Read Ebook: Nuevas poesías y evangélicas con un estudio del Dr. Alfredo Palacios by Almafuerte Palacios Alfredo L Alfredo Lorenzo Commentator
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Ebook has 520 lines and 57381 words, and 11 pages
En Italia, D'Annunzio; en Inglaterra, Rudyard Kipling, que exaltan la nacionalidad.
En Portugal, Guerra Junqueiro, vehemente y agresivo con los poderosos y manso con los peque?os. <
En el Norte de Am?rica, de donde llega un ruido ensordecedor de m?quinas, Walt Whitman, el hijo de Manhattan, bardo de la democracia que canta el himno de la expansi?n y del orgullo, y que no se desvanecer?--?l lo dijo--como el c?rculo de fuego que un ni?o traza en la noche con un tiz?n ardiente.
En el Sur de Am?rica, donde crecen los cachorros del noble le?n hispano, Rub?n Dar?o, admirable art?fice, que innova la forma po?tica, libertador del arte, del ritmo y de la rima, que va hacia el porvenir, <
La torre de marfil tent? mi anhelo. Quise encerrarme dentro de m? mismo Y tuve hambre de espacio y sed de cielo Desde las sombras de mi propio abismo.
Y frente a Rub?n Dar?o, Almafuerte, el cantor del hombre.
Las suaves transiciones de un estado de alma a otro no las expresa su verso, que gusta de la ant?tesis violenta. Una delicada nota musical, el perfume de una flor, un matiz tenue de sentimiento no hacen vibrar su lira; su voz es la voz de la tempestad. Penetra en el alma de sus hermanos y los conmueve varonilmente, canta las ansiedades, las tristezas, los dolores; plantea los grandes problemas humanos con una sed infinita de justicia; muestra la necesidad de sobrepasar la naturaleza visible; se encara con Dios, dialoga con ?l y le increpa. Sale de su ego?smo para vivir la vida de todos.
Y marcha impulsado por un hondo sentimiento metaf?sico que no destruir?n las religiones agonizantes. Sintetiza en su alma todas las tristezas, todos los anhelos, agitando el mundo con sus imprecaciones, con sus blasfemias, y, lejos de detenerse, aniquilado por la desesperaci?n del pesimismo, avanza siempre, levantando en alto una luz que no se apaga, porque le alienta la esperanza.
En su alma se desborda la pasi?n. Hay gritos de dolor y de ira, en los que no ven belleza, por incomprensi?n, los artistas que s?lo aman lo l?mpido, lo sereno...
Era bello Jes?s cuando seduc?a a las gentes, predicando a orillas del lago de Capharnaum; hab?a una gran serenidad en su alma, una gran dulzura en sus ojos, y la blanca t?nica de los esenios ca?a en graciosos pliegues sobre su cuerpo delicado que parec?a hecho de azucenas.
Pero era m?s hermoso el Hombre de Galilea cuando entr?, lleno de violencia, en el Templo, con el fuego de los profetas en la pupila, la cabellera suelta, en desorden la t?nica agitada por un viento de pasi?n, y empu?ando el l?tigo ech? fuera a todos los que vend?an y compraban en el Templo, dici?ndoles: <
Almafuerte no es el buen monje art?fice de la frase dannunziana; es el gran esp?ritu de amplitud humana y generosa, que no puede entender a Te?filo Gautier cuando ?ste, coloc?ndose en el mirador del arte, encuentra preferible una magn?fica pantera a un hombre.
Nuestro poeta, para quien la belleza no est? s?lo en la apariencia, y que la busca al escrutar las almas, como contestando al artista, nos dice en un admirable soneto que, si en vez de las est?pidas panteras, encerrasen en la fr?gil jaula dos flacos mocetones, no permanecer?an en el pajar sin esperanza, sino que pensativos, graves,
No como el tigre sanguinario y maula, Escrutar?an palmo a palmo su jaula Buscando las rendijas, no las llaves.
S?lo siente el Hombre, el esp?ritu del Hombre; ni admira ni ama la naturaleza, que carece de voluntad y de amor y que permanece indiferente ante las l?grimas de los humanos. El rayo va sin pensamiento; los mundos giran sin dolor y todo esto lo expresa en versos lapidarios, donde la idea se ha transformado en sentimiento.
Ve pasar el Universo, y sus maravillas, los astros, la luz, las flores, todo le deja inconmovible, y dice:
Yo no siento m?s vida que la del hombre. Ni Wagner ni Rossini me dicen nada. Pero si por acaso gime un gemido ?Me traspasa las carnes como una espada!
Toda su sensibilidad es para el dolor de los hombres, y por eso llega en su incomprensi?n musical a la m?s absoluta indiferencia escuchando el canto de la forja de <
?Qu? importa que el preludio del tercer acto de <
Ni Wagner, ni Rossini, ni Beethoven le dicen nada, pero ?el gemido del hombre! ?ah! ?si gime un gemido, entonces le traspasar? las carnes como una espada!
Nadie am? a los hombres, despu?s de Jes?s y el de As?s, como Almafuerte.
Zarathustra, viviendo en la soledad, observ? que sus sentimientos variaban y que necesitaba manos que se alargaran hacia ?l. Quiso dar y repartir; era una copa que se desbordaba. D?jole al anciano del bosque: <
Nietzsche, pensador del grupo stirneano, anunciaba que la especie humana debe ser superada; que vendr? el Superhombre. Tambi?n el Poeta, en sus versos de bronce, cuando dice:
La perfecci?n en s? del cuadrumano Tal vez hubiese suprimido al hombre. El que vendr? despu?s, el Prometido, S?lo ser? un cerebro con dos alas.
Pero Nietzsche se aparta del pueblo y crea una moral para el hombre fuerte, para el amo. Ya Juan Gaspar Smith, que parte del principio de que la humanidad est? basada en el ego?smo y cuya filosof?a malsana se ha pretendido err?neamente encontrar en la obra de nuestro poeta, dec?a que no hay otra alternativa que vencer o ser vencido. El vencedor ser? el amo, el vencido ser? el esclavo; el uno gozar? de la soberan?a y de los derechos del se?or; el otro cumplir? lleno de respeto sus deberes de s?bdito.
Ah? la negaci?n del pensamiento de Almafuerte. Ni Max Stirner, ni Nietzsche. El poeta es hermano de Jes?s y de los <
En <
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Y la ama profunda, sinceramente, aun sabiendo que son hechas por ella las m?s hondas heridas de su alma; tiene los brazos abiertos como para un abrazo inmenso. Este Zarathustra que tambi?n baja de la monta?a, llevando su fuego a los valles, esta copa que se desborda, no se aparta de los hombres para entonar su canto a los solitarios.
Tiene m?s fe; es una voluntad m?s soberana y as? le dice a su chusma, entreg?ndose todo entero.
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El poeta es de filiaci?n judaica; viene directamente de la Biblia y toda su obra est? impregnada del esp?ritu de Israel.
El pueblo jud?o fu? el primero en escuchar la reclamaci?n de los pobres. Nos dice Ren?n que Grecia fundadora del humanismo racional y progresivo, tuvo un claro en el c?rculo de su actividad intelectual y moral: despreci? a los humildes. Israel supli? ese defecto del esp?ritu hel?nico. Los profetas proclamaron la justicia social y el amor a los pobres.
Jes?s fu? el ?ltimo de los profetas. El socialismo es de origen hebraico.
Los profetas claman constantemente, defendiendo a los pobres; dialogan con Dios, le imprecan, exigen la justicia inmediata sobre la tierra; no quieren tolerar iniquidades contra los d?biles, porque el semita no cree, hasta los Macabeos, como cree el ario, en las recompensas y castigos de ultratumba. Por eso eran vibrantes, fuertes. De ah? el c?digo inspirado por Jerem?as socialista teocr?tico, donde se desborda la justicia, la piedad y el amor por el pobre y la ira contra el poderoso.
?ste es el enemigo a quien los profetas maldicen; ?l despoja a los humildes y se aparta de Jehov?.
Isa?as lanza el anatema contra los pr?ncipes prevaricadores y compa?eros de ladrones que no oyen a juicio al hu?rfano, ni llega a ellos la causa de la viuda. .
No con menos pasi?n, Almafuerte baja a la miseria, al dolor, hasta al vicio, buscando a sus hermanos y maldiciendo a los poderosos.
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Almafuerte desciende hasta lo m?s profundo; cuando m?s llagas ve, m?s ama. Es un sacerdote del amor, de la infinita misericordia, y vuelve de los abismos de la miseria,
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La compasi?n baja al dolor, blanca y perfumada, y retorna a la luz sucia y llena de taras. El Misionero dijo con verdad que el que quiere conservarse puro, <
Canta a la heroica labor cotidiana de la chusma, oprimida por leyes y por prejuicios y por eso llena de rencores; que ve los d?as felices de los poderosos y que porque tiene pasi?n y ansias,
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y que porque tiene noci?n de lo justo
<
y que porque vive Jes?s en su alma
<
Ella, la chusma dolorida, que gime, ve
que las flores no son del que riega sino del dichoso se?or que las planta
Y entonces el poeta que sabe que un perfume inefable, un fulgor de aurora y una m?sica sublime esparcen las vidas m?s bajas, y que del fondo, de lo m?s hondo, surgen las altiveces m?s altas, extiende su manto sobre la chusma querida, maldiciendo a los poderosos, como los profetas de Israel.
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