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Read Ebook: Figuras americanas: Galería de hombres illustres by P Rez Miguel Agustin

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Ebook has 775 lines and 45056 words, and 16 pages

>>Sin embargo, siendo ya intolerables sus desafueros, el cabildo de Buenos Aires le declar? fuera de la ley; pero la proclama del cabildo que conten?a tal declaraci?n fu? quemada ? los dos meses por mano del verdugo, al mismo tiempo que se declaraba ? Artigas patriota benem?rito.

>>Ensoberbecido el gaucho oriental con las caricias de la mudable fortuna, crey? que ?l era ?rbitro del destino y que pod?a oprimir el suelo patrio como los lomos de su caballo de guerra; pero la fortuna es tornadiza, por no desmentir su sexo, y pronto volvi? la espalda al que hab?a sido su amado m?s favorecido.

>>Habiendo atacado Artigas, de improviso, ? la divisi?n portuguesa que estaba de observaci?n en la frontera del Brasil, di? motivo ? una invasi?n formidable que acab? en breve tiempo con la influencia y fuerza del caudillo. Artigas fu? derrotado en 1817, aprendiendo entonces cu?n poco duraderas son las simpat?as, cu?n poco firmes las devociones, cu?n m?seras las adhesiones de los que rinden culto al hombre y no ? la idea, al ?xito y no al hombre.

>>Derrotado Artigas y desconocido en la hora del infortunio por sus mismos partidarios, por sus propias criaturas, por sus m?s fervientes colaboradores, abandon? para siempre el suelo ensangrentado por sus caprichos, refugi?ndose en el Paraguay.

>>El doctor Francia, aquel sombr?o tirano que es otro enigma de la Historia, sab?a de sobra con qui?n ten?a que hab?rselas. Desconfiando de Artigas, no le neg? un refugio en la tierra paraguaya, pero puso condiciones ? la hospitalidad que se le conced?a: le se?al? por residencia un lugar remoto, Cumquat?, donde Artigas estuvo confinado y sin poder salir de la demarcaci?n.

>>En Cumquat? vivi? m?s de veinticinco a?os, dedicado exclusivamente ? la labranza ? ignorando por completo lo que suced?a en su patria, pues s?lo de tarde en tarde llegaban hasta ?l los apagados ecos, los rumores vagos de las luchas y de los sucesos que se desarrollaban del ancho Plata en una y otra orilla.

Debemos a?adir que algunos a?os m?s tarde se trat? en Motevideo de rehabilitar la memoria del c?lebre caudillo; el gobierno mismo le decret? honores p?stumos, declarando que Artigas hab?a merecido bien de la patria y que ten?a derecho ? que su fama fuese entregado ? la piedad de la Historia. Con tal motivo se han dado ? luz en Buenos Aires, en Gualeguaich? y en Montevideo mismo, numerosos libros, folletos, op?sculos y hojas destinados ? denigrar la memoria del singular Artigas. Los autores han demostrado sin duda notables dotes de cr?ticos y de literatos, mucha erudici?n, horror al crimen... Pero no han destru?do la creciente popularidad que acompa?a ? la memoria del h?roe.

En el Uruguay no se olvidar? el nombre de Artigas.

Cuando un hombre rudo ? ignorante, que cometi? faltas graves, que persisti? en sus errores, que tuvo debilidades y lleg? hasta tolerar el crimen, deja un nombre popular y muchos admiradores, es que indudablemente prest? grandes y se?alados servicios. La posteridad pronunciar? su juicio definitivo acerca de tal hombre, que se halla todav?a demasiado cerca de nosotros para permitirnos la fr?a imparcialidad. Las crueldades y los asesinatos merecen agria censura; mas los servicios pueden ser tan grandes que la figura descuelle y sobreviva cuando se desvanezcan en la sombra de los siglos todas las impurezas de la realidad.

Dejamos, pues, ? la posteridad la sentencia definitiva, el juicio final sobre Artigas y su tiempo.

FREIRE

Esta figura chilena bien merecer?a m?s extensi?n de la que aqu? podemos consagrarle. Soldado, corsario, hombre pol?tico, es uno de los h?roes de la independencia y uno de los caudillos del partido liberal que m?s han figurado en las contiendas de Chile.

En 1816, cuando supo que San Mart?n organizaba en Cuyo la expedici?n destinada ? libertar ? Chile, se present? al general argentino pidi?ndole un fusil para combatir como soldado. San Mart?n, que conoc?a por su fama al oficial chileno, le confi? la misi?n de penetrar en su pa?s por la cordillera de Talca, empresa que realiz? con tanta fortuna como valent?a. Con cien hombres tom? posesi?n de Talca derrotando al destacamento que la guarnec?a.

Las fuerzas expedicionarias que salvando la cordillera andina cayeron como un torrente sobre los chilenos valles, venciendo ? los espa?oles en Chacabuco y Maip?, tuvieron en el esforzado Freire uno de los m?s activos auxiliares. No solo distrajo la atenci?n de los realistas por la parte de Talca, sino que m?s tarde bati? completamente al feroz guerrillero Benavides ? las puertas de Concepci?n. Esta victoria le vali? una inmensa popularidad y la subida al poder cuando cay? para siempre el general O'Higgins, de quien era adversario.

Los espa?oles, entre tanto, si vencidos en el continente, manten?an enhiesto su pabell?n en Chilo?. Freire los atac? en sus ?ltimos baluartes, dando t?rmino ? la obra de la independencia con una victoria m?s. En toda Am?rica se mostraron los espa?oles dignos de su raza: vencidos, abandonados por la metr?poli, sin esperanza de socorro alguno, lucharon con los vestigios de sus hambrientos ej?rcitos hasta quemar el ?ltimo cartucho. Las guarniciones de Veracruz, del Callao y de Chilo? dejaron bien puesto el glorioso nombre de su patria, legando ? sus descendientes en las nuevas naciones republicanas y libres, el ejemplo de su abnegaci?n al sacrificarse en aras del deber.

El valeroso Freire tom? parte muy activa en las guerras civiles que siguieron ? la emancipaci?n. Esta parte de su vida nos dar?a tema fecundo y materia abundante para completar este cap?tulo. Pero m?s que escribir por nuestra cuenta y riesgo, nos conviene extractar lo que dice un compatriota suyo:

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Gobernaba en Chile un hombre como Portales, que ten?a condiciones de verdadero estadista y era la gran figura del partido conservador chileno. Los esfuerzos de los conspiradores se estrellaron en la decisi?n, la entereza, la previsi?n de aquel hombre de Estado, que al fin muri? asesinado cobarde y villanamente, pero sin que Freire tuviese parte ninguna en la conjuraci?n que le arrebat? la vida. En esta parte se hizo completa justicia el caudillo emigrado, que trabajaba ciertamente contra la paz p?blica y ambicionaba el poder, no para s? propio sino para su partido, pero no se mezcl? nunca en planes homicidas ni en conjuraciones tenebrosas.

Portales, v?ctima sacrificada ? las disensiones intestinas, puso los cimientos de la prosperidad, los s?lidos fundamentos del bienestar nacional, con su honradez y econom?a en la gesti?n financiera. Se esmer? adem?s en respetar las leyes; se le tuvo por autoritario, solamente por su af?n de tener ? raya ? los conspiradores y por su celo en mantener constante el orden p?blico. Su ?nico error fu? no aceptar el sistema federativo defendido por Infante, que era de fijo tan conservador como ?l, pero ten?a un conocimiento m?s exacto de la ciencia pol?tica, de los peligros de la centralizaci?n y de la conveniencia de imitar ? los Estados Unidos m?s bien que al Paraguay, ? los hombres de W?shington y no ? los jacobinos.

Hemos citado ? Portales, por la influencia que tuvo en la vida del general Freire. ?ste no pudo hacer nada ni logr? la realizaci?n de sus intentos, porque se med?a con un adversario pol?ticamente superior.

Freire vivi? tranquilamente en el seno de su patria desde 1842 hasta su fallecimiento, ocurrido en diciembre de 1851.

Muri? de sesenta y cuatro a?os.

Alg?n tiempo despu?s se abri? una suscripci?n para elevarle una estatua; la suscripci?n se llev? ? cabo con resultado lisonjero, y la figura en bronce del denodado Freire figura hace tiempo en un paseo de Santiago.

BELLO

He aqu? el nombre de un publicista eminente. La Am?rica espa?ola no ha producido hasta hoy ninguno que le aventaje. Su fama es tan merecida que nadie la discute ni la niega.

Andr?s Bello naci? en la ciudad de Caracas en 1780; se educ? en un convento de frailes mercenarios, donde se daba una ense?anza incompleta ? mal distribuida; no curs? ninguna carrera con regularidad ni la termin? completamente. Es curiosa la circunstancia de que no obtuviera nunca el t?tulo de abogado un jurisperito como Bello, autor del notable C?digo civil de Chile.

La situaci?n casi precaria de la familia Bello, oblig? ? ?ste ? interrumpir sus estudios regulares para desempe?ar un destino muy modesto. Bello no lo obtuvo por favor, sino por concurso. El capit?n general de Venezuela dispuso que todos y cada uno de los aspirantes redactasen una memoria sobre cierto asunto concreto y determinado; la de Bello fu? la mejor de todas y el empleo disputado le fu? justamente concedido.

Los antepasados de Bello proced?an de las islas Canarias, y nuestro joven pose?a las cualidades que suelen distinguir ? los isle?os: asiduidad constante en el trabajo, incansable celo en su labor y energ?a moral superior ? todos los desfallecimientos. No hered? las fuerzas f?sicas de los canarios, pero s? la fuerza de voluntad y la constancia. Por eso trabaj? toda su vida, como los de su raza, no en las rudas faenas de la mar ? de la agricultura, que son las habituales de los insulares en Am?rica, sino en las propias de su entendimiento y de su constituci?n. Tan d?bil era ?sta, que Alejandro Humboldt aconsej? ? su familia, interes?ndose por la salud del joven, que no le dejaran estudiar con aplicaci?n tan desmedida.

Estudi?, no obstante, con ahinco, estudi? siempre, y bien puede asegurarse que consagr? su vida entera al estudio.

En su juventud, sin desatender sus labores de empleado, aprendi? las lenguas vivas sin maestro alguno y sin otra base que el lat?n aprendido en el convento, aprendi? la l?gica del lenguaje, aprendi? s?lo cuanto por entonces constitu?a la ciencia filol?gica, ciencia que estaba en su infancia y que ?l supo cultivar con aprovechamiento.

Por necesidades de su empleo, tanto quiz? como por afici?n, hizo un estudio prolijo de la administraci?n hispano colonial y de las leyes de Indias. Al mismo tiempo devoraba las publicaciones filos?ficas y las novedades literarias de su tiempo, si?ndole familiares todas las obras de los enciclopedistas. Y con todo, le quedaba tiempo y lo utilizaba con general provecho dando lecciones de gram?tica, ret?rica y filosof?a. De los j?venes que fueron sus disc?pulos hubo algunos que despu?s brillaron en su patria y viven en la historia, entre ellos Sim?n Bol?var.

Adem?s era poeta; y como no se daba instante de reposo ni momento de vagar, compon?a versos magn?ficos para solaz ajeno y placer propio; sus versos eran le?dos con general aplauso en todas las tertulias caraque?as. Sus poes?as de aquella ?poca no se imprimieron jam?s y se han perdido muchas.

Al empezar la guerra de la independencia, su esp?ritu estaba entero con sus compatriotas; pero el insigne Bello no era hombre de lucha y no tom? en la guerra parte activa. Le ataban adem?s lazos de familia y de agradecimiento, que originaron calumnias groseras ? infundadas. El tiempo y las pruebas materiales han desvanecido las calumnias; la memoria de Bello es la de un patriota puro y convencido; pero aquellas acusaciones injuriosas debieron mortificar hondamente el alma del patriota, cuando le obligaron ? abandonar su pa?s.

Bello emigr? de Venezuela, estableci?ndose en Chile; pero antes viaj? por otros varios pa?ses de Am?rica y de Europa. En Londres cultiv? la amistad de los sabios m?s sobresalientes, registr? los archivos, consult? las bibliotecas y aprendi? mucho. All? estudi? la lengua griega, que le era indispensable, dada la especialidad de sus estudios; aprendi? el limos?n, que le hab?a de ser tan ?til en sus investigaciones literarias sobre la Edad media; perfeccion? sus conocimientos de la lengua patria, del portugu?s, del franc?s, del italiano y sobre todo, del ingl?s, lengua que hablaba y escrib?a con rara perfecci?n.

Las obras de Bello son tan numerosas ? importantes, que su simple rese?a exigir?a un volumen.

Escribi? el gran publicista sobre derecho internacional, hizo traducciones directas de los poetas cl?sicos y dej? manuscrita en lengua inglesa una obra referente ? la cr?nica fabulosa de Turpin, obra que no podemos juzgar.

Como prueba de su correct?sima versificaci?n, vamos ? dar algunas muestras.

FRAGMENTOS DE LA ORACI?N POR TODOS

Ve ? rezar, hija m?a. Ya es la hora De la conciencia y del pensar profundo. Ces? el trabajo afanador, y al mundo La sombra va ? colgar su pabell?n.

Sacude el polvo el ?rbol del camino Al soplo de la noche; y en el suelto Manto de la sutil neblina envuelto Se ve temblar el viejo torre?n.

?Mira! su ruedo de cambiante n?car El occidente m?s y m?s angosta Y enciende sobre el cerro de la costa El astro de la tarde su fanal.

Para la pobre cena aderezado Brilla el albergue r?stico, y la tarda Vuelta del labrador la esposa aguarda Con su tierna familia en el umbral.

Brota del seno de la azul esfera Uno tras otro f?lgido diamante; Y ya apenas de un carro vacilante Se oye ? distancia el desigual rumor.

Todo se hunde en la sombra: el monte, el valle. Y la iglesia, y la choza, y la alquer?a; Y ? los destellos ?ltimos del d?a Se orienta en el desierto el viajador.

Naturaleza toda gime; el viento En la arboleda, el p?jaro en el nido, Y la oveja en su tr?mulo balido, Y el arroyuelo en su correr fugaz.

El d?a es para el mal y los afanes: ?He aqu? la noche pl?cida y serena! El hombre tras la cuita y la faena Quiere descanso y oraci?n y paz.

Son? en la torre la se?al: los ni?os Conversan con esp?ritus alados; Y los ojos al cielo levantados, Invocan de rodillas al Se?or.

Las manos juntas, y los pies desnudos, Fe en el pecho, alegr?a en el semblante, Con una misma voz, ? un mismo instante, Al padre Universal piden amor.

Y luego dormir?n; y en leda tropa Sobre su cama volar?n ensue?os, Ensue?os de oro, di?fanos, risue?os, Visiones que imitar no os? el pincel.

Y ya sobre la tersa frente posan, Ya beben el aliento ? las bermejas Bocas, como lo chupa las abejas ? la fresca azucena y al clavel.

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