Read Ebook: La alhambra; leyendas árabes by Fern Ndez Y Gonz Lez Manuel
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Ebook has 2319 lines and 57929 words, and 47 pages
bles.
Y de tiempo en tiempo un rel?mpago azul temblaba entre las tinieblas esclareci?ndolas por un instante.
Y ? su resplandor moment?neo se veian agitarse sombras jigantescas girando en torbellino alrededor de Jask.
Y se oia espantoso chocar de armas.
Y rechinar de carros.
Y relinchos de caballos.
Todo esto llevado por un hurac?n pujante que rebramaba, que zumbaba, que silbaba, pero que no se sentia.
Y todo aquello era pavoroso, terrible.
Sin embargo, Jask tenia su corazon puesto en el Se?or Fuerte, y su confianza en El, y no se aterraba.
Y el perro corria y corria.
Y el caballo le seguia, le seguia como una exhalacion.
?Cu?nto tiempo dur? el paso de Jask por la selva de los Espantos?
Solo Dios lo sabe.
Al fin se encontr? en una llanura ?rida.
En medio de ella, all? lejos, muy lejos, se alzaba una ciudad jigantesca.
A pesar de la distancia, Jask veia sus puertas de quince codos de altura, y las enorm?simas piedras de sus muros.
El camino por donde marchaba Jask estaba sembrado de huesos humanos.
Apenas el caballo de Jask hubo puesto los cascos en aquella llanura, cuando se oy? un horr?sono estruendo en la distante ciudad.
Por sus cien puertas empezaron ? rebosar en la ?rida llanura ej?rcitos de jigantes.
Sus voces formidables como las del trueno, juntas y discordantes, ensordecian el espacio.
El perro se hizo atr?s, se sent? amenazador y rugi?.
El caballo se plant?, enbiest? el cuello y tembl?.
Solo Jask permaneci? imp?vido.
Y los jigantes adelantaban inundando la llanura.
Desnudos y negros y feroces eran, con pinos por clavas en las manos.
En medio de ellos ondeaba una bandera, tan grande como una gran nube, y que ocultaba los rayos del sol.
Y adelantaban los jigantes con la velocidad de la tormenta.
Cuando estuvieron cerca, Jask escit? ? su hermano y aguij? ? su corcel.
El perro y el caballo, aunque estremecidos de terror, se lanzaron de frente contra los jigantes.
Jask llevaba un pu?ado de sal en la mano.
Cuando ya le separaba muy poca distancia de los monstruos, cuando sus jigantescos cuerpos le daban sombra, cuando casi podian alcanzarse con las clavas, cuando le rodearon rugientes y amenazadores, Jask arroj? ? su alrededor el pu?ado de sal que tenia en la mano.
Entonces los primeros jigantes, los que estaban mas pr?ximos ? Jask, se detuvieron y quedaron inm?viles; sus formas se hincharon; de negros que eran se convirtieron en rojos, y al cabo quedaron convertidos en enormes rocas.
Jask pas? entre ellos arrojando ? derecha ? izquierda pu?ados de sal.
A medida que adelantaba, quedaban ? los dos lados en su marcha rocas y rocas; rocas que habian sido jigantes.
Cuando lleg? ? la ciudad, ? la ciudad monstruosa, huian desordenados delante de ?l, millares de monstruos aterrados por el ejemplo de la desgracia de sus compa?eros.
Delante de todos iba el que llevaba la bandera.
Pero el perro y el caballo corrian mas que los jigantes.
Los alcanzaban, y Jask arrojaba nuevos pu?ados de sal, y aparecian nuevas rocas.
Al fin solo qued? un jigante, pero doblemente mayor que los otros.
Aquel era su rey.
Aquel llevaba la inmens?sima bandera.
Jask no le alcanz? hasta el centro de la plaza de la ciudad.
Y aquella plaza era un campo de muchas leguas.
Jask arroj? un pu?ado de sal al jigante, que inmediatamente se convirti? en roca.
Y la bandera cay? de sus manos, y se estendi? en la plaza.
Y Jask recorri? la ciudad arrojando sal en medio de ella.
Y no menguaba la sal del saco, por mucha que Jask sacaba.
Y las casas y los palacios, y las calles y las plazas, se convertian en monta?as, en cordilleras, en valles.
Y de los valles, y de las vertientes de las monta?as, salian mugeres y hombres y ni?os, innumerables cautivos que los salvajes tenian aprisionados para alimentarse con ellos, y cuyas prisiones habia roto la fortaleza del alma de Jask, que no habia caido en el pecado, ni temblado ante el terror.
Y Jask tard? siete dias en trasformar la ciudad maldita, y ? la tarde del s?timo, se encontr? de nuevo en la que habia sido plaza de la ciudad, y que entonces era un campo yermo y estenso, en medio del cual estaba estendida la roja bandera de los jigantes.
Y el perro y el caballo se precipitaron sobre aquella bandera; y sobre la bandera puso los pies la innumerable muchedumbre de viejos, j?venes, mugeres y ni?os que Jask habia libertado.
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