?a, vido el Almirante otra isla muy grande, obra de 8 leguas ? 9 h?cia el gueste, en la cual le dijeron los indios, que traia de Sant Salvador, que habia mucho oro, y que traian en ella las manillas y axorcas que le habian dicho de la de Sancta Mar?a, y crey? que all? hallaria la mina donde se criaba y cogia el oro; por lo cual, parti? para ella, m?rtes, cerca del medio dia, y lleg? ? ella otro dia por la ma?ana, mi?rcoles 17 de Octubre; porque tuvo calma no pudo llegar con dia. En este camino, entre la isla de Sancta Mar?a y ?sta, ? quien puso nombre la isla Fernandina, toparon un s?lo indio en una canoa chiquita, que llevaba del pan de aquellas tierras, que es cazab?, como el desta isla Espa?ola de que despues se har? mencion, y una calabaza de agua y otras cosas de las suyas, y, en una cestilla, traia unas contezuelas verdes, y dos blancas, moneda de Castilla, de lo cual cognoscieron que aquel venia de Sant Salvador y habia pasado por la de Sancta Mar?a y iba ? la Fernandina ? dar nuevas de los cristianos; el cual, como habia andado mucho remando s?lo en su canoita, y debia de venir fatigado, v?nose ? la nao del Almirante, y lu?go mand? que lo metiesen ? ?l y ? su barquillo dentro, donde le mand? dar de comer pan y miel y de beber vino, y se le hizo todo el regalo que se pudo hacerle, con darle de las cuentas y otras cosas de rescates, y llev?lo en la nao hasta cerca de la tierra; y, dice el Almirante aqu?, por que d? buenas nuevas de nosotros, y cuando Vuestras Altezas, placiendo ? nuestro Se?or, envien ac?, aquellos que vinieren reciban honra y nos den de todo lo que hobiere. Cerca de la isla, dej?lo ir; el cual habia predicado tantos bienes de los cristianos, que llegado el Almirante y los otros nav?os, y surgido ya de noche ? vista de una poblacion, en toda la noche nunca cesaron de venir canoas llenas de gente ? los nav?os, trayendo comida y agua, y todo lo que tenian. El Almirante mandaba dar ? cada uno de comer y algunas cuentecillas de vidro en un hilo ensartadas, sonajas de laton, que valen en Castilla un maraved?, y agujetas, todo lo cual tenian por cosa celestial. A hora de tercia envi? el batel de la nao ? tierra ? traer agua, y los indios, con gran voluntad, les mostraron donde la habia, y ellos mismos con mucha alegr?a traian los barriles ? cuestas hasta los bateles, y no sabian en qu? hacerles placer. Esta isla pareci? al Almirante que era grand?sima, porque vido della 20 leguas, y que la entendia de rodear y trabajar de hallar ? Samoeto, que, diz que, era la isla ? ciudad donde habia el oro, porque ans? lo decian los indios que traian consigo, de la de Sant Salvador y de la isla de Sancta Mar?a; la gente desta isla, que llama grande, ? que puso nombre Fernandina, dice que es semejante ? la de las islas pasadas, en habla y costumbres, puesto que, diz que, le parecia m?s dom?stica y de m?s trato, y m?s sotiles, porque los via mejor regatear sobre los precios y paga de las cosillas que traian que los que hasta ent?nces habia visto. Hall? tambien que tenian pa?os de algodon hechos como mantillas, y la gente, diz que, m?s dispuesta, y las mujeres tienen por delante su cuerpo una cosita de algodon que escasamente les cubre sus verg?enzas. Cerca deste paso, como el Almirante andaba de corrida por estas islas, no alcanzaba del todo la manera del traje destas gentes. Esto es ans?, que todos los hombres de aquellas islas de los lucayos y desta isla Espa?ola y de Cuba, y la de Sant Juan, y la de Jamaica, eran todos desnudos sin traer cosa que les cubriese cosa de sus cuerpos; las mujeres doncellas tampoco traian ni cubrian cosa, solas las corruptas ? due?as se cubrian las verg?enzas, ? con ciertas faldetas bien hechas y labradas de tela de algodon, que les tomaban desde el ombligo hasta medio muslo, ?, cuando m?s no podian ? tenian, cubrian las partes bajas con ciertas ojas; desto se tractar? m?s, placiendo ? Dios, cuando hablaremos desta isla Espa?ola. Dice m?s el Almirante de la gente desta isla Fernandina, lo que de las pasadas, que no les cognoscia secta alguna, y que creian que muy presto se tornarian cristianos, porque ellos son de muy buen entender. De la isla, dice, ser llana, muy verde y fertil?sima, y que no ponia duda que todo el a?o sembraban panizo y lo cogian y ans? todas las cosas, y bien atinaba ? la verdad, porque todo el a?o en aquellas, y en esta Espa?ola, y en todas las de los alrededores y a?n lejanas, ? la mayor parte del a?o, ? al menos dos veces, se sembraba y cogia el grano del ma?z que aqu? el Almirante llama panizo. Vido aqu? muchos ?rboles muy diferentes de los de Castilla, y dellos que tenian los ramos de muchas maneras y todos en un tronco ? en un pi?, y un ramito de una manera y otro de otra, y tan disforme, que era, diz que, la mayor maravilla del mundo cuanta era la diversidad de la una manera ? la otra, y que aquellos no eran enxeridos, porque los indios no curaban dellos, ?ntes todos estaban en los montes; la razon desto alcanzamos despues en esta isla Espa?ola, la cual el Almirante no pudo en aquel tiempo y viaje cognoscer, y es esta, que hay un ?rbol en estas tierras que se llama, en lengua de indios desta Espa?ola, cupey, como despues placiendo ? Dios diremos, el cual, en muchas cosas, es muy diferente de todos los otros; este produce cierta fruta que comen los p?jaros, la cual tiene ciertas pepitas, estas pepitas echan los p?jaros de s? cuando estercolizan, estando sentados en otros ?rboles, y las pepitas que se detienen en los ?rboles, que no caen abajo al suelo, sin tierra alguna prenden en los mismos ?rboles, y ans? como prenden sale de cada una una ra?z muy derecha h?cia bajo, y v? ? buscar la tierra creciendo y descendiendo hasta hallarla, aunque sea el ?rbol de donde comenz? de cient estados; y esta ra?z es sin algun ?udo, muy lisa y derecha, como una muy derecha lanza, de la cual se han hecho muy buenas lanzas. Llegada ? la tierra, m?tese por ella y hace ra?ces retuertas como los otros ?rboles, y despues torna ? subir h?cia arriba ? buscar su ?rbol donde cay? la pepita, y del cual procedi?, y all? cr?ase un ?rbol de su misma naturaleza, y ?l, criado y llegado ? la edad que le constituy? la naturaleza, produce su fruto; y ans? parecen ambos un ?rbol que tiene diversas especies ? naturalezas. Tambien dijo, que habia en aquella mar disformes maneras de peces, algunos de figura de gallos, de finas colores, azules, amarillas, coloradas y de todas colores, y otros pintados de mill maneras, las colores, diz que, tan finas, que no habr? hombre que no se maraville y reciba gran descanso de verlos; tambien habia ballenas. Bestias en tierra no vido ningunas de ninguna manera, salvo papagayos y lagartos. Ans? es verdad, que no habia en todas aquellas islas, bestias, sino eran una manera de conejos de hechura de ratones, aunque m?s grandes, mucho de los cuales se dir? cuando hablaremos de esta isla Espa?ola y de la isla de Cuba. Culebras habia muchas y muy desproporcionadas de grandes y gordas, pero muy mansas y cobardes, y destas, diz que, un mozo de la nao vido una; ovejas ni cabras ni otra especie de animales, diz que, no vido, puesto que, diz que, no estuvo all? sino medio dia; aunque estuviera m?s, no las viera, porque ninguna otra hay m?s de las dichas. Fu? despues el Almirante con todos tres nav?os para rodear esta isla Fernandina, y salt? en tierra con todas las barcas en otra parte della, y hall? ocho ? diez hombres en tierra, los cuales luego vinieron ? los cristianos y mostraron la poblacion, que estaba cerca, y envi? gente, armada della, y della con los barriles que habia hecho sacar para provision de agua. Mi?ntras ellos iban, el Almirante andaba mirando, y admirando de ver tanta hermosura de florestas, y de tan graciosos y verdes ?rboles, diferentes unos de otros y que algunos parecian ? algunos de Castilla, y con tanta frescura como en el Andaluc?a por Mayo, que le parecia que no podia ser cosa m?s deleitable y agradable en el mundo. De la gente, dice, que toda era una con la que en las otras islas habia visto, ans? desnudos y de las mismas condiciones y estatura, daban de lo que tenian f?cilmente por cualquiera cosa que les diesen; los que fueron de los nav?os ? traer el agua dijeron al Almirante, que habian estado en sus casas, y que las tenian de dentro muy barridas y limpias, y que sus camas y paramentos de casa eran como redes de algodon. Estas llamaban en esta Espa?ola, hamacas, que son de hechura de hondas, no tejidas como redes, los hilos atravesados, sino los hilos ? la luenga sueltos, que pueden meter los dedos y las manos, y de palmo ? palmo, poco m?s ? m?nos, atajados con otros hilos tupidos, como randas muy bien artificiadas de la hechura de los arneros que en Sevilla se hacen de esparto. Estas hamacas tienen un buen estado de cumplido ? de largo, y ? los cabos deste largo, dejan, de los mismos hilos della, muchas asas, y en cada asa ponen unos hilos delgados de cierta otra cosa, m?s recia que el algodon, como de c??amo, y estos son tan luengos como una braza de cada parte, y al cabo de todos ellos j?ntanse como en un pu?o, y deste pu?o de los postes de las casas los atan de ambas partes, y ans? quedan las hamacas en el aire, y all? se echan; y como ellas sean, las buenas, de tres y de cuatro varas y m?s en ancho, ?brenlas cuando se echan como abririamos una honda que fuese muy grande, p?nense atravesados como en sosquin, y ans? sobra de la hamaca con que cobijarse, y, porque no hace frio alguno, b?stales. Para quien usa dormir en ellas cosa es descansada, puesto que no debe ser sana, por la humedad del suelo, que aunque est? alta, del que no puede estar mas de medio estado porque se pueda subir en ella, penetra el cuerpo humano, y aunque se pusiese en alto en un sobrado, todav?a por la humedad de la noche haria da?o; ? lo m?nos, son muy limpias, y, para por los caminos, a?n en Castilla, los veranos, serian harto estimadas. Las casas son de madera y paja muy luenga y delgada, hechas del modo de una campana, por lo alto angostas y ? lo bajo anchas, y para mucha gente bien capaces, dejan por lo alto respiradero por donde salga el humo, y encima unos caballetes ? coronas muy bien labradas y proporcionadas, ? son, como dice el Almirante, de hechura de alfaneques ? pabellones, y ambas son buenas semejanzas. Finalmente, para de madera y paja, no pueden ser mas graciosas, ni m?s bien hechas, m?s seguras, limpias ni m?s sanas, y es placer verlas y habitarlas, y hacian algunas para los se?ores; y, despues en esta isla Espa?ola, hicieron los indios para los cristianos tan grandes y tales, que pudiera, muy bien y muy ? su placer, el Emperador en ellas aposentarse. All? hallaron que las mujeres casadas traian aquellas medias faldetas de algodon, que arriba digimos, las muchachas ? doncellas no tenian cubierto nada. Habia perros, dice el Almirante, mastines y blanchetes, pero porque lo supo por relacion de los marineros que fueron por agua, por eso los llam? mastines, si los viera no los llam?ra, sino que parecian como podencos; estos y los chicos nunca ladran, sino que tienen un gru?ido como entre el gaznate, finalmente, son como los perros de Espa?a, solamente difieren en que no ladran. Vieron un indio que tenia en la nariz un pedazo de oro, como la mitad de un castellano, y pareci?les que tenia unas letras, y dud? el Almirante si era moneda, y ri?? con ellos porque no se lo rescataron, ellos se excusaron que fu? por temor; pero enga??ronse creyendo que eran letras algunas rayas que debiera tener, como ellos solian, ? su manera, labrarlo, porque nunca jam?s, en todas estas Indias, se hall? se?al de que hobiese moneda de oro, ni de plata, ni de otro metal. Concluye aqu? el Almirante, y dice ? los Reyes: <
En el cual se trata como el Almirante di? vuelta al leste ? Levante, porque le informaron los indios que la isla de Samoeto era m?s grande que la Fernandina, y quedaba atras, y esto parece que Dios le tornaba porque viese ? Cuba y ? la Espa?ola.--Llegados ? Samoeto, sintieron suav?simos olores, y vieron la isla ser gracios?sima.--Mataron dos sierpes, que son las iguanas, y qu? cosa es.--Huyeron los indios sentidos los cristianos.--Tornaron ? venir sin miedo.--Estimaron que habian descendido del cielo.--Tuvo relacion, segun ?l creia que lo entendia, que habia all? minas de oro, y estuvo esperando que el Rey de la isla viniese all?.--Hall? ligualoe y mand? cortar dello.--Aqu? supo nuevas de la isla de Cuba y de la Espa?ola.--Crey? que era la isla de Cipango, donde pens? que hallaria gran suma de oro, y perlas y especeria.--Las razones por donde con razon se movi? ? lo creer y que all? venian naos grandes del Gran Khan.--Puso por nombre ? esta isla la Isabela.--Fuese della en demanda de Cuba, etc.
Porque los indios que habia tomado en la primera isla de Guanahan?, ? Sant Salvador, le decian y afirmaban por se?as que la isla de Samoeto, que atr?s quedaba, era m?s grande que la Fernandina, y que debian de volver ? ella , acord? el Almirante dar la vuelta h?cia el leste; y ans?, alz? las velas, y vuelve al Levante, y parece que Dios le guiaba porque topase con la isla de Cuba, y de all? viniese ? descubrir esta isla Espa?ola, que es la m?s felice, ? de las m?s felices y grandes, graciosas, ricas, abundosas, deleitables del mundo. Ans?, que el viernes, 19 de Octubre, vieron una isla ? la parte del leste, sobre la cual fueron, y pareci? un cabo della redondo y hondo, al cual puso el Almirante nombre cabo Hermoso, y all? surgi?. Esta isla llamaron Samoet, ? Samoeto, de la cual, dice el Almirante, que era la m?s hermosa que nunca vi?, y que si las otras de hasta all? eran hermosas, esta m?s, y que no se le hartaban ni cansaban los ojos de mirar tierras y florestas y verduras tan hermosas. Esta isla era m?s alta de cerros y collados que las otras, y parecia de muchas aguas; creia que habia en estas islas muchas hierbas y ?rboles para tinturas, y para medicinas y especer?as, que valdrian en Espa?a mucho, porque llegando, que lleg?, al dicho cabo Hermoso, dice el Almirante que sintieron venir olor suav?simo de las flores y ?rboles de la tierra, que era cosa suav?sima y para motivo de dar muchas gracias ? Dios. Decian, diz que, aquellos hombres que tom? en Sant Salvador, que la poblacion estaba dentro en la isla, donde residia el Rey della, que andaba vestido de mucho oro. Bien parece que no entendian el Almirante ni los demas ? los indios, ? quiz? ellos lo fingian por agradarle, como vian que tanta diligencia ponia en preguntar por el oro. Entendia tambien que aquel Rey se?oreaba todas aquellas islas, aunque todav?a, decia el Almirante, que no daba mucho cr?dito ? sus decires, ans?, por no los entender bien, como por cognoscer que eran tan pobres de oro, que poco les parecia mucho. Dice, que con ayuda de Dios, entiende volver ? Espa?a para Abril, y por eso no se detiene ? mirar en particular todas las islas, puesto que si hallaba oro ? especer?a en cantidad, se deternia tanto cuanto bastase para llevar ? los Reyes todo lo que pudiese. De donde parece, cu?n cuidadoso estaba y andaba siempre de llevar ganancia y provecho ? los Reyes, por la causa principalmente, arriba en el cap?tulo 29, dicha. Puso ? esta isla de Samoeto, la Isabela, en la cual no pudo salir el s?bado por no hallar buen surgidero hasta el domingo, 21 de Octubre. Dice della maravillas por su frescura, hermosura y fertilidad, diciendo que, aunque las pasadas eran hermosas, esta mucho m?s. Vieron unas lagunas de agua dulce, todas cercadas de arboledas gracios?simas, oian cantar los pajaritos, de diversas especies de los de Castilla y aves muchas, con gran dulzor, que parecia que hombre no se quisiera mudar de all?. Pasaban tantas manadas de papagayos que cubrian el sol, y otras muchas aves de diversas especies, que era cosa de maravilla. Andando en cerco de una de las lagunas, vido el Almirante una sierpe de siete palmos en largo, la cual, como vido la gente, huy? al agua, y, porque no era honda, con las lanzas la mataron, hizo salar el cuero para traerlo ? los Reyes. Esta sierpe, verdaderamente es sierpe, y cosa espantable, cuasi es de manera de cocodrilo ? como un lagarto, salvo que tiene, h?cia la boca y narices, m?s ahusada que lagarto. Tiene un cerro desde las narices hasta lo ?ltimo de la cola, de espinas grandes, que la hace muy terrible; es toda pintada como lagarto, aunque m?s verdes escuras las pinturas; no hace mal ? nadie y es muy t?mida y cobarde; es tan excelente cosa de comer, segun todos los espa?oles dicen, y tan estimada, mayormente toda la cola que es muy blanca cuando est? desollada, que la tienen por m?s preciosa que pechugas de gallina ni otro manjar alguno; de los indios no hay duda, sino que la estiman sobre todos los manjares. Con todas sus bondades, aunque soy de los m?s viejos destas tierras y en los tiempos pasados me v? con otros en grandes necesidades de hambre, pero nunca jam?s pudieron conmigo para que la gustase; ll?manla los indios desta isla Espa?ola iguana. Fueron ? una poblacion cerca de all?, ? como la gente della sintiese los cristianos, desmamparan sus casas, escondieron todo lo que pudieron de sus alhajas en el monte, y huyeron todos de espanto. Despues, tornaron algunos, viendo que no iban tras ellos, y uno se lleg? mas confiadamente ? los cristianos, al cual hizo dar el Almirante unos cascabeles y unas cuentecillas de vidro, de lo cual se content? mucho, y, por mostrarle mas amor, pidieron que trujese agua. Vinieron luego ? la nao con sus calabazas llenas de agua, y di?ronla con alegr?a y muy buena voluntad; mand?les dar el Almirante ? cada uno su sarta de cuentas, y dijeron que volverian en la ma?ana. Tenia voluntad el Almirante de rodear esta isla de Samoeto, Isabela, para ver si podia tener habla con el Rey que creia haber en ella, para probar si podia d?l haber el oro que traia ? tenia, y segun lo que habia entendido ? los indios que traia consigo de la isla de Sant Salvador, la primera que descubri?. Estaba por all? otra isla muy grande que llamaban Cuba, la cual creia que era Cipango, segun las se?as que, diz que, le daban, y segun tambien ?l entendia; diz que, habia naos grandes y mareantes muchos: de otra tambien le decian que era grande, que nombraban Boh?o, ? las cuales queria ir ? ver, y segun hallase recaudo de oro y especer?a, determinaria lo que habia de hacer, aunque, diz que, todav?a tenia determinado de ir ? la tierra firme, y ? la ciudad de Quisay, y dar las cartas de Sus Altezas al Gran Khan, y pedir respuesta y volver con ella. Por aqu? parece que se le hizo el camino m?s cercano de lo que ?l pensaba, y el mundo m?s largo, y no estar la tierra del Gran Khan derechamente al gueste ? Poniente, como el florentino le habia escrito, y, en la figura que le envi? pintada, le habia certificado, porque, aunque pasada toda esta nuestra tierra firme, se pueda ? pudiera ir por tierra ? los reinos del Gran Khan, cesando los impedimentos que podrian ofrecerse por el camino, como son desiertos, si los hobiese, ? grandes lagunas, ci?nagas, monta?as ? minerales, de los que se dijeron en el cap. 6.?, ? muchos animales bravos, y cosas semejantes; pero m?s parece que los reinos del Gran Khan est?n m?s ? la parte del Austro que del Poniente, por lo que ya sabemos de la tierra que los portogueses y nosotros por el Poniente y Austro hemos descubierto. La isla de Cuba, bien entendia ser grand?sima, porque tiene m?s de 300 leguas en luengo, y esta Espa?ola, que aqu? llama Boh?o, tambien m?s grande y m?s felice, aunque no tan luenga, como diremos, placiendo ? Dios, cuando dellas en particular hablaremos. El llamarla Boh?o, no debia entender ? los int?rpretes, porque por todas estas islas, como sea toda ? cuasi toda una lengua, llamaban boh?o ? las casas en que moraban, y ? esta gran isla Espa?ola, nombraban Hayti, y debian ellos de decir que en Hayti, habia grandes boh?os, conviene ? saber, que en esta isla Espa?ola eran grandes las casas, como sin duda las habia ? maravilla. Estuvo esta noche, l?nes, 22 de Octubre, aguardando si el Rey de aquella isla de Samoeto, ? otras personas, diz que, traerian oro ? otra cosa de substancia, y vinieron muchos indios semejantes ? los pasados, desnudos y pintados de diversas colores como los otros; traian ovillos de algodon, y troc?banlos con los cristianos por pedazos de tazas de vidro, y de escudillas de barro, algunos dellos tenian algunos pedazos de oro puestos en las narices, el cual daban de buena voluntad por un cascabel de los de pi? de gavilan; cualquiera cosa que ellos podian haber de los cristianos tenian por preciosa, por tener ? gran maravilla su venida como los otros de las otras islas, teniendo por cierto que habian descendido del cielo. Hall? en esta isla lignaloen, y mand? cortar dello cuanto se hall?, y yendo ? tomar agua de una laguna que all? estaba cerca, Martin Alonso, mat? una sierpe de otros siete palmos como la otra, que segun digimos, es, segun la estiman todos, manjar precioso y se llama iguana. Determin?, m?rtes, 23 de Octubre, de se partir de aquella isla que llam? la Isabela, porque le pareci? que all? no debia de haber mina de oro, puesto que creia que debia de tener especer?a, por la multitud de los ?rboles tan hermosos y llenos de fruta de diversas maneras, y por no los cognoscer llevaba muy gran pena; s?lo cognoscia el ligualoe, del cual mand? tambien all? cortar lo que se pudo para llevar ? los Reyes. Ans? que, por ir ? la isla de Cuba, de quien grandes cosas le parecia que le decian los indios que llevaba, y por hallar tierra de grande trato y muy provechosa, como la buscaba , quiso alzar las velas, sino que no tuvo viento y llovi? mucho aqueste dia, y dice que no hacia frio de noche cuando llovia, ?ntes hacia calor de dia. Y es aqu? de saber, que, como arriba se dijo en el dicho cap. 12, el almirante D. Crist?bal Colon, ? la carta mensajera y ? la figura ? carta de marear pintada, que le invi? el dicho Paulo, f?sico, di? tanto cr?dito, que no dud? de hallar las tierras que enviaba pintadas, por las premisas y principios tantos y tales, como arriba pareci?, que ?l de ?ntes tenia, y segun la distancia ? leguas que habia hasta aqu? navegado, concordaba cuasi al justo con el sitio y comarca en que el Paulo, f?sico, habia puesto y asentado la riqu?sima y grande isla de Cipango, en el circuito de la cual, tambien pint? y asent? innumerables islas, y despues la tierra firme. Y como viese tales islas primero, y le dijesen y nombrasen los indios otras m?s de ciento, ciertamente tuvo razon eficac?sima el Almirante de creer que aquella isla da Cuba, que tanto los indios encarecian y se?alaban por tan grande, y despues que top? con esta isla Espa?ola, tuvo mayor y m?s urgente razon que fuese cualquiera destas la de Cipango, y por consiguiente, crey? hallar en ella grand?sima suma de oro y plata, y perlas y especer?a, las cuales, en la dicha figura tenia pintadas; y por tanto, muchas veces hace mencion en el libro de su primera navegacion, el Almirante, del oro y de especer?as que creia hallar, y cuantos ?rboles via, todos ser de especer?a juzgaba, y por no los cognoscer, dice, que iba muy penado. Esperaba tambien hallar, y, de las palabras de los dichos indios que no entendia, se le figuraba que decian haber all? naos grandes de mercaderes y de lugares de muchos tractos. Con esta esperanza, m?rtes, ? la media noche, alz? las velas y comenz? ? navegar al guessudoeste, y anduvo el mi?rcoles poco, porque llovi?, y lo mismo el jueves, 25 de Octubre, y hasta las nueve del dia navegaria 10 leguas poco m?s. Despues, de las nueve adelante, mud? el camino al gueste, y andarian, hasta las tres deste dia, 11 leguas, y ent?nces vieron tierra 5 leguas della, y eran siete ? ocho islas en luengo, todas de Norte ? Sur, ? las cuales llam?, por el poco fondo que tenian las islas de Arena; dij?ronle los indios que habria de all? ? Cuba andadura de dia y medio de sus barquillos ? canoas: surgi? en ellas el viernes. S?bado, 27 de Octubre, salido el sol, mand? levantar las velas para ir su camino de Cuba desde aquellas islas de Arena, y hasta poner del sol anduvieron 17 leguas al Sursudueste, y, ?ntes de la noche, vieron tierra de Cuba, pero no quiso el Almirante llegarse m?s ? tierra, por el peligro que hay siempre de tomar la tierra que no se sabe, de noche, mayormente que llovia mucho y hacia grande escuridad ? cerrazon, y por esto anduvieron toda la noche al reparo.
En el cual se tracta, como se lleg? el Almirante ? la tierra de la isla de Cuba y le puso por nombre Juana.--De la ?rden que tuvo hasta all? en poner los nombres ? las tierras que descubria.--Como entr? en un rio y puerto muy hermoso.--Salt? en tierra.--Huyeron los indios de dos casas que por all? hallaron.--Loa la hermosura de aquella isla.--Dec?anle los indios que llevaba consigo, que habia minas de oro.--Juzg? que estaba de all? cerca tierra firme.--Llam? aquel rio Sant Salvador.--Sali? de all? ? descubri? otro rio que llam? de la Luna.--Despues otro que nombr? de Mares; maravilloso puerto.--Vido poblaciones y huyeron dellas todos los indios, vistos los navios.--Salt? en tierra y de las cosas que vido en las casas, las cuales casas eran muy m?s hermosas que las que habia visto.--De la hermosura de los ?rboles y templanza de los aires y frescura.--Como Martin Alonso entendia de los indios que llevaba, que estaban en tierra del Gran Khan.--Como se enga?aban en no entender los indios.--De la provincia de Cubanacan que est? en medio de la isla de Cuba, donde habia minas de oro.--Como tuvo el Almirante ? Cuba por tierra firme y por tierra del Gran Khan.--Como sali? del rio de Mares en busca de otros rios y pueblos del Gran Khan.--Y al cabo, como se torn? al rio y puerto de Mares.
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