bell notificationshomepageloginedit profileclubsdmBox

Read Ebook: Páginas escogidas by Machado Antonio

More about this book

Font size:

Background color:

Text color:

Add to tbrJar First Page Next Page Prev Page

Ebook has 542 lines and 24689 words, and 11 pages

Hacia un ocaso radiante caminaba el Sol de est?o, y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante, tras de los ?lamos verdes de las m?rgenes del r?o.

Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijera de la cigarra cantora, el monorritmo jovial, entre metal y madera, que es la canci?n estival.

En una huerta sombr?a, giraban los cangilones de la noria so?olienta. Bajo las ramas obscuras el son del agua se o?a. Era una tarde de Julio luminosa y polvorienta.

Yo iba haciendo mi camino, absorto en el solitario crep?sculo campesino.

Y pensaba: "?Hermosa tarde, nota de la lira inmensa, toda desd?n y armon?a; hermosa tarde, t? curas la pobre melancol?a de este rinc?n vanidoso, obscuro rinc?n que piensa!"

Pasaba el agua rizada bajo los ojos del puente. Lejos, la ciudad dorm?a como cubierta de un mago fanal de oro transparente. Bajo los arcos de piedra, el agua clara corr?a.

Los ?ltimos arreboles coronaban las colinas, manchadas de olivos grises y de negruzcas encinas. Yo caminaba cansado, sintiendo la vieja angustia que hace el coraz?n pesado.

El agua en sombra pasaba tan melanc?licamente bajo los arcos del puente, como si al pasar dijera:

"Apenas desamarrada la pobre barca, viajero, del ?rbol de la ribera, se canta: no somos nada. Donde acaba el pobre r?o, la inmensa mar nos espera."

Bajo los ojos del puente pasaba el agua sombr?a.

Y me detuve un momento, en la tarde a meditar... ?Qu? es esta gota en el viento que grita al mar: Soy el mar?

Vibraba el aire, asordado por los ?litros cantores que hacen el campo sonoro, cual si estuviera sembrado de campanitas de oro.

En el azul fulguraba un lucero diamantino. C?lido viento soplaba, alborotando el camino.

Yo, en la tarde polvorienta, hacia la ciudad volv?a. Sonaban los cangilones de la noria so?olienta. Bajo las ramas obscuras, caer el agua se o?a.

CANTE HONDO

Yo meditaba absorto, devanando los hilos del hast?o y la tristeza, cuando lleg? a mi o?do, por la ventana de mi estancia, abierta

a una caliente noche de verano, el pla?ir de una copla so?olienta, quebrada por los tr?molos sombr?os de las m?sicas magas de mi tierra.

... Y era el Amor, como una roja llama... --Nerviosa mano en la vibrante cuerda pon?a un largo suspirar de oro que se trocaba en surtidor de estrellas.--

... Y era la Muerte, al hombro la cuchilla, el paso largo, torva y esquel?tica. --Tal cuando yo era ni?o la so?aba.--

Y en la guitarra, resonante y tr?mula, la brusca mano, al golpear, fing?a el reposar de un ata?d en tierra.

Y era un pla?ido solitario el soplo que el polvo barre y la ceniza aventa.

La calle en sombra. Ocultan los altos caserones al Sol que muere; hay ecos de luz en los balcones.

?No ves, en el encanto del mirador florido, el ?valo rosado de un rostro conocido?

La imagen, tras el vidrio de equ?voco reflejo, surge o se apaga como daguerreotipo viejo.

Suena en la calle s?lo el ruido de tu paso; se extinguen lentamente los ecos del ocaso.

?Oh angustia! Pesa y duele el coraz?n. ?Es ella? No puede ser... Camina... En el azul la estrella.

EL POETA

Maldiciendo su destino, como Glauco, el dios marino, mira, turbia la pupila de llanto, el mar que le debe su blanca virgen Scyla.

?l sabe que un Dios m?s fuerte con la substancia inmortal est? jugando a la muerte, cual ni?o b?rbaro. ?l piensa que ha de caer como rama que sobre las aguas flota, antes de perderse, gota de mar, en la mar inmensa.

En sue?os oy? el acento de una palabra divina; en sue?os se le ha mostrado la cruda ley diamantina sin odio ni amor, y el fr?o soplo del olvido sabe sobre un arenal de hast?o.

Bajo las palmeras del o?sis, el agua buena mir? brotar de la arena; y se abrev? entre las dulces gacelas y entre los fieros animales carniceros...

Y supo cu?nto es la vida hecha de sed y dolor; y fu? compasivo para el ciervo y el cazador, para el ladr?n y el robado, para el p?jaro azorado, para el sanguinario azor.

Con el Eclesiastes dijo: "Vanidad de vanidades, todo es negra vanidad"; y oy? otra voz que clamaba, alma de sus soledades: "S?lo eres t?, luz que fulges en el coraz?n, verdad."

Y viendo c?mo luc?an miles de blancas estrellas, pensaba que todas ellas en su coraz?n ard?an. ?Noche de amor!... Y otra noche sinti? la mala tristeza que enturbia la pura llama, y un coraz?n que bosteza, y un histr??n que declama.

Y dijo: "Las galer?as del alma que espera est?n desiertas, mudas, vac?as; las blancas sombras se van."

Y el demonio de los sue?os abri? el jard?n encantado del ayer. ?Cu?n bello era! ?Qu? hermosamente el pasado fing?a la primavera,

cuando del ?rbol de oto?o estaba el fruto colgado, m?sero fruto podrido, que en el hueco acibarado guarda el gusano escondido!

?Alma, que en vano quisiste ser m?s joven cada d?a, arranca tu flor, la humilde flor de la melancol?a!

?Verdes jardinillos, claras plazoletas, fuente verdinosa donde el agua sue?a, donde el agua muda resbala en la piedra!...

Las hojas de un verde mustio, casi negras, de la acacia, el viento de Septiembre besa, y se lleva algunas amarillas, secas, jugando, entre el polvo blanco de la sierra.

Linda doncellita que el c?ntaro llenas de agua transparente, t?, al verme, no llevas a los negros bucles de tu cabellera, distra?damente, la mano morena, ni, luego, en el limpio cristal te contemplas...

T? miras al aire de la tarde bella, mientras de agua clara el c?ntaro llenas.

DEL CAMINO

Daba el reloj las doce..., y eran doce golpes de azada en tierra...

... ?Mi hora!...--grit?. El silencio me respondi?:--No temas; t? no ver?s caer la ?ltima gota que en la clepsidra tiembla.

Dormir?s muchas horas todav?a sobre la orilla vieja, y encontrar?s una ma?ana pura amarrada tu barca a otra ribera.

En la desnuda tierra del camino, la hora florida brota, espino solitario, del valle humilde en la revuelta umbrosa.

El salmo verdadero de tenue voz hoy torna al coraz?n y al labio, la palabra quebrada y temblorosa.

Mis viejos mares duermen; se apagaron sus espumas sonoras sobre la playa est?ril. La tormenta camina lejos en la nube torva.

Vuelve la paz al cielo; la brisa tutelar esparce aromas otra vez sobre el campo, y aparece en la bendita soledad tu sombra.

Add to tbrJar First Page Next Page Prev Page

 

Back to top